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sábado, 19 de octubre de 2013

HUMBERTO LAY SOBRE CASO URTECHO

Estimada Hna. Ana Roncal:

Perdone que aproveche su correo para aclarar algunos conceptos vertidos por el Sr. Jesús Lavado en su correo del 10/10 pasado, ya que dicho correo fue enviado con destinatarios ocultos.

El título: "URTECHO PODRÍA SER PROTEGIDO POR SER LA PUNTA DEL ICEBERG", y frases como: "Al parecer, la Comisión de Ética estaría protegiendo al congresista Michael Urtecho" echan sombras sobre la calidad moral de los miembros de la Comisión de Ética Parlamentaria del Congreso y, por consiguiente, de su presidente; lo cual rechazo tajantemente; y pienso que han sido vertidos por no conocer bien el contenido del Informe y las razones que lo motivaron.  Por ello me permito, con todo respeto, aclarar los siguientes puntos:

1.- La Comisión de Ética Parlamentaria sólo ve las faltas éticas cometidas por infracción del Código de Ética del Congreso, y no los delitos que pudiera haber cometido un congresista.  Sólo si encuentra indicios de comisión de delitos o infracciones constitucionales, los informa a la Sub Comisión de Acusaciones Constitucionales, para que hagan su propia investigación e inicien el procedimiento que puede llevar al desafuero.  No es tarea de la Comisión de Ética probar que existieron dichos delitos.  Por otro lado, la Comisión aprobó por unanimidad remitir todo lo actuado al Ministerio Público para que proceda de acuerdo a sus facultades en el aspecto penal de las acciones del Congresista Urtecho, y no sólo "informar" sino presentar una denuncia constitucional contra su persona.

2.- Han habido tres reportajes del programa Cuarto Poder previos al Informe Final aprobado por la Comisión:  La primera el 15 de Setiembre con las denuncias por recorte de sueldos y la construcción de un edificio en Trujillo que evidenciaría enriquecimiento ilícito; la segunda el 22 de Setiembre con una denuncia más de recorte de sueldos y por presuntas irregularidades en las donaciones de sillas de ruedas; y la tercera el 6 de Octubre sobre presuntas facturas falsas y presuntos proveedores "fantasmas".

3. La Comisión acordó el día siguiente -16 de Setiembre- iniciar investigación de oficio sobre la primera denuncia, pero sólo en el aspecto de los presuntos recortes de sueldos, debido a que para investigar sobre la financiación del edificio se requería facultades de Comisión Investigadora para solicitar el levantamiento de secreto bancario y tributario, facultades que no tenemos.  Debido a la semana de representación (23 al 28 de Setiembre), recién el 30 de Setiembre se pudo reunir la Comisión, acordándose iniciar investigación de oficio sobre la segunda denuncia de Cuarto Poder, y se tuvo la audiencia con los testimonios de cuatro de los ex trabajadores denunciantes y los descargos del Congresista Urtecho sobre la primera denuncia.

4.- Dado que a partir de ese día (30 de Setiembre) sólo se contaba con 10 días para emitir el Informe, era absolutamente imposible hacer una investigación sobre los otros delitos como enriquecimiento ilícito, las sillas y las facturas falsas, peculado doloso u otros, sin violentar el debido proceso.  Por ello la decisión unánime de remitir todo lo actuado al Ministerio Público, máxime si se sabía que ya había iniciado una investigación al respecto.  De manera que no es cierto lo que afirma el Sr. Lavado, que "es evidente que la Comisión de Ética ha eludido los temas de fondo que son prácticas comunes en el Congreso de la República...", insinuando con ello una intencionalidad de proteger al congresista Urtecho.  Además, aunque la próxima Comisión podrá iniciar investigación de oficio sobre los temas no tomados en cuenta por la que ha fenecido, no tendría sentido hacerlo porque ya se habrá aplicado la sanción máxima permitida por el Reglamento -suspensión de 120 días sin goce de haber- por faltas éticas.

5.- A lo largo de los dos años que este servidor ha presidido la Comisión de Ética, hemos demostrado total imparcialidad, objetividad y firmeza para recomendar sanciones a congresistas que han infringido el Código de Ética, entre los cuales han habido miembros tanto de la bancada oficialista como de las de oposición, en un número sin precedentes en la historia del Congreso (14 recomendaciones de suspensión), de las cuales el Pleno del Congreso aprobó diez.  Hemos introducido dos principios que han permitido sancionar el falseamiento de las hojas de vida presentadas como candidatos y aún faltas éticas derivadas de otros delitos cometidos antes de ser congresistas, algo nunca hecho antes.

6.- Sí reconozco que en el caso del Congresista Javier Diez Canseco se cometió un error, pero no ha sido de la Secretaría Técnica ni de su Presidente, que recomendaban sólo una amonestación por haber faltado al principio de transparencia.  Fue una decisión política mayoritaria de cuatro miembros de la Comisión, y luego del Pleno, que elevó la sanción a 90 días.  Como Presidente, firmé el Informe "con reservas por no estar de acuerdo con la cuantía de la sanción", y por ello me abstuve de sustentarlo ante el Pleno.  La decisión posterior del Poder Judicial nos dio la razón, pero el daño ya estaba hecho sin poder yo evitarlo.  No cabe duda de que hay muchas cosas que se tienen que corregir en las prácticas del Congreso, comenzando por su Reglamento y el mismo Código de Ética.  Al respecto, estamos trabajando en un proyecto de ley modificando y ampliando el actual.

7.- Permítanme también,  y pidiendo disculpas por la longitud de esta nota, llamar su atención a lo que considero una causa fundamental de lo que ocurre tanto en el Congreso como en todo el aparato estatal:  Estamos viviendo una cultura de corrupción en nuestro país; corrupción que ha invadido todos los ámbitos de la vida ciudadana, como dos encuestas en particular lo revelan:  80% de los peruanos consideran que el Perú es un país corrupto o muy corrupto; y el 70% considera que la corrupción es aceptable o inevitable.  Y como los políticos, gobernantes y congresistas tienen que surgir de esa sociedad enferma de corrupción, ¿qué podemos esperar?  Por ello la necesidad urgente y vital de trabajar todos -y digo todos, no solamente los gobernantes de turno- por cambiar la cultura de corrupción por una cultura de valores, y para ello necesitamos una revolución en la educación, con un mayor énfasis en la educación cívica y política, pero sobre todo en valores.  Y con mayor razón en nuestras iglesias, que lamentablemente también han sufrido algo de la influencia de esa cultura de corrupción.
Finalmente, a todos los que han adquirido conocimiento de la Palabra y de las Ciencias Políticas por encima del común de los mortales, les animo a reflexionar sobre la parábola de Jotam en Jueces 9, y a considerar seriamente si Dios no les estará llamando a dejar la comodidad de su servicio actual, para arriesgarse a entrar en ese terreno "tan peleado y difícil como el político", y aportar con sus valores, principios, conocimientos y talentos, como la higuera, el olivo y la vid de la parábola -árboles que dan fruto-, y no quedarse en el análisis y la crítica, por buenas y necesarias que son, pero dejando que las zarzas sean las que lo hagan, con los resultados que todos lamentamos y que con tanta facilidad criticamos, en nuestra posición de espectadores.

Dios les bendiga.

Ps. Humberto Lay
Congresista de la República
(Por la gracia de Dios)


sábado, 12 de octubre de 2013

INDIGNARNOS ANTE LA CORRUPCIÓN

POR: UBALDO TEJADA GUERRERO – Analista Global
Recordemos que Basadre, tacneño medular, formó parte de la generación del Centenario, a la que también pertenecen José Carlos Mariátegui, Víctor Raúl Haya de la Torre y Raúl Porras. Su visión lúcida y profunda del Perú lo llevó a sonar la alarma frente a lo que podía ocurrir si no se atendían “las urgencias latentes en las entrañas del pueblo”. Pocos meses después de su muerte se inició la etapa de violencia que durante veinte años flageló al país.
En la colonia hay un antecedente importante. Muchas veces los cargos públicos se vendían. Quienes los adquirían pensaban que tenían que recuperar la inversión, a través de la explotación o los negocios que tenían a su cargo. Esa actitud ha sido un legado que se mantiene hasta la actualidad. Muchos consideran que los cargos públicos son una inversión por la cual deben recibir una recompensa posterior a la inversión que hicieron para llegar a ellos.
Así se funda la República peruana en condiciones muy precarias en lo institucional, y en medio de esa cultura de la corrupción. Basadre  usa el término corrupción sistémica, al cual hemos acuñado frases como “roba, pero hace obra”, es decir se instala una cultura de la corrupción.
La corrupción es “un lastre” que impide el crecimiento económico del Perú y genera pérdidas anuales por unos 10.000 millones de soles (unos 3.570 millones de dólares) al año,  y representa aproximadamente 2% del producto interno bruto, sostuvo el contralor, Fuad Khoury  (IV Conferencia Anticorrupción Internacional). En el siglo XX, el período de Leguía y el de Fujimori fueron los de mayor corrupción.
Según la Encuesta Nacional sobre Percepciones de la Corrupción 2013, elaborada por IPSOS Perú por encargo de PROÉTICA, el 55% de los peruanos califican al Legislativo como la entidad donde hay mayor corrupción, superando superan a la Policía Nacional (53%) y al Poder Judicial (49%), que solían tener la peor percepción en años anteriores.
Para Alfonso Quiroz (1956 – 2013), estamos frente a un problema sistémico que no solo permanece en el tiempo, sino que además cambia, se perfecciona y se torna por momentos incontrolable y lesivo para los intereses de millones de peruanos que, aún después de sucesivas bonanzas, siguen siendo pobres.
La corrupción afecta directamente a 9,6 millones de peruanos que viven en la pobreza, de los cuales casi 2 millones son considerados en extrema pobreza, a lo podemos agregar el 64% de la PEA informal, lo que urge una reflexión ética y la participación ciudadana en actividades orientadas al buen uso de los recursos del Estado y el cuidado de los bienes públicos.
No debemos resignarnos a tener una cultura de la corrupción. Deberíamos imaginar un país en donde sean más importantes los valores éticos y donde se limite al mínimo la corrupción estatal. No debemos tener una actitud pasiva ante ella, debemos indignarnos, porque el problema podría acabar devorando al Estado. La lucha contra la corrupción tiene dos facetas: aumentar las penas y el control, pero también ir por la parte educativa. Es momento de empezar a combatir temas que parecen menores, como plagiar en las universidades o sobornar a los policías, ni hablar de los diezmos para licitaciones y contratos.

El Perú tuvo siempre períodos de crecimiento: caucho, el guano, la pesca, y hoy los minerales, pero si no llegamos a aprovechar plenamente esa bonanza, ello será falaz, como diría Jorge Basadre. Principalmente porque no tenemos instituciones sólidas que permitan hacer sustentable el crecimiento, la democracia, combatir la corrupción y la delincuencia.

viernes, 11 de octubre de 2013

Gustavo Gutiérrez: «El teólogo del Dios liberador»

ARGUEDAS Y GUTIÉRREZ
30/09/2013, Juan José Tamayo
La teología cristiana ha sido con frecuencia una disciplina inocua en el conjunto de los saberes, beligerante frente a los avances científicos, legitimadora de los poderes establecidos, ajena a la marcha de la historia, poco sensible a los sufrimientos humanos, y muro de contención de las revoluciones sociales y políticas. La teología latinoamericana de la liberación ha venido a quebrar dicha imagen, situando el cristianismo en la vanguardia de los movimientos sociales que luchan por la transformación de la sociedad de todas las opresiones, también de la religiosa.
Todo comenzó con unas conferencias del sacerdote peruano Gustavo Gutiérrez en Chimbote (Perú) en 1968. A ellas asistió su compatriota el escritor y antropólogo José María Arguedas, que en El zorro de arriba y el zorro de abajo define a Gutiérrez como «el teólogo del Dios liberador» y lo contrapone al «cura del Dios inquisidor» de su propia novela Todas las sangres. En un texto fechado en Santiago de Chile el 20 de agosto de 1969, Arguedas recuerda a Gutiérrez que le había leído en Lima las «páginas de Todas las sangres en que el sacristán y cantor de San Pedro de Lahuaymarca, quemada ya su iglesia y refugiado entre los comuneros de las alturas, le replica a un cura del Dios inquisidor con argumentos muy semejantes a los de las lúcidas y patéticas conferencias pronunciadas, hace poco, en Chimbote». Llega, incluso, a establecer una similitud entre esas conferencias y las palabras y actitudes del sacristán y cantor de San Pedro de Todas las sangres. El propio Gutiérrez considera al sacristán de San Pedro «precursor de la teología de la liberación» y dedica a Arguedas el libro Teología de la liberación. Perspectivas(edición peruana de 1971; edición española de 1972), que se abre con el texto deTodas las sangres al que se refería el escritor peruano.
Arguedas afirma que quizá con él se cierra un ciclo y se abre otro en Perú: «se cierra el de la calandria consoladora, del azote, del arrieraje, del odio impotente, de los fúnebres “alzamientos”, del temor a Dios y del predominio de ese Dios y sus protegidos, sus fabricantes» y se abre el ciclo «de la luz y de la fuerza liberadora invencible del hombre de Vietnam, el de la calandria de fuego, el del Dios liberador».
En aquellas conferencias, Gutiérrez habló de la teología como inteligencia del compromiso. A Arguedas le dedica su obra más influyente en el panorama teológico cristiano de las cuatro últimas décadas, la ya citada Teología de la liberación. Perspectivas, que define la teología como reflexión crítica de la praxis histórica a la luz de la Palabra, como teología de la transformación liberadora de la historia de la humanidad, que no se limita a pensar el mundo, sino que es un momento del proceso a través del cual el mundo es transformado, abriéndose al don del reino de Dios
Preguntas interpelantes
Estamos ante una nueva manera de hacer teología que tuvo repercusiones sociales y políticas desestabilizadoras para el sistema neocolonial latinoamericano y sigue teniéndolas hoy para la globalización neoliberal. Gutiérrez lleva a cabo una verdadera revolución en la teología, cuyo acto primero es el compromiso con los oprimidos y la experiencia religiosa del Dios de los pobres, y cuyo acto segundo es la reflexión, pero no desde la neutralidad social y la asepsia doctrinal sino desde el reverso de la historia y la opción ético-evangélica por los pobres. A estos les reconoce el teólogo peruano una fuerza histórica capaz de mutar el curso de la historia en dirección a la liberación. La teología de la liberación remite al compromiso de los cristianos en los movimientos de liberación.
Georges Bernanos afirmaba que los cristianos son capaces de instalarse cómodamente incluso bajo la cruz de Cristo. Gustavo Gutiérrez pretende corregir esa tendencia conformista activando las energías utópico-liberadoras del cristianismo. Su referente intelectual es Bartolomé de las Casas, defensor de los indios sometidos a esclavitud por los conquistadores y precursor del diálogo interreligioso y de la interculturalidad. Sobre él ha escrito uno de los mejores estudios: En busca de los pobres de Jesucristo. El pensamiento de Bartolomé de las Casas, que dedica al teólogo mártir Ignacio Ellacuría.
Las preguntas interpelantes que le queman en los labios a Gustavo y golpean su conciencia tienen que ver con el lenguaje sobre Dios: ¿cómo hablar de Dios desde el sufrimiento de los inocentes?, ¿cómo hablar de Dios Padre en un mundo donde los seres humanos no son hermanos?, ¿cómo hablar de la resurrección en un mundo donde los excluidos son carne de cañón? La pregunta que ahora le interpela con más radicalidad y urgencia es la que da título a uno de sus últimos ensayos: ¿Dónde dormirán los pobres?
Las preguntas dan una idea acertada de la orientación de su teología: no levítico-sacerdotal, sino samaritana; no de pensamiento único, sino crítica; en perspectiva de liberación y sensible a las nuevas esclavitudes que genera la globalización neoliberal. En la teología de Gustavo Gutiérrez vuelven a articularse armónicamente pensamiento y vida, teoría y praxis, rigor metodológico y talante profético, como sucediera en los misioneros, teólogos y obispos defensores de los derechos de los amerindios en el siglo XVI. El teólogo peruano acostumbra a decir que él no cree en la teología de la liberación, sino que esta es solo un camino para mejor seguir a Jesús de Nazaret y contribuir a la liberación de los pobres. Todo un ejemplo de modestia intelectual para los teólogos europeos que acostumbramos a conceder más importancia a la teología que a la vida y a la liberación.
¿Dónde dormirán los pobres?
Gustavo Gutiérrez ha sido el tercer teólogo que recibe el Premio Príncipe de Asturias. El primero fue Ignacio Ellacuría, a título póstumo, en reconocimiento a la coherencia entre su trabajo intelectual como teólogo y filósofo, y su compromiso social con las mayorías populares, que lo llevó al martirio en noviembre de 1989 junto con otros cinco jesuitas y dos mujeres. El segundo, el cardenal Martini, arzobispo de Milán, por toda una vida dedicada a los estudios de la Biblia en diálogo con las ciencias sociales y por su permanente actitud de diálogo con los sectores no creyentes, como ha demostrado en las obras En qué creen los que no creen, que recoge una serie de cartas cruzadas con Umberto Eco, y La oración de los que no creen. ¿Se puede rezar sin fe? Quizá llevara razón Ludwig Wittgenstein cuando escribía en su Noteboooks 1914-1916: «Rezar es pensar en el sentido del mundo.»
Gutiérrez recibió en el 2003 el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades junto con el periodista polaco Ryszard Kapuściński, por su compromiso ético con los sectores más desfavorecidos, y por haber iniciado e impulsado una de las corrientes de pensamiento cristiano más vivas y dinámicas de los últimos cuarenta años, la teología de la liberación, que se inicia en América Latina en la década de los sesenta y pronto se extiende por todo el Tercer Mundo y por ambientes de marginación del primero.
Gutiérrez ha dedicado su trabajo intelectual a desarrollar, fundamentar y difundir las grandes intuiciones de la teología de la liberación entre los públicos más plurales, desde los universitarios, primero como consiliario nacional de la Unión de Estudiantes Católicos (UNEC) de Perú, después como profesor de teología y ciencias sociales en la Universidad Católica de Lima, y ahora como profesor de la Universidad de Notre Dame en los Estados Unidos, hasta los sectores populares, con quienes convive y comparte experiencias de vida y sufrimiento, de esperanza y de luto.
Gustavo utilizó por primera vez la expresión teología de la liberación en 1968, poco antes de la celebración de la II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, y enseguida adquirió carta de ciudadanía. Su Teología de la liberación. Perspectivas es, sin duda, una de las obras de más impacto de la teología posterior al Concilio Vaticano II, y cuenta con traducciones a numerosas lenguas y con decenas de ediciones en castellano. Ella, junto con la Teología desde la praxis de la liberación, del brasileño Hugo Assmann, son consideradas las más representativas de la primera etapa de la teología de la liberación. Ambas, reconocía en 1974 el teólogo uruguayo Juan Luis Segundo, «constituyen las dos únicas obras de la teología de la liberación que elevan el debate a un diálogo científico y bien documentado con la teología europea». A estas dos creo que hay que sumar Liberación de la teología, del teólogo uruguayo citado.
A partir de ellas, la teología en América Latina deja de ser sucursal o remedo de la llevada a cabo en Europa o Estados Unidos, como lo había sido desde la conquista, con apenas algunas excepciones, para convertirse en la primera gran corriente de pensamiento cristiano crítico-liberador nacida fuera del primer mundo con señas de identidad y estatuto metodológico propios. No en vano se considera una nueva manera de hacer teología. Una teología que pretende armonizar la dimensión crítico-profética de la fe y el rigor metodológico que le corresponde a esa disciplina. Una teología en la que vuelve a escucharse el grito de los pobres con la misma fuerza y pasión que en el Éxodo de los hebreos, en los Profetas de Israel, en Jesús de Nazaret el Cristo liberador y en Bartolomé de las Casas, defensor de los indios. Una teología con entrañas de misericordia, que no pasa de largo ante el sufrimiento de los seres humanos, como el levita y el sacerdote de la parábola del buen samaritano.
Ni Gutiérrez ni la teología que él cultiva pretenden hurtar el protagonismo a los pobres y oprimidos en el proceso de liberación. Su objetivo es devolverles la palabra, contribuir a que recuperen su protagonismo en la comunidad de creyentes y en la construcción de una sociedad más justa, fraterna y sororal, y ayudarles a descubrir su «fuerza histórica», como reconoce el propio teólogo peruano en uno de sus libros, que lleva precisamente ese título: La fuerza histórica de los pobres.
En contra de lo que algunos creen, la teología de la liberación tiene muy poco de ingenua. No se le escapan las mediaciones sociales y políticas a la hora de buscar los cauces para construir un modelo alternativo de sociedad. La salvación cristiana es salvación integral y no se queda en la esfera espiritualista, sino que pasa necesariamente por la liberación de todas las opresiones: socioeconómicas, culturales, étnicas, de género, y también por la liberación de la opresión religiosa, tan fuerte en América Latina. Sabe muy bien Gutiérrez que el Evangelio no ofrece instrumentos de análisis ni estrategias de cambio. Por eso recurre constantemente a la mediación de las ciencias sociales para un mejor conocimiento de la realidad y de los mecanismos que en ella operan, y para la búsqueda de alternativas.
La teología de la liberación no es obra de una sola persona, como reconoce el mismo Gustavo. Es fruto de la convergencia de una serie de factores: la toma de conciencia del Tercer Mundo como sujeto y protagonista de su propia historia; la teoría de la dependencia elaborada por un grupo de economistas y sociólogos latinoamericanos; los movimientos de liberación que se desarrollaron por entonces en América Latina en los que estaban comprometidos los cristianos sin renunciar a su fe; la pedagogía del oprimido de Paulo Freire; el fenómeno de las comunidades eclesiales de base; la Conferencia General del Episcopado Latinoamericano de 1965, donde la Iglesia latinoamericana pasa del cristianismo primero colonial y después desarrollista a un cristianismo liberador.
Pero si importante y decisiva es la aportación de Gustavo Gutiérrez al nacimiento y desarrollo de esta nueva forma de hacer teología como es la teología de la liberación, no lo es menos su testimonio de vida y su aliento al compromiso de los cristianos y de las cristianas y a la vivencia de una experiencia religiosa de encuentro con el Dios de los pobres. Las preguntas que golpean su conciencia, como ya vimos, nada tienen que ver con las interminables cuestiones «bizantinas» en las que otrora se enredara la teología. Son preguntas existenciales, vitales, diría mejor.­

Este perfil está tomado de Juan José Tamayo, Cincuenta intelectuales para una conciencia crítica, Fragmenta, Barcelona, 2013, pp. 288-295, que reproducimos con permiso de la Editorial.

SER POLÍTICO CRISTIANO

ALAI, América Latina en Movimiento
http://alainet.org/active/61871&lang=es
2013-02-25

Ser político cristiano

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  Cultura: Religion, |   Política:Politica, |
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“El capitalismo angurriento se ha pasado décadas haciendo creer que su bandera es la del cristianismo. Ya se sabe hoy día que no hay más perverso materialismo que el de los dueños del mundo. Ser socialista, por el contrario, equivale hoy a levantar la cruz del martirio y las ideas del Maestro de Galilea”.
(Eduardo González Viaña-domingo 17 de febrero del 2013-Diario “La Primera”-Perú).
La iglesia cristiana en Latinoamérica en su misión política, debe entenderla, en su sentido mas amplio, como instrumento propicio para el desarrollo de la solidaridad y la justicia a favor de la sociedad (Romanos 13:3 y 1 Pedro 2:14).
El alma es lo que la economía, la tecnocracia o la planificación neoliberal no busca, el neoliberalismo (“modernidad”) niega la radicalidad espiritual, el compromiso, la espiritualidad, la utopía, sustituye la ética por la estética, lo utópico por lo agradable, ignora a los pobres y deja de lado a la justicia, es narcisista e individualista.
En tiempos de emergencia popular, indígena, generacional y de género se hace necesario escuchar las voces de personas que, desde su fe, están acompañando los procesos de cambio social. Se hace necesario construir espacios de reflexión sobre el tiempo latinoamericano desde nuestra fe y opción cristiana, tomando en cuenta la fe y la espiritualidad que animan la marcha de las y los esperanzados.
Es necesario proveer a los líderes cristianos de una perspectiva holística, de un ministerio total, tanto en lo espiritual como en lo social, satisfaciendo las necesidades de nuestro prójimo, alcanzado a la comunidad en su totalidad, donde las ciencias sociales, sean analizadas a la luz de la biblia y desde una perspectiva cristiana.
Históricamente el individualismo es un fenómeno reciente en la historia de la humanidad. En el pensamiento bíblico, no se concebía al individuo fuera de su comunidad, ni una comunidad despersonalizada y alienante, por ello vemos siempre a Dios dirigiéndose al pueblo como pueblo (Deuteronomio 27:11), y lo individual (partos, lactancias, cosechas, etc.) aparece como aspectos de la vida comunitaria, en una relación integral de persona y comunidad, un Dios redimiendo y obrando en la historia, que ve los problemas del mundo como sus problemas.
Lo cierto es que no se predica el evangelio completo en Latinoamericana y el Caribe, por ello es una necesidad que nuestras iglesias tengan un papel activo en la formación política de los hombres y las mujeres, avalando su participación y apoyarlos pastoralmente para su participación en la función pública, filtrando las corrientes del pensamiento social con principios bíblicos a fin de adoptar una identidad cristiana.

El 17 de marzo del 2,013, los ciudadanos limeños irán a las urnas para sellar, no una votación cualquiera, sino en una polarización política cuyos resultados de revocatoria contra la Alcaldesa Susana Villarán; tendrán influencia en los escenarios de las elecciones locales, regionales, y nacional (2,014-2,016) en el Perú en mas de 20 años de neoliberalismo.
Ésta polarización está alcanzado a los ciudadanos evangélicos, entre los “Evangélicos por Lima” y los evangélicos conservadores fundamentalistas; cuya cereza en la torta, ha sido puesta por el pastor Humberto Lay del partido “Restauración Nacional” que al final ha terminado alineado a la corriente neoliberal del APRA, Solidaridad Nacional y el Fujimorismo. Lo cierto es que las órdenes de caudillo partidario pesan más que accionar y proferir la palabra del Verbo Encarnado para conocer los dolores y alegrías del pueblo.
Que falta hace en nuestra iglesias cristianas el ejercicio del liderazgo político en el amplio sentido de la palabra, para facilitar el acceso a programas de capacitación pastoral y de liderazgo en el área de la esfera política gubernamental, por ello debemos exhortar promover en diferentes instancias el análisis y la reflexión de los problemas sociales y políticos a la luz de la perspectiva bíblica.
Existe una especie de “inocencia” de los evangélicos en la aproximación a la política; inocencia que deriva de la ideología del apoliticismo, instalada en el dualismo iglesia-mundo. En función de esta dicotomía muchos líderes cristianos y evangélicos que actúan legítimamente en el terreno político son, frecuentemente anatematizados por sus hermanos “no-políticos”, y deben enfrentar sus opciones en un estado de soledad desestabilizadora.
Participar en política, para un cristiano, invoca ineludiblemente un compromiso de vida y conciencia con la justicia social, con la defensa y promoción de los derechos humanos, con el reclamo de respeto a la dignidad de la vida, con un compromiso solidario transformador de las condiciones degradantes de éste “capitalismo angurriento”.
Paradójicamente, si algún “no-político” por repentina “iluminación” asevera haber recibido “revelación directa de Dios” conminándolo a disputar el poder político, es probable que más de algún pastor o iglesia olviden su apoliticismo y el “pecado del mundo”, mezclándose en la difícil cuestión ideológica de la sociedad civil sin el necesario bagaje de formación previa exigible, para actuar con éxito en un medio complejo y agresivo, que no mide las conductas con los parámetros éticos de la organización eclesiástica.
En un mundo caracterizado por el abuso del poder y el predominio de la injusticia, el testimonio de la iglesia cristiana confronta a los poderes que dominan en el presente, por eso, la proclamación del Reino anuncia a Jesucristo y denuncia a las fuerzas del mal.
Señalemos algunos principios bíblicos para un examen de nuestros políticos o aspirantes: ética ciudadana intachable (Deuteronomio 17:14-20), compromiso con la justicia social (Isaías 32:16-18), compromiso con los valores democráticos (Levítico 19:17-18), presentar un Plan de Gobierno y como lograrlo (Lucas 14:28-30), experiencia política (1 Reyes 12:1-15), experiencia aceptable de gestión pública (Mateo 25:14-30), equipo idóneo para gobernar (Hechos 6:1-7), equipo de candidatos idóneos (Salmos 1:1-6), estrategias de campaña que hablen  de su pensamiento, conducta y propósitos y su modo de tratar a sus adversarios (Salmos 15:1-5), y compromiso ciudadano de votar por personas que una nación necesita (Salmos 137:5-6), (Isaías 43:18-19), (Mateo 20:25-28), y (1 Reyes 12:7).
Finalmente ensayemos un perfil que defina la misión del cristiano en política, con la características del Verbo encarnado: auténtica identidad con Cristo, verdadera sabiduría para hacer juicios correctos y ordenados, equilibrio emocional donde los rasgos de la personalidad individual, sean dominadas por la razón, capacidad para amar aun al enemigo, negación de uno mismo o sentido de sacrificio.
Se necesita separar la Iglesia del Estado; el quehacer político partidarista de la misión de la iglesia, lo contrario es una distorsión de los principios cristianos, que deben guiar la conducta de los políticos cristianos.
Los dejo con dos preguntas, la primera desde el punto de vista de la evangelización: ¿Cómo hacer central el texto bíblico hoy, ante las generaciones que privilegian la imagen a la palabra? Y la segunda desde el punto de vista del desarrollo económico y social: ¿Cómo ser cristiano en una Latinoamérica rica en recursos naturales, pero con altos índices de pobreza?
- Ubaldo Tejada Guerrero – Analista Global.