Presbítero católico colombiano, prototipo del cura guerrillero y pionero de la teología de la liberación, este sacerdote fue adalid de esa estrategia triunfante que permitió a la Iglesia de Roma neutralizar en América los componentes materialistas y ateos de la izquierda revolucionaria de quinta generación, mediante la infiltración y el empeño en «bautizar» hasta el guevarismo, en los años previos a la descomposición final de la Unión Soviética, asegurando así la continuidad y el vigor de la presencia cristiana y católica en las democracias capitalistas hispanoamericanas tras el freno a la expansión de la «revolución latinoamericana». Como algunos revolucionarios marxistas vieron en Camilo Torres un táctico compañero de viaje, no es de extrañar que todavía hoy cierta izquierda extravagante le guarde alta consideración, reconocimiento que no se ha hecho público aún dentro de la propia organización clerical a la que sirvió (que ni siquiera le tiene abierta causa de beatificación).
Nació Jorge Camilo Torres Restrepo en Bogotá, el 3 de febrero de 1929, en el seno de una familia burguesa (hijo del afamado médico Calixto Torres Umaña y de Isabel Restrepo Gaviria). Vive sus primeros años en Europa (entre 1931 y 1934), y a partir de 1937, tras el divorcio de sus padres, en Bogotá con su madre, junto con su hermano Fernando Torres Restrepo [quien llegaría a ser reconocido médico, Profesor de Neurofisiología de la Universidad de Minnesota]. Realiza los estudios primarios en el Colegio Alemán, y los de secundaria en la Quinta Mutis de Bogotá. En 1946 se gradúa de bachiller en el Liceo Cervantes, y tras iniciar los estudios de derecho en la Universidad Nacional de Colombia, una firme vocación tardía –fenómeno casi epidémico en los años siguientes al final de la Segunda Guerra Mundial– le determina a abrazar el estado eclesiástico, ingresando en el Seminario Conciliar de Bogotá, donde permanece siete años, hasta ordenarse sacerdote católico en 1954.
Enviado a la Universidad Católica de Lovaina, cursa allí estudios de Sociología (se gradúa en 1958 como sociólogo con el trabajo Una aproximación estadística a la realidad socioeconómica de Bogotá, publicado en 1987 como La proletarización de Bogotá), y entabla en Bélgica relaciones con la Democracia Cristiana, en los años previos al Concilio Vaticano II, mientras menudeaban los debates sobre las virtudes y los riesgos del diálogo cristiano marxista, cuando en plena Guerra Fría se fraguaba el Conflicto chino soviético.
Vuelto en 1959 a América es nombrado Capellán auxiliar de la Universidad Nacional de Colombia. En 1960, junto con Orlando Fals, instaura en esa Universidad los estudios de Sociología, de los que fue profesor. Funda el Movimiento Universitario de Promoción Comunal (MUNIPROC), y ejercita la acción social en barrios populares y obreros de Bogotá, como el barrio Tunjuelito. Como Capellán universitario fue activo defensor de las reformas revolucionarias que introdujo el Concilio Vaticano II, como que el sacerdote actuara en la misa de frente al público, sin dar la espalda a su rebaño, o decir la misa en español, una vez consumado el abandono del latín buscando una mayor participación de los católicos en sus rituales. Colabora con el Instituto Colombiano para la Reforma Agraria (INCORA) y con la Escuela Superior de Administración Pública (ESAP) de Colombia.
Pero al Arzobispo de Bogotá, recién creado Cardenal, Luis Concha Córdoba (1891-1975), le parece excesivo el activismo del Capellán Camilo Torres, y le pide que renuncie a sus actividades en la Universidad Nacional, encomendándole en 1962 la cura de almas en la Parroquia de Veracruz.
En 1963 preside el Primer Congreso Nacional de Sociología, celebrado en Bogotá, al que presenta su estudio La violencia y los cambios socioculturales en las áreas rurales colombianas. En 1964 publica La desintegración social en Colombia está gestando dos subculturas. Es relevado oficialmente de su puesto de vicario-coadjutor de la parroquia de Veracruz. Participa activamente en el VII Congreso Latinoamericano de Sociología y se reincorpora a la Facultad de Sociología en calidad de profesor asociado. Promueve la creación de la Cooperativa de Desarrollo Comunal del Yopal.
A comienzos de 1965 su Cardenal Arzobispo le nombra miembro de la Comisión Arquidiocesana de Sociología Religiosa. En una intervención en Medellín propugna la unión y organización de la juventud mediante una Plataforma para un movimiento de unidad popular. Presenta en la Universidad de Bogotá la Plataforma del Frente Unido del Pueblo colombiano y pide a los estudiantes organizarse para luchar «con armas iguales» contra las fuerzas del orden, encabezando una marcha silenciosa hasta el Cementerio Central en homenaje al estudiante caído. Logra una vertiginosa presencia política: conferencias en Manizales, Cartago, Pereira, Ibagué, Medellín y Bogotá. Participa en Lima en el II Congreso Bolivariano de desarrollo de la comunidad.
En julio de 1965 viaja clandestinamente a Santander y toma contacto con Fabio Vázquez Castaño, máximo dirigente del Ejército de Liberación Nacional (ELN), que inspirado en el M-26 cubano se había levantado en armas en 1964, procedente de la Juventud del Movimiento Revolucionario Liberal (JMRL), del Movimiento de Obreros, Estudiantes y Campesinos (MOEC) y residuos de grupúsculos armados liberales anteriores. (El cura Camilo Torres prefirió acercarse al ELN y no al revolucionario Bloque Sur del Partido Comunista de Colombia –marxista materialista ateo, no dialogante con cristianos–, que había constituido poco antes, también en 1964, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC.)
Renuncia a sus compromisos clericales orgánicos (pero no al sacerdocio, por supuesto) y en agosto de 1965 inicia la publicación del semanario Frente Unido, en cuyo primer número (Bogotá, 26 de agosto de 1965, página 3) inserta un «Mensaje a los Cristianos» absolutamente significativo:
Mensaje a los Cristianos
Las convulsiones producidas por los acontecimientos políticos, religiosos y sociales de los últimos tiempos, posiblemente han llevado a los cristianos de Colombia a mucha confusión. Es necesario que en este momento decisivo para nuestra historia, los cristianos estemos firmes alrededor de las bases esenciales de nuestra religión.
Lo principal en el Catolicismo es el amor al prójimo. «El que ama a su prójimo cumple con su ley.» (San Pablo, Romanos XIII, 8). Este amor, para que sea verdadero, tiene que buscar eficacia. Si la beneficencia, la limosna, las pocas escuelas gratuitas, los pocos planes de vivienda, lo que se ha llamado «la caridad», no alcanza a dar de comer a la mayoría de los hambrientos, ni a vestir a la mayoría de los desnudos, ni a enseñar a la mayoría de los que no saben, tenemos que buscar medios eficaces para el bienestar de las mayorías.
Esos medios no los van a buscar las minorías privilegiadas que tienen el poder, porque generalmente esos medios eficaces obligan a las minorías a sacrificar sus privilegios. Por ejemplo, para lograr que haya más trabajo en Colombia, sería mejor que no se sacaran los capitales en forma de dólares y que más bien se invirtieran en el país en fuentes de trabajo. Pero como el peso colombiano se desvaloriza todos los días, los que tienen el dinero y tienen el poder nunca van a prohibir la exportación del dinero, porque exportándolo se libran de la devaluación.
Es necesario entonces quitarles el poder a las minorías privilegiadas para dárselo a las mayorías pobres. Esto, si se hace rápidamente, es lo esencial de una revolución. La Revolución puede ser pacífica si las minorías no hacen resistencia violenta. La Revolución, por lo tanto, es la forma de lograr un gobierno que dé de comer al hambriento, que vista al desnudo, que enseñe al que no sabe, que cumpla con las obras de caridad, de amor al prójimo, no solamente en forma ocasional y transitoria, no solamente para unos pocos, sino para la mayoría de nuestros prójimos. Por eso la Revolución no solamente es permitida sino obligatoria para los cristianos que vean en ella la única manera eficaz y amplia de realizar el amor para todos. Es cierto que «no haya autoridad sino de parte de Dios» (San Pablo, Romanos XXI, 1). Pero Santo Tomás dice que la atribución concreta de la autoridad la hace el pueblo.
Cuando hay una autoridad en contra del pueblo, esa autoridad no es legítima y se llama tiranía. Los cristianos podemos y debemos luchar contra la tiranía. El gobierno actual es tiránico porque no lo respalda sino el 20% de los electores y porque sus decisiones salen de las minorías privilegiadas.
Los defectos temporales de la Iglesia no nos deben escandalizar. La Iglesia es humana. Lo importante es creer también que es divina y que si nosotros los cristianos cumplimos con nuestra obligación de amar al prójimo, estamos fortaleciendo a la Iglesia.
Yo he dejado los privilegios y deberes del clero, pero no he dejado de ser sacerdote. Creo que me he entregado a la Revolución por amor al prójimo. He dejado de decir misa para realizar ese amor al prójimo, en el terreno temporal, económico y social. Cuando mi prójimo no tenga nada contra mí, cuando haya realizado la Revolución, volveré a ofrecer misa si Dios me lo permite. Creo que así sigo el mandato de Cristo: «Si traes tu ofrenda al altar y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconciliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda» (San Mateo V, 23-24).
Después de la Revolución los cristianos tendremos la conciencia de que establecimos un sistema que está orientado por el amor al prójimo.
La lucha es larga, comencemos ya...
Camilo Torres.»
El segundo número del semanario Frente Unido (Bogotá, 2 de septiembre de 1965) ofrece, como era de esperar tras el mensaje a los cristianos del primer número, su «Mensaje a los Comunistas»:
Mensaje a los Comunistas
Las relaciones tradicionales entre los cristianos y los marxistas, entre la Iglesia y el Partido Comunista pueden hacer surgir sospechas y suposiciones a las relaciones que en el Frente Unido se establezcan entre cristianos y marxistas y entre un sacerdote y el Partido Comunista.
Por eso creo necesario que mis relaciones con el Partido Comunista y su posición dentro del Frente Unido queden muy claras ante el pueblo colombiano.
Yo he dicho que soy revolucionario como colombiano, como sociólogo, como cristiano, como sacerdote. Considero que el Partido Comunista tiene elementos auténticamente revolucionarios y, por lo tanto, no puedo ser anticomunista ni como colombiano, ni como sociólogo, ni como cristiano, ni como sacerdote.
No soy anticomunista como colombiano, porque el anticomunismo se orienta para perseguir a compatriotas inconformes, comunistas o no, de los cuales la mayoría es gente pobre.
No soy anticomunista como sociólogo, porque en los planteamientos comunistas para combatir la pobreza, el hambre, el analfabetismo, la falta de vivienda, la falta de servicios para el pueblo, se encuentran soluciones eficaces y científicas.
No soy anticomunista como cristiano, porque creo que el anticomunismo acarrea una condenación en bloque de todo lo que defienden los comunistas y, entre lo que ellos defienden, hay cosas justas e injustas. Al condenarlos en conjunto, nos exponen a condenar igualmente lo justo y lo injusto, y eso es anticristiano.
No soy anticomunista como sacerdote, porque aunque los mismos comunistas no lo sepan, entre ellos pueden haber muchos que son auténticos cristianos. Si están de buena fe, pueden tener la gracia santificante y si tienen la gracia santificante y aman al prójimo se salvarán. Mi papel como sacerdote, aunque no esté en el ejercicio del culto externo, es lograr que los hombres se encuentren con Dios, y, para eso, el medio más eficaz es hacer que los hombres sirvan al prójimo de acuerdo a su conciencia.
Yo no pienso hacer proselitismo respecto de mis hermanos los comunistas, tratando de llevarlos a que acepten el dogma y a que practiquen el culto de la Iglesia. Pretendo, eso sí, que todos los hombres obren de acuerdo con su conciencia, busquen sinceramente la verdad y amen a su prójimo de forma eficaz.
Los comunistas deben saber muy bien que yo tampoco ingresaré a sus filas, que no soy ni seré comunista, ni como colombiano, ni como sociólogo, ni como cristiano, ni como sacerdote.
Sin embargo, estoy dispuesto a luchar con ellos por objetivos comunes: contra la oligarquía y el dominio de los Estados Unidos, para la toma del poder por parte de la clase popular.
No quiero que la opinión pública me identifique con los comunistas y por eso siempre he querido aparecer ante ella en compañía no solamente de estos, sino de todos los revolucionarios independientes y de otras corrientes.
No importa que la gran prensa se obstine en presentarme como comunista. Prefiero seguir mi conciencia a plegarme a la presión de la oligarquía. Prefiero seguir las normas de los Pontífices de la Iglesia antes que las de los pontífices de nuestras clases dirigentes. Juan XXIII me autoriza para marchar en unidad de acción con los comunistas, cuando dice en su encíclica Pacem in terris:
«Se ha de distinguir también cuidadosamente entre las teorías filosóficas sobre la naturaleza, el origen, el fin del mundo y del hombre, y las iniciativas de orden económico, social, cultural o político, por más que tales iniciativas hayan sido originadas e inspiradas en tales teorías filosóficas; porque las doctrinas, una vez elaboradas y definidas, ya no cambian, mientras que tales iniciativas encontrándose en situaciones históricas continuamente variables, están forzosamente sujetas a los mismos cambios. Además, ¿quién puede negar que, en dictados de la recta razón e intérpretes de las justas aspiraciones del hombre, puedan tener elementos buenos y merecedores de aprobación?»
«Teniendo presente esto, puede a veces suceder que ciertos contactos de orden práctico, que hasta aquí se consideraban como inútiles en absoluto, hoy por el contrario sean provechosos, o puedan llegar a serlo. Determinar si tal momento ha llegado o no, como también establecer las formas y el grado en que hayan de realizarse contactos en orden a conseguir metas positivas, ya sea en el campo económico o social, ya también en el campo cultural o político, son puntos que sólo puede enseñar la virtud de la prudencia, como reguladora que es de todas las virtudes que rigen la vida moral tanto individual como social.»
Cuando la clase popular se tome el poder, gracias a la colaboración de todos los revolucionarios, nuestro pueblo discutirá sobre su orientación religiosa.
El ejemplo de Polonia nos muestra que se puede construir el socialismo sin destruir lo esencial que hay en el cristianismo. Como decía un sacerdote polaco: «Los cristianos tenemos la obligación de contribuir a la construcción del estado socialista siempre y cuando se nos permita adorar a Dios como queremos.»
Camilo Torres.»
Los «mensajes» semanales del cura Torres irán destinados, en los siguientes números de Frente Unido a los Militares (nº 3, 9 de septiembre), a los No alineados (nº 4, 16 de septiembre), a los Sindicatos (nº 5, 23 de septiembre), a los Campesinos (nº 7, 7 de octubre), a las Mujeres (nº 8, 14 de octubre), a los Estudiantes (nº 9, 21 de octubre), a los Desempleados (nº 10, 28 de octubre), a los Presos políticos (nº 12, 18 de noviembre) y a la Oligarquía (extraordinario del 9 de diciembre de 1965).
En septiembre de 1965 recorre Colombia propugnando la abstención en las elecciones y participando en manifestaciones antigubernamentales en Cúcuta, San Gil, Barrancabermeja, Cali, Palmira, Buga, Ocaña, Bucaramanga, Medellín, Ibagué, Barranquilla... hasta la gran manifestación de octubre celebrada en la Plaza de Bolívar en Bogotá. Ese mismo mes, el «Mensaje a los Campesinos» que el cura Torres publica en el nº 7 de Frente Unido, contiene un curioso argumento de autoridad que permite mostrar el afrancesamiento ideológico (antiyanki, por supuesto) en el que se movían:
«El Gobierno dice que los campesinos iniciaron la violencia. Los campesinos dicen que fue el gobierno. En Francia intelectuales de todas las corrientes, después de haber investigado, dicen que los campesinos tienen la razón.
Yo quiero retar al gobierno, para que pida, si se atreve, una comisión investigadora a las Naciones Unidas, constituida por países neutrales para que juzguen los casos de Marquetalia, Pato, Guayabero y Río Chiquito.
Sabemos que la similitud del desembarco de los marines en Santo Domingo son los desembarcos del ejército colombiano, dirigidos por la misión militar norteamericana en las repúblicas independientes.»
En noviembre de 1965 decide trasladar su sacerdocio católico de la teoría revolucionaria a la práctica guerrillera, uniéndose al ELN (formado entonces por unos 60 miembros), en una decisión que sirvió para consolidar temporalmente el prestigio de los elenos frente al resto de las organizaciones insurgentes. En el número extraordinario del periódico Frente Unido que lleva fecha de 9 de diciembre de 1965 publica un «Mensaje a la Oligarquía» que termina con este párrafo que no deja lugar a dudas sobre el lugar que el autor se atribuye como voz autorizada del «Pueblo» (colombiano):
«Como último grito de alarma quiero decirles: Señores oligarcas, el Pueblo ya no les cree nada a ustedes. El Pueblo no quiere votar por ustedes. El Pueblo está harto y desesperado. El Pueblo no quiere ir a las elecciones que ustedes organicen. El Pueblo no quiere a Carlos ni Alberto Lleras ni a ninguno de ustedes. El Pueblo está sufriendo y resuelto a todo. El Pueblo sabe que ustedes también están resueltos a todo. Por eso les pido que sean realistas y que si quieren engañar al Pueblo con nuevas componendas políticas, no vayan a creer que el Pueblo les va a tener fe. Ustedes saben que la lucha irá hasta las últimas consecuencias. La experiencia ha sido tan amarga que el Pueblo ya está decidido a echar el todo por el todo. Desgraciadamente los oligarcas aislados, ciegos y orgullosos parecen no querer darse cuenta de que la revolución de las masas populares colombianas no parará ahora sino hasta lograr la conquista del poder para el Pueblo.»
Y en enero de 1966, ya «desde las montañas», se difunde su «Proclama al Pueblo colombiano», que alcanzó amplia difusión:
Proclama al Pueblo colombiano
Colombianos:
Durante muchos años los pobres de nuestra patria han esperado la voz de combate para lanzarse a la lucha final contra la oligarquía.
En aquellos momentos en los que la desesperación del pueblo ha llegado al extremo, la clase dirigente siempre ha encontrado una forma de engañar al pueblo, distraerlo, apaciguarlo con nuevas fórmulas que siempre paran en lo mismo: el sufrimiento para el pueblo y el bienestar para la casta privilegiada.
Cuando el pueblo pedía un jefe y lo encontró en Jorge Eliécer Gaitán, la oligarquía lo mató. Cuando el pueblo pedía paz, la oligarquía sembró el país de violencia. Cuando el pueblo ya no resistía más violencia y organizó las guerrillas para tomarse el poder, la oligarquía intentó el golpe militar para que las guerrillas, engañadas, se entregaran. Cuando el pueblo pedía democracia se le volvió a engañar con un plebiscito y un Frente Nacional que le imponían la dictadura de la oligarquía.
Ahora el pueblo ya no creerá nunca más. El pueblo no cree en las elecciones. El pueblo sabe que las vías legales están agotadas. El pueblo sabe que no queda sino la vía armada. El pueblo está desesperado y resuelto a jugarse la vida para que la próxima generación de colombianos no sea de esclavos. Para que los hijos de los que ahora quieren dar su vida tengan educación, techo, comida, vestido y, sobre todo dignidad. Para que los futuros colombianos puedan tener una patria propia, independiente del poderío norteamericano.
Todo revolucionario sincero tiene que reconocer la vía armada como la única que queda. Sin embargo, el pueblo espera que los jefes, con su ejemplo y con su presencia, den la voz de combate.
Yo quiero decirle al pueblo colombiano que este es el momento. Que no le he traicionado. Que he recorrido las plazas de los pueblos y ciudades caminando por la unidad y la organización de la clase popular para la toma del poder. Que he pedido que nos entreguemos por estos objetivos hasta la muerte.
Ya todo está preparado. La oligarquía quiere organizar otra Comedia de elecciones, con candidatos que renuncian y vuelven a aceptar, con comités bipartidistas, con movimientos de renovación a base de Ideas y de personas que no sólo son viejas sino que han traicionado al pueblo. ¿Qué más esperamos, colombianos? Yo me he incorporado a la lucha armada. Desde las montañas colombianas pienso seguir la lucha con las armas en la mano, hasta conquistar el poder para el pueblo. Me he incorporado al Ejército de Liberación Nacional porque en él encontré los mismos ideales del Frente Unido. Encontré el deseo y la realización de una unidad por la base, la base campesina, sin diferencias religiosas ni de partidos tradicionalistas. Sin ningún ánimo da combatir a los elementos revolucionarios de cualquier sector, movimiento o partido. Sin caudillismos. Que buscan liberar al pueblo de la explotación, de las oligarquías y del imperialismo. Que no depondrá las armas mientras el poder no esté totalmente en manos del pueblo. Que en sus objetivos acepta la plataforma del Frente Unido.
Todos los colombianos patriotas debemos ponernos en pie de guerra. Poco a poco irán surgiendo jefes guerrilleros experimentados en todos los rincones del país. Mientras tanto debemos estar alerta. Debemos recoger armas y municiones. Buscar entrenamiento guerrillero. Conversar con los más íntimos. Reunir ropas, drogas y provisiones para prepararnos a una lucha prolongada.
Hagamos pequeños trabajos contra el enemigo, en los que la Victoria sea segura. Probemos a los que se dicen revolucionarios. Descartemos a los traidores. No dejemos de actuar, pero no nos impacientemos. En una guerra prolongada todos deberán actuar en algún momento. Lo que importa es que en ese preciso momento la revolución nos encuentre listos y prevenidos. No se necesita que todos hagamos todo. Debemos repartir el trabajo. Los militantes del Frente Unido deben estar a la vanguardia de la iniciativa y de la acción. Tengamos paciencia en la espera y confianza en la victoria final.
La lucha del pueblo se debe volver una lucha nacional. Ya hemos comenzado, porque la jornada es larga.
Colombianos: No dejemos de responder al llamado del pueblo y de la revolución.
Militantes del Frente Unido, hagamos una realidad nuestras consignas:
¡Por la unidad de la clase popular, hasta la muerte!
¡Por la organización de la clase popular, hasta la muerte!
¡Por la toma del poder para la clase popular, hasta la muerte!
Hasta la muerte, porque estamos decididos a ir hasta el final. Hasta la victoria, porque un pueblo desde que se entrega hasta la muerte siempre logra la victoria.
Hasta la victoria final, con las consignas del Ejército de Liberación Nacional.
Ni un paso atrás... ¡Liberación o muerte!
Camilo Torres Restrepo
Por el Ejército de Liberación Nacional, Fabio Vázquez Castaño, Víctor Medina Morón.
Desde las montañas, enero de 1966.»
Murió Camilo Torres Restrepo el 15 de febrero de 1966, en Patio Cemento, municipio de San Vicente de Chucurí (departamento de Santander), durante la primera acción armada en la que intervino, una emboscada que dispusieron unos 35 efectivos del ELN contra un destacamento del ejército colombiano. Y aunque lograron aniquilar a las tropas que cayeron víctimas de la emboscada, un militar herido pudo defenderse y neutralizar al bisoño cura guerrillero, que se había apresurado al ir a recoger las armas de los soldados que habían sorprendido y asesinado. Sepultado por el ejército en algún lugar clandestino, se desconoce hoy el paradero de sus restos, aunque el ELN no renuncia a recuperarlos para poderlos convertir en reliquia objeto de culto. (Como es natural, aunque Camilo Torres falleció en una sangrienta emboscada organizada por el ELN, el comunicado que esa organización difundió un par de meses después contaba las cosas a su manera: «...con profunda tristeza y un odio amargo contra la oligarquía, el Ejército de Liberación Nacional informa al Pueblo colombiano y a los revolucionarios del mundo de la muerte del gran líder revolucionario, Padre Camilo Torres Restrepo, acaecida el 15 de febrero de 1966, en un encuentro entre nuestras fuerzas y una expedición punitiva del ejército.»)
En pleno lanzamiento como icono revolucionario, más en la línea prochina que en la prosoviética, de la figura de este cura guerrillero colombiano, al cumplirse un año de su muerte, el primer número de la revista cubana Pensamiento Crítico se abría, en febrero de 1967, con un largo artículo de Camilo Torres Restrepo, «La violencia y los cambios sociales», con el que la Cuba exportadora de la revolución procuraba incorporar a su agitprop al violento presbítero católico, glosado de este modo:
«Camilo Torres. El héroe colombiano nació el 3 de febrero de 1929. Estudió en un liceo laico. Fue licenciado en Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional de Bogotá, haciendo estudios de post-graduado en las universidades de Lovaina y Minnesota. Por la simpatía que gozaba en los medios estudiantiles recibió el nombramiento de Capellán de la Universidad Nacional de Bogotá en marzo de 1959. Fue retirado de ese cargo en febrero de 1961, cuando se hicieron notorios sus primeros encuentros ideológicos con la jerarquía eclesiástica. Llegó a ser profesor de Metodología de la Investigación Sociológica y de Sociología Urbana en esa misma Universidad. A mediados de 1965 se incorpora el frente guerrillero del E. L. N. Muere en combate el 17 de febrero de 1966. Entre otros trabajos, dejó escritos los siguientes: Estudio de la Realidad Estadística y Social de Bogotá, La Asimilación del Inmigrante Rural a la Sociedad, &c. Una selección de sus mensajes y artículos políticos será publicada próximamente por Edición Revolucionaria.» (Pensamiento Crítico, La Habana, nº 1, febrero de 1967, pág. 158.)
El 16 de abril de 1967 un suplemento especial de la revista Tricontinental publicaba el famoso mensaje de Ernesto Che Guevara (que organizaba entonces en secreto la guerrilla en Bolivia): «Crear dos, tres... muchos Viet-Nam, es la consigna», en el que puede leerse: «En el marco de esa lucha de alcance continental, las que actualmente se sostienen en forma activa son sólo episodios, pero ya han dado los mártires que figurarán en la historia americana como entregando su cuota de sangre necesaria en esta última etapa de la lucha por la libertad plena del hombre. Allí figurarán los nombres del Comandante Turcios Lima, del cura Camilo Torres, del Comandante Fabricio Ojeda, de los Comandantes Lobatón y Luis de la Puente Uceda, figuras principalísimas en los movimientos revolucionarios de Guatemala, Colombia, Venezuela y Perú.»
Las consignas de Camilo Torres («El deber de todo cristiano es ser revolucionario, y el deber de todo revolucionario es hacer la revolución», «Los marxistas luchan por la nueva sociedad, y nosotros, los cristianos, deberíamos estar luchando a su lado», «Que no nos pongamos a discutir si el alma es mortal o es inmortal, sino pensemos que el hambre si es mortal y derrotemos el hambre para tener la capacidad y la posibilidad después de discutir la mortalidad o la inmortalidad del alma») y su ejemplo pasaron a ser referencia en tantas iniciativas idealistas, utópicas, espiritualistas y religiosas tendentes a neutralizar la revolución comunista en América mediante arreglos reformadores cristianos proclives a la socialdemocracia: el grupo de cristianos colombianos «Golconda», distintas irisaciones de la «teología de la liberación», curas guerrilleros confusos entre terrorismos e insurrecciones armadas, «Sacerdotes para el socialismo» chilenos colaboradores de Salvador Allende, el presbítero católico Ernesto Cardenal y el sandinismo de Nicaragua, &c.
En enero de 1968, entre las conclusiones que alcanzaron unos sacerdotes católicos delegados al Congreso Cultural de La Habana, leídas el 12 de enero por el mismísimo comandante Fidel Castro en su discurso de clausura, se declararon convencidos «de que el sacerdote Camilo Torres Restrepo, al morir por la causa revolucionaria dio el más alto ejemplo de intelectual cristiano comprometido con el pueblo» (Nosotros, sacerdotes católicos...).
Si notable y hasta cierto punto sorprendente –vistos los resultados para el marxismo de su diálogo con los cristianos– fue el ensalzamiento de Camilo Torres Restrepo en Cuba (abriendo la revista Pensamiento Crítico en 1967; dando su nombre al «Seminternado de Primaria Camilo Torres Restrepo» de La Habana, en cuya inauguración el Comandante Fidel Castro pronunció su discurso «La escuela del comunismo»; dando su nombre al «Policlínico Camilo Torres» en Santiago de Cuba, inaugurado por Fidel el 5 de enero de 1969, &c.) y en los entornos de la «revolución latinoamericana», no fue menor el interés que este cura guerrillero anticomunista suscitó, no sólo en los Estados Unidos de América del Norte, sino en los ambientes católicos progresistas de los atormentados germanos y en los de la España del tardofranquismo preautonómico, sobre todo en Barcelona: en 1968 la católica revista El Ciervo le dedicó un número extraordinario, y la editorial Nova Terra [la misma que publicaba ese mismo año el opúsculo de Manuel Sacristán, Sobre el lugar de la filosofía en los estudios superiores, 38 págs.] un par de libros: Camilo Torres, el cura que murió en las guerrillas. El itinerario del padre Camilo a través de sus escritos, su acción y su palabra, y la traducción al catalán de La revolucio, imperatiu cristia (edición de 1968 que prueba que bajo el régimen de Franco podían publicarse y se publicaban no sólo libros en catalán, sino hasta libros «revolucionarios»). Ofrecemos una selección bibliográfica de obras de y sobre Camilo Torres, ordenada cronológicamente, que podrá servir a un lector perspicaz para advertir una pequeña parte de los episodios que, tras el traspiés sufrido con el despistado Albino Luciani en 1978, lograron cuajar bajo el reinado del Karol Wojtyla, el Papa polaco que vio desmoronarse la Unión Soviética (otros puntales del anticomunismo triunfante, por ejemplo, entre los receptores del Premio Nobel de la Paz: Sajárov en 1975, Amnistía Internacional en 1977, Lech Walesa en 1983, Mijail Gorbachov en 1990, Rigoberta Menchú en 1992, &c.)
Selección bibliográfica cronológica de y sobre Camilo Torres Restrepo:
Camilo Torres Restrepo & Berta Corredor Rodríguez, Las escuelas radiofónicas de Sutatenza Colombia: evaluación sociológica de los resultados, Oficina Internacional de Investigaciones Sociales de Feres (Col. Estudios Sociológicos Latino-Americanos, nº 5), Friburgo 1961, 75 págs. (Pero impreso en Madrid, Sucesores de Rivadeneyra.)
Camilo Torres Restrepo, La revolución, imperativo cristiano, Ediciones del Caribe, Bogotá 1965.
El Padre Camilo Torres Restrepo (1956-1966), Centro Intercultural de Documentación, Cuernavaca, México 1966, 377 págs.
Monseñor Germán Guzmán Campos, Camilo: presencia y destino, SEP, Bogotá 1967; El Padre Camilo Torres. El Hombre y sus Obras, Siglo Veintiuno Editores, México 1968, 321 págs; 5ª ed. 1971. Versión en inglés: Camilo Torres (traducido del español por John D. Ring), Sheed and Ward, Nueva York 1969, 310 págs. Versión en alemán: Camilo Torres, Persönlichkeit und Entscheidung (traducido del español por Ilse Pérez & Harald Hildebrand), Union Verlag, Berlín 1969, 373 págs.; Kösel Verlag, Munich 1970, 343 págs; Schweizer Volks-Buchgemeinde, Lucerna 1971; Union Verlag, Berlín 1972, 377 págs. Versión en francés: Camilo Torres, le curé guérillero, Casterman, París 1968, 316 págs. Versión en italiano: Cattolicesimo e rivoluzione in America Latina: vita di Camilo Torres, Laterza, Bari 1968, 261 pags.
Camilo Torres, el cura que murió en las guerrillas. El itinerario del padre Camilo a través de sus escritos, su acción y su palabra, Editorial Nova Terra (Col. El Sentido de la Historia, nº 3), Barcelona 1968, 297+3 págs.
Camilo Torres, La revolucio, imperatiu cristia, Editorial Nova Terra (Col. L'home nou), Barcelona 1968, 134 págs.
Horacio Bojorge S. J. y otros, Retrato de Camilo Torres («La circunstancia latinoamericana», por Horacio Bojorge [Montevideo 1934, Jesuita], Hildegard Goss-Mayr [Viena 1930, ideóloga cristiana de la 'no-violencia' y de la 'reconciliación'], Pedro Pérez-Medrano [español], Gonzalo Alfonso Pineda [colombiano], «Perfil de Camilo Torres» por Juan Gomis), El Ciervo, revista mensual, nº 171 bis, especial mayo 1968, Barcelona 1968, 122 págs. En libro: Grijalbo (Colección 70), Barcelona 1969, 158 págs; versión brasileña por Religiao e Sociedade, Edicao do Autor 1968, 186 págs.
Norberto Habegger, Camilo Torres, el cura guerrillero (prólogo de Alejandro Mayol), A. Peña Lillo, Buenos Aires 1967, 312 págs.
Carlos H. Pareja, El Padre Camilo, el cura guerrillero. Cuatro ensayos sobre la lucha entre el pueblo y la oligarquía en la historia de Colombia [1. Los Comuneros: Galán, 1781; 2. Nariño el rebelde, 1814; 3. Jorgo Eliécer Gaitán, 1948; 4. El Padre Camilo Torres, 1966], Nuestra América, México 1968, 262 págs.
Camilo Torres, Ecrits et Paroles, Seuil, París 1968, 319 págs. (traducción de Didier Coste, Jean-Michel Fossey & Henri de la Vega).
Camilo Torres, revolução na America Latina, Editôra Mensageiro da Fé, Salvador 1968, 220 págs.
Camilo Torres, Liberazione o morte. Antologia deglo scritti, Prefazione all'edizione italiana di Gian Mario Albani, Feltrinelli, Milán 1968, 160 págs.
John Alvarez García & Christian Restrepo Calle, Camilo Torres: Priest and Revolutionary. The text of his political programme and of his messages to the Colombian people (traducido del español por Virginia M. O'Grady, con un prefacio de Dorothy Day), Sydney Sheed & Ward, Londres 1968, 128 págs.
John Alvarez García & Christian Restrepo Calle, Camilo Torres: his life and his message. The text of his original platform and all his messages to the Colombian people, Templegate Publishers, Springfield 1968, 128 págs.
Carlos Delgado Fernández, Camilo Torres, primer revolucionario de América Hispana, Bogotá 1968?, 99 págs.
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Textos de Camilo Torres Restrepo en el Proyecto filosofía en español:
1963 La violencia y los cambios sociales