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viernes, 19 de octubre de 2012

Evangélicos Peruanos: La cruzada de la otra “mayoria moral”

Por: Rolando Pérez
Peruano, Comunicador social. Investigador en  el campo de los medios y  la religion en América Latina. 

Profesor de la Pontificia Universidad Catolica del Peru, con estudios de postgrado en comunicación por  la Universidad de Colorad, Boulder- USA, en el que  participo como investigador asociado del Centro sobre Medios Religión y Cultura con sede en Boulder, Colorado, que dirige el profesor Stewart Hoover.  Director del Programa  de Comunicacion e incidencia publica de “Paz y Esperanza Internacional.

21 de Febrero del 2,011


La contienda electoral peruana revive nuevamente el debate respecto al modo como se re-sitúa el factor religioso en el escenario político actual. La reciente incursión del pastor Julio Rosas –influyente líder de un vasto sector de la comunidad evangélica –quien encabeza la lista de candidatos al parlamento del partido que lidera la hija del ex presidente Alberto Fujimori (condenado por violación de derechos humanos y responsable de actos de corrupción e instauración de un régimen dictatorial durante su gobierno), ha generado diversas reacciones respecto a las implicancias éticas del involucramiento de los líderes de las iglesias en la gestión pública y la acción política.


Junto con el pastor Rosas han emergido otros líderes religiosos que han decidido incidir en la esfera política, ubicándose en diferentes partidos, construyendo un discurso menos religioso, pero inspirados en la misma lógica teocrática del poder político, por el cual se asume que los gestores de la fe tienen un imperativo moral o un mandato cultural para extender su dominio religioso sobre todas las estructuras de la sociedad.
Ante el frustrado intento de lograr que un representante evangélico logre por la vía electoral asumir la presidencia de la Republica, los líderes de esta coalición, que antes hacían parte directa o indirectamente de un solo partido evangélico, han decidido acompañar a líderes y movimientos políticos que tienen el respaldo de un vasto sector del electorado o han logrado legitimidad mediática. Un antecedente reciente es el de la última campaña electoral municipal, en el que la candidata, cuyo partido históricamente representa a un sector de la derecha peruana, recibió no sólo el respaldo de varios líderes y pastores, sino también una suerte de “unción espiritual” en el marco de un inusual ritual evangélico electorero. La estrategia actual pasa, pues, por re-ubicarse estratégicamente en las tiendas políticas no religiosas, cuyos presupuestos ideológicos no colisionen en esencia con la cosmovisión moral conservadora y, en muchos casos, fundamentalista que ellos abrazan.
Es interesante observar que el discurso y determinados aspectos de la práctica política de muchos lideres y grupos de este sector evangélico tienen cercanas coincidencias con la cosmovisión religiosa y política que sostuvieron las cruzadas que –en momentos claves de la vida política norteamericana –emprendieron aquellos líderes que impulsaron la denominada “Mayoría Moral”, uno de los movimientos cristianos ultra-conservadores influyentes en la mentalidad de un vasto sector de la comunidad evangélica norteamericana. En nombre de la lucha contra el “humanismo secular”, los líderes de esta coalición “santificaron” la aplicación de políticas que justificaron la violación de los derechos humanos, acentuada con mayor fuerza en la administración del presidente Bush, quien –avalado por los pastores inspirados en la Mayoría moral –se asumía bendecido por Dios para llevar a cabo su autoritario y mesiánico proyecto político.
En el caso peruano actual, es interesante ver en este escenario la confluencia, no necesariamente organizada, de ciertos liderazgos eclesiásticos conservadores, católicos y evangélicos, que hacen parte implícitamente de esta suerte de “cruzada moral”, por el cual no dudan en sacrificar ciertos valores de la ética cristiana para legitimar un determinado modelo de sociedad y contrarrestar aquellos proyectos políticos que no concuerdan con su cosmovisión moral.
Hablando de esta implícita confluencia interconfesional, es interesante observar, por ejemplo, como el “discurso pastoral” del cardenal Juan Luis Cipriani, que escuchamos cada sábado por la emisora radial más influyente del Perú, coincide plenamente con la de otros líderes evangélicos mediáticos, quienes con frecuencia tienden a ser implacables respecto a aquellos pecados que tocan la moral individual, pero soslayan o justifican el pecado estructural enquistado en aquellas estructuras de poder que constantemente socaban la democracia y acentúan la exclusión social.
En este nuevo escenario, no debemos observar a estos líderes como actores religiosos que entran a la política de manera aventurera o que aparecen como consecuencia de algún llamamiento divino extraordinario para constituirse en los nuevos pastores de la política. Su aparición responde, más bien, a una presencia estratégica como parte de la cruzada de un movimiento religioso mayor con fuertes influencias para incidir desde su opción moral en las políticas públicas. Confluyen aquí no solo los líderes que entran visiblemente a la contienda electoral, sino también otros actores, constituidos en consejeros espirituales de autoridades y funcionarios públicos, asesores políticos, animadores mediáticos, que tienen la “tarea” de re-actualizar e insertar su discurso respecto a la moral pública en la agenda política y, por supuesto, hacer que el proyecto que abrazan sea mucho más digerible y menos amenazante para la ciudadanía.

¿Cuáles son los factores que hacen que este matrimonio entre fundamentalistas políticos y religiosos se fortalezca y se reactualice?

Por un lado, como ya se dijo, ambos sectores se necesitan para legitimar sus discursos y estrategias de poder. Los que están en la vereda política activa necesitan de los “rostros pastorales” y del discurso de los “predicadores de la moral” para ocultar sus responsabilidades éticas respecto a los actos de corrupción, violación de los derechos o la aplicación de modelos económicos que atentan contra la vida. Por su parte, aquellos que están en la frontera religiosa necesitan la plataforma y la estructura política no sólo para empoderarse en la esfera pública, sino también para influir desde su cosmovisión moral en las instancias desde donde se gestionan las políticas públicas.
Por otro lado, ambos coinciden en lo fundamental para sus intereses proselitistas: la instauración de un determinado orden regulador de la moral pública. Esta cosmovisión político-religiosa alimenta una particular forma de entender la práctica ciudadana, que reemplaza la búsqueda del bien común por una sociedad de privilegios, el consenso y el debate ciudadano, por una suerte de orden social predestinado.
Este proyecto que se sostiene en el tutelaje político-religioso pone evidentemente en cuestión valores centrales de la democracia y ningunea claramente el carácter laico del Estado. Por otro lado, tergiversa y banaliza el rol ético de las iglesias y movimientos de fe, que deberían constituirse en actores ciudadanos vigilantes, que ayuden a activar la memoria colectiva, y en promotores de la verdad y la justicia.

Este articulo ha sido publicado en el sitio web de la Agencia ALC

Comentario de Josue Vivanco

22 febrero, 2011
 
Es un artículo interesante, sobre todo, por la “lógica teocrática” que subyace en la coalición evangélica que actualmente participa en política. Hay que recordar que la teocracia no distingue entre el poder político y el poder religioso, sino que lo concibe como un solo poder. Las figuras bíblicas para representar los poderes político y religioso por separado son la de Rey y Sacerdote. Sin embargo, existe un personaje que es mayor que Abraham, fundador del pueblo de Dios, que representa la unificación de esto poderes: Melquisedec. Éste, según el libro a los Hebreos, ostenta un sacerdocio eterno del cual es heredero Cristo. Aquí Melquisedec es un arquetipo de la teocracia y bajo este arquetipo se constituyó el pueblo de Dios. Cómo se puede leer en muchas historias bíblicas esta teocracia causó la muerte de mucha gente incluidos niños, niñas, madres gestantes, ancianos incluso animales. Esta misma teocracia fue la que condenó a Jesús a la cruz y terminó con su vida.
En su versión cristiana la teocracia alcanza su esplendor en la era de Constantino. Esta vez la iglesia cristiana tiene pleno dominio político y religioso y la ejerce, como toda teocracia, con rigor e intolerancia. Como recordarás la modernidad hirió de muerte a la teocracia. Su influencia ocasionó una ruptura entre el poder político y el poder religioso. Dios no fue más el sentido del mundo ni la causa principal de su origen (por mundo me refiero no solamente al espacio sideral, sino también a la vida y a la organización social de la vida). Desde esa traumática ruptura el poder religioso fue reducido a la esfera privada. Sin embargo, hoy existen esfuerzos por recuperarla.
Para lograrlo buscan puntos de coincidencia. Hoy coinciden el libre mercado con la teología de la prosperidad; el fundamentalismo económico con el fundamentalismo evangélico, la derecha política conservadora con la derecha evangélica conservadora. En el Perú, como en otras partes, los presupuestos ideológicos de ambos poderes por fin coinciden en esencia. Tanto coinciden que para un sector importante de evangélicos PPK es el candidato ideal.
Lo que está en juego no sólo es la re-ubicación estratégica de la coalición evangélica, sino, sobre todo, la teología del Reino de Dios. Para el fundamentalismo el Reino de Dios se expresa en la teocracia. Ahora, ellos no sólo creen en la tarea evangelizadora, sino también en el imperativo de gobernar. El Reino de Dios es razón política, pero principalmente, razón ética. Al parecer la coalición evangélica superó la dicotomía iglesia-mundo; fe-política; sacro-profano para involucrarse en la gestión pública y acción política, pero esta participación no nace desde la razón ética, sino teológica, es decir, están teologizando la política, que es lo mismo que decir “están volviendo a la teocracia”.






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