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sábado, 11 de enero de 2014

ÉTICA EN EL PODER JUDICIAL


POR: UBALDO TEJADA GUERRERO
Analista Global
La ética en el Poder Judicial, solamente puede ser entendida  en el marco de una democracia real, desarrollando una cultura de verdadera y profunda dimensión de derechos humanos y una comprensión cabal de la necesidad y perspectiva del desarrollo humano y ciudadanía.
La corrupción en las instituciones del Estado peruano, encuentran a un Poder Judicial como una de las entidades mas criticadas por la ciudadanía, que al final observan impotentes como el Estado de derecho no encuentra asideros confiables en muchos magistrados responsables de ejercer el noble ejercicio del derecho.
Que difícil es hoy encontrar en las altas esferas del estado y en sus instituciones, personas que no sean fatuas, que nos sean sabios en su propia opinión por la mucha o poca cultura que tengan, sino que posean la sabiduría y el entendimiento para hallar el punto medio de equilibrio entre el espíritu de independencia respecto a los demás y el espíritu de humildad ante si mismos.
Hablar de corrupción hoy, nos lleva a entender a que nos enfrentamos, a una organización criminal que actúa en varios frentes y su núcleo de dirigentes e individuos relacionados, conformados por varios cientos de personas, que a la vez cruza muchos ámbitos funcionales: políticos, militares, judiciales, electorales, periodísticos, financieros y empresariales. Así el comportamiento delictivo, cruza todo el código penal desde actos de corrupción, lavado de activos, delitos contra la función jurisdiccional, hasta tráfico de armas, fraudes tributarios, extorsiones, homicidios u delitos contra la humanidad.
Una regeneración moral de la función judicial, pasa por tener abogados y magistrados  dignos sin llegar a ser orgullosos, pero al mismo tiempo humildes, pero no serviles, cuya vocación democrática, no sólo se exprese en la palabra, sino en su trayectoria de vida, como un atributo que se da en los hombres de profundas convicciones.
Seguimos sin entender como los hombres que deciden abrazar el derecho, carecen de vocación entendida como escuela de integridad, austeridad y rebeldía a las injusticias, para lo cual es necesario ser fiel a la justicia, entendida como un principio no negociable, que como todas las virtudes, se manifiesta solamente a quienes creen en ella.
Hacemos la invocación a los magistrados del Poder Judicial, sobre la vocación, cuyas características son el amor, la exclusividad en el objeto amado y el interés por servirlo. Solamente así comprendemos que la justicia se logra, no sólo en el instante en que el juez la materializa en una sentencia, sino que ella puede ser alcanzada, gracias a la excelsa función de abogado que, al proporcionar los elementos de juicio acertados, permiten su obtención, identificándose con la construcción lógica que realiza la mente del juez, en el instante de fallar.
Todo nos conduce a señalar el perfil de un magistrado probo, cuyas actitudes se precisan en su conducta intachable, severa e incorruptible. Así se va configurando el carácter inaccesible a la adulación, incapaz de sacar ventaja de su posición, sin someterse al poderoso, sin congraciarse con los gobiernos o con estudios influyentes para conseguir una promoción.
Ésta ética ciudadana caracterizada por su firmeza u severidad, debe conllevarles a ser austeros, a no observar como hoy en día, el gusto de altos magistrados por la ostentación y la publicidad,  que los hace perder la serenidad, ni pensar jamás en el “marketing” que tanto deforma hoy la calidad de jueces y fiscales.

Cada día en el Perú, el empoderamiento ciudadano es una necesidad, para rescatar la función ética en las instituciones del Estado. Ello se puede lograr generando una cultura de resistencia, de solidaridad y de desarrollo  de una nueva cultura política, entendida como pensamiento social para el siglo XXI, construyendo ciudadanía desde el mismo pueblo, una mundialización auténtica y profunda, ser ciudadanos del mundo y a compartir la tierra.

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