POR: UBALDO TEJADA GUERRERO
ANALISTA GLOBAL
En el Perú es difícil hablar de la perseverancia, del gusto por el
trabajo, en un país en el que tantos millones de ciudadanos carecen de una
ocupación digna. En un país donde las formas más contemporáneas de demagogia
abrieron el año 2,014, reverdeciendo el antiguo desprecio por el trabajo
intelectual y el conocimiento, canjeado por el pragmatismo utilitarista neoliberal,
que sigue corriendo libre por la ausencia de Estado para los pobres.
Mucho se habla de sostenibilidad, pero sólo se puede construir
institucionalidad en el Perú, si superamos el concepto del protagonismo del “yo
lo hice”, para ir comprendiendo que lo que alguien empieza el otro debe
concluirlo, donde uno no debe ser reconocido por su caudillismo, porque la
ciudadanía de a pie, reconoce que es mas que un líder político, es una líder
ético.
Estamos frente a un escenario, donde lo primero que se evidencia es
que estamos frente a una grave crisis moral, que lleva a pensar, que sólo se va
a vencer las condiciones de pobreza a partir de actividades ilícitas. El Perú
pese a los éxitos macroeconómicos, es una sociedad muy desigual, donde los
líderes políticos no trabajan siquiera
un escenario mínimo por una ciudadanía plena, así no es posible un régimen democrático.
Cuando se discute la libertad de prensa por los grandes grupos
económicos, no podemos permitir que ésta se concentre en pocas manos. En la
libertad de prensa, no se puede separar el problema editorial, del problema
político, porque en ella las fusiones son naturales.
El Papa Francisco, nos ha hecho recordar que las responsabilidades
cristianas, vista sola como una ocupación que principia y termina en si misma,
desligada de la práctica es muerta. El nos recuerda que nadie es cristiano, por
el sólo hecho de saber en que consiste el cristianismo, sino que el ser humano
empieza realmente a ser cristiano, cuando se hace cristiano, nunca antes. Es
decir cuando damos la vida por los demás, por los pobres.
En términos capitalistas, se habla de crecimiento sostenido en el
Perú, pero no se dice nada que es necesario mejorar la calidad del capital
humano, reducir la informalidad y diversificar la actividad productiva y
exportadora, sin dejar de ser realistas que nuestro país necesita crecer por
encima del 5% por unos 8 años para alcanzar el nivel de México y 12 años para
llegar al nivel de Chile. Según estimaciones del FMI en el año 2,014, México
crecería el 3%, Chile 4.5%, Colombia 4.2% y Perú 5.7 %, todos ellos integrantes
de la Alianza del Pacífico.
En condiciones de desigualdad en el Perú, es difícil mantener
estabilidad macroeconómica sin cohesión social, sin cambio en políticas
públicas y sin inversión privada responsable, porque aun nos encontramos muy
lejos de tener una verdadera política de Estado que maximice la generación de
riqueza y su distribución al pueblo como entes productivos y no asistenciales.
Lo cierto es que el Perú es un
país de varias naciones y una de ellas está mayoritariamente afuera (migrantes,
etnias serranas y selváticas e informales). Somos un país diverso y multicultural,
con maneras distintas de entender la peruanidad y la vida. El Perú del siglo
XXI, es un país que está dibujando su identidad, que la está creando desde
abajo, sin calco ni copia. Ésta realidad nunca
estuvo en la agenda de nuestras castas políticas.
Siempre hablamos de identidad, lo cierto es que el Perú nunca tuvo
políticas culturales oficiales para construir identidad. Es increíble, que
después de tantas promesas republicanas de nuestros gobernantes, hoy ni
siquiera seamos capaces de consultarles a los peruanos, que modelo de
desarrollo queremos, que no tengamos una educación bilingüe real, ni medios de
comunicación en otras lenguas como el quechua, aymara o ashanica; pero, debemos
seguir soñando con la utopía solidaria de que un nuevo Perú es posible.
Lo que observamos en la escena política plagada de caudillos
mesiánicos, nos dice que necesitamos ser mas que un líder político, que se
anticipe a los problemas, que acepte la verdad sobre la mentira, que no
abandone un objetivo nacional por falta de soberanía, donde no se crezca por
clanes familiares o grupos de poder, sino por equipos de peruanos, donde los
líderes no se desarrollen por seguidores o adulones oportunistas, sino por
nuevos líderes.
La experiencia chilena o uruguaya, nos dice en Latinoamérica y el
Caribe que revolucionarios que sobrevivieron a la represión y las dictaduras,
llegaron a entender en éste siglo, que la democracia, lejos de ser la camisa de
fuerza de los pueblos, es condición esencial de todo cambio profundo, de toda
justicia verdadera.
Las elecciones 2014-2016 en Perú, serán críticas por la carencia de
partidos políticos genuinamente merecedores de ese nombre. En vez de ellos
tenemos pequeños clubes, muchas veces constituidos por personas improvisadas,
mesiánicas; y, centrado en intereses particulares, que desde el Estado forjan
sus fortunas, debilitando la institucionalidad.
Estamos ante una invasión de la
precariedad de la vida política, por un criterio del beneficio privado,
eslabonado por redes de compromisos, influencias, que de ética no tienen nada;
sino, mas bien siguen nefastos estilos de la década Fujimori-Montesinos,
diseñados para un manejo ostensiblemente ilícito de la cosa pública, que no
garantizan elecciones limpias y democráticas.
Los peruanos queremos algo simple, queremos un país para todos, lejos
del abandono de nuestros abuelos de la tercera edad, lejos del trabajo precario
y de la mano de obra barata y sin derechos laborales de nuestros jóvenes; y,
donde el arte, la cultura sean expresión del Perú profundo. Mientras la
sociedad nacional emergente sigue tomando la ciudades.
Hay una sola alternativa: el empoderamiento ciudadano, que ocupe el
espacio de liderazgo político vacío en el Perú. Necesitamos de ciudadanos que
sean mas que líderes políticos, capaces de llenar el vació ético político, que
reivindique la decencia y el sentido de trabajo por los demás, que crean que la
política es servicio genuino por el bien del país.
Que el inicio del año 2014 en el Perú, nos persuada, que mas
trascendente que los resultados “meritocráticos”, son los principios que elevan
el significado de la lucha por la lucha por la regeneración moral del Perú, que
hoy debe encararse por una justa y noble causa de combatir el mal endémico
republicano: la corrupción, raíz de todos los males, incluido la delincuencia
menuda y de cuello y corbata, y el narcotráfico.