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sábado, 17 de diciembre de 2011

EL PAPA, LA PEDOFILIA Y LA LUCHA DE CLASES

Estados Unidos
Sara Flounders : Escritora, periodista y activista social
(International Action Center – Wolkers World Party )
Hace más de 150 años , en El Manifiesto Comunista, Marx y Engels explicaron que toda la historia escrita de la humanidad ha sido una historia de lucha de clases: “ hombres libres y esclavos, patricios y plebeyos, señores y siervos…opresores y oprimidos se enfrentaron siempre, mantuvieron una lucha constante, velada unas veces y otras franca y abierta; lucha que terminó siempre con la transformación revolucionaria de toda la sociedad o el hundimiento de la clase en pugna… La moderna sociedad burguesa que ha salido de entre las ruinas de la sociedad feudal, no ha abolido las contradicciones de clase. Únicamente ha sustituido las viejas clases, las viejas condiciones de opresión, las viejas formas de lucha, por otras nuevas”
Ahora bien, el marxismo es una ciencia que explica los asuntos de la clase subyacentes a hechos sociales que parecen oscuros y alejados de la lucha inmediata a los trabajadores. Desde esta perspectiva, una lucha feroz ha amenazado a la iglesia católica durante los últimos 25 años, conforme algunos de los más oprimidos sobrevivientes de abusos sexuales durante su infancia iban exigiendo cada vez que se actuase contra sacerdotes individuales y, últimamente, contra la poderosa jerarquía eclesiástica , incluidos obispos y cardenales que de forma constante han protegido a los violadores. Esta exigencia de injusticia, surgida desde abajo, ha logrado lo impensable: sacar a la luz, el papel del papa actual, Benedicto XVI, en un monstruoso y punible encubrimiento internacional. La actual controversia , por mucho que se esconda tras vestimentas clericales, no deja de ser una lucha de clases en el interior de la iglesia católica. Se trata de una pequeña parte de la lucha de clases global que aspira a la plena igualdad de derechos y autoridad.
Lo que antes se aceptaba por que parecía no haber otro remedio, hoy se ha vuelto intolerable. Los miles de víctimas de abusos sexuales que hoy presentan cargos de pedofilia, eran leales creyentes de la clase obrera y del pueblo sin ningún poder hasta ahora (años después) para oponer resistencia o confesar a sus propias familias los delitos de los que fueron víctimas. Eran niños violados en hospicios, reformatorios, escuelas para sordomudos y discapacitados, escuelas parroquiales locales e iglesias. Este desafío desde abajo contra el secretismo y la represión, es una clara ruptura contra el pasado. El maltrato sexual había permanecido impune por que las autoridades religiosas eran impunes. En muchas escuelas parroquiales las violaciones eran clandestinas, pero los maltratos físicos y psicológicos y las humillaciones eran tan habituales que parecían formar parte de la norma.
Una vez que las víctimas supervivientes empezaron a hablar, los sacerdotes que se ponían de su parte fueron silenciados y excluido de las enseñanzas o de posiciones de poder. Pero la jerarquía eclesiástica, un pequeño grupo, que detenta absoluta autoridad religiosa, no ha logrado silenciar o detener este movimiento.
Prácticamente ninguna de las denuncias surgió del exterior o de autoridades laicas aprensivas de ofender a una institución tan poderosa, sino de individuos católicos sin ningún poder aparente en el interior de la iglesia que se negaron a seguir manteniendo silencio. Presentaron quejas, hicieron declaraciones y, por último, entablaron demandas judiciales, una tras otra. Dieron conferencias de prensa, iniciaron sitios en web, organizaron manifestaciones y grupos de apoyo , así como servicios religiosos dominicales en los que distribuían panfletos. Incluso si ellos mismos no se consideran parte integrante de la lucha mucho más amplia por los derechos y la dignidad, han utilizado muchas de las mismas tácticas que otra incontable lucha de clases.
La jerarquía eclesiástica empeñada en defender su incuestionable potestad, riqueza y privilegios ha exigido absoluto silencio, ha amenazado con excomunión a aquellos que presentasen cargos y exigiesen la intervención de las autoridades civiles. Este esfuerzo para mantener el control absoluto de los sacerdotes se enfrenta a una lucha interna mucho más amplia, que trata de esclarecer cuales son los intereses a los qyue esta poderosa institución religiosa debería supeditarse. El escándalo internacional que hoy conmociona a la iglesia incluye pruebas irrefutables de decenas de miles de casos de violaciones infantiles y maltratos sexuales cometidos por miles de sacerdotes. Los delitos denunciados ocurrieron durante décadas. La lucha más encarnizada empezó en ciudades que hasta ahora albergan a los creyentes más devotos de los ee.uu. De ahí pasó a Irlanda, luego a Italia y, más tarde a regiones de Alemania con nutridas poblaciones católicas. Lo novedoso, lo que ahora recibe un trato casi cotidiano en los medio9s, es la certeza de que Benedicto XVI ha sido personalmente responsable décadas de la ocultación , del encubrimiento y la reasignación sigilosa de los depredadores sexuales. Las condenas más enérgicas provienen de aquellos que todavía se consideran parte integrante de la Iglesia.
El teólogo católico HANS KÚNG ha descrito así el papel de Benedicto XVI en el auge, la ocultación y el silencio que rodeaba a las violaciones: “No había ni un solo hombre en toda la iglesia católica que supiese más de los casos de abusos sexuales que él, puesto que tales casos formaban parte de su labor oficial….lo que él no puede hacer es señalar con el dedo a los obispos y decirles que no hicieron lo suficiente. Fue el quién dio las instrucciones en calidad de prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe y, luego volvió a darlas siendo Papa”
El 26 de Marzo del 2010, el National Catholic Reporter afirmaba editorialmente; “El Santo Padre tiene que responder directamente, en un foro creíble a las preguntas sobre cuál fue su responsabilidad como Arzobispo de Múnich (1977 – 1982) como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe (1982 – 2005) y, como papa ( desde 2005 hasta la actualidad) en la ineptitud con la que se ha manejado crisis de los abusos sexuales del Clero”.
Antes de su nombramiento al cargo máximo de la jerarquía católica en abril del 2005, Benedicto XVI era conocido como Cardenal Joseph Ratsinger. Sus adversarios se referían a él como “ el pitbull” y como el “ rottweiller de Dios”. Era por entonces un protegido de la extrema derecha del papa Juan Pablo II, quién lo nombró para que impusiese “disciplina, conformidad y autoridad” eclesiástica en una institución sumida en una profunda agitación . Durante 24 años Ratzinger presidio la institución más poderosa e históricamente represoras de la iglesia católica, la Congregación para la Doctrina de la Fe, entidad que durante siglos había sido conocida como el Santo Oficio de la Inquisición responsable del establecimiento de tribunales religiosos para la condena y tortura de decenas de miles de personas acusadas de brujería y herejía. La Inquisición dio lugar a persecuciones, encarcelamientos y expropiaciones masivas de judíos y musulmanes. A través de este Oficio en el interior de la iglesia , Juan Pablo trató de implantar una moderna Inquisición.
UN VASTO ENCUBRIMIENTO PERFECTAMENTE DOCUMENTADO
La escala de la criminal conspiración del silencio, destinada a proteger a delincuentes sexuales en serie y a poner los intereses de la iglesia por delante del bienestar y seguridad de los niños quedó perfectamente demostrada el año pasado con la manera en que se llevó el caso de abusos sexuales en Irlanda, un país mayoritariamente católico. Tras años de peticiones de víctimas de violación para que la iglesia tomase medidas y el gobierno juzgase a los responsables y, tras una serie de filtraciones en los medios irlandeses, el gobierno de Dublín comisionó un estudio que tardó nueve años en completarse. El 20 de mayo del 2009, la Comisión publicó un informe de 2,600 páginas que incluía el testimonio de miles de antiguos internos y de responsables de más de 250 instituciones controladas por la iglesia. La comisión encontró que tanto sacerdotes como monjas católicas habían aterrorizado a miles de niños y niñas durante décadas y que los inspectores del gobierno habían fracasado a la hora de cortar de raíz las palizas, las violaciones y las humillaciones crónicas cotidianas. El informe calificó las violaciones y los abusos sexuales de “endémicos” en las escuelas industriales y en los orfanatos católicos dirigidos por la iglesia de Irlanda. (www.childabusecommission.com/rpt/)
La magnitud de los abusos en Irlanda y la fuerza del movimiento que exigía su reconocimiento hicieron que Benedicto XVI se viese forzado a emitir una débil disculpa en nombre de la iglesia , en la cual culpó a los obispos irlandeses. Esta negativa a admitir la menor responsabilidad por su bien conocido proceder como dirigente ( ya que había insistido siempre en el silencio), encolerizó a millones de católicos sinceros y fervorosos , y los enardeció todavía más para asumir una oposición que ha estado creciendo en el interior de la iglesia durante décadas. En Sprinfields(Massachusetts), el reverendo James J. Scahill, criticó desde hace años el encubrimiento eclesiástico, respondió durante un sermón a la blanda disputa, calificando a algunos clérigos de “criminales” y pidiendo la dimisión del papa: “debemos de declarar personal y colectivamente que dudamos mucho de la veracidad del papay de aquellas autoridades eclesiásticas que están defendiéndolo o incluso compartiendo responsabilidades en su nombre. Empieza a ser evidente que , durante décadas sino siglos, los dirigentes de la iglesia han acultado los abusos sexuales de niños y menores para proteger su imagen institucional y la imagen del sacerdocio”( The NEW York Times, 12 de abril 2010).
Scahill añadió que había empezado a hablar claro después que sus propios feligreses le contaran los abusos sexuales que habían sufrido durante décadas en Boston y pidiesen que hiciera algo.
El Cardenal BERBARD LAW , de la Archidiócisis de Bostón, representó un destacado papel en la protección de sacerdotes implicados en abusos sexuales de niños para que no sufriesen castigo alguno ( ni religioso ni civil), trasladándolos a otro destino de forma sigilosa. Este hecho se convirtió en un escándalo nacional en el 2002, cuando un juez de Massachusetts permitió la liberación de miles de páginas de documentos, memorándum y declaraciones legales. Tales documentos mostraban una clara tendencia a la ocultación que protegía a los culpables y marginaba a las víctimas, al revelar que más de 1000 niños habían sufrido abusos sexuales por parte de 250 sacerdotes y trabajadores eclesiásticos en la archidiócisis desde 1940. El cardenal LAW fue obligado a dimitir de forma deshonrosa y la archidiócesis de Boston fue condenada a desembolsar entre 85 y 100 millones de dólares en compensación de 552 casos. Esta multimillonaria condena , el aumento de los escándalos en otras ciudades y la amplia cobertura mediática que tuvieron los hechos , forzaron a los obispos norteamericanos a publicar una “ Declaración para la protección de niños y jóvenes, en la cual se insinúa una política de tolerancia cero, con expulsión inmediata de los sacerdotes implicados tras un solo de tales actos. Pero dicha Declaración no propuso ninguna otra medida contra los obispos que habían encubierto los delitos .
El entonces Cardenal Ratzinger, desde el Vaticano , se negó incluso a poner en marcha este modesto esfuerzo de limpieza. En vez de ello, exigió que todas las acusaciones de abusos sexuales fuesen transferidas al oficio que presidía ( La Congregación para la Doctrina de la Fe), antes de que los curas fuesen expulsado del sacerdocio . Uno de los primeros actos como papa consistió en ascender al Cardenal de Boston , BERNARD LAW , A UN PUESTO DE PRESTIO EN EL VATICANO .
En una carta de infausta memoria que Ratsinger envió a los obispos en el 2001 y que suele citarse con profusión , utilizó su influencia para que las alegaciones de abusos sexuales se matuvieran en secreto bajo amenaza de excomunión. Los sacerdotes acusados de delitos sexuales y sus víctimas recibieron la orden de “mantener el más estricto secreto” y “ guardar perpetuo silencio”. El sacerdote Tom Doyle , antiguo abogado de Vaticano, denunció asi esta política de la cúpula exlesiástica: “se trata de una medida explícita de encubrimiento de casos de abusos sexuales infantiles por parte del clero y de castigo para quiénes divulguen este tipo de delitos cometidos por sacerdotes . Cada vez que se descubrían curas delincuentes, la respuesta no era investigar los casos y juzgarlos, sino transferirlos de un sitio a otro”. ( comentario breve: no hay duda que Ratsinger era de la estirpe de sadanápalo, atila, Pinochet, nerón, o montesinos y fujimori)
Nota: las negritas y los subrayados son nuestros, y han sido hecho para precisar la lectura, en muchas de ellas abominablemente asquerosa desde el punto de vista cristiano y moral).
El artículo No. 03 : ¿ Negligencia o complicidad criminal?

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