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INTRODUCCIÓN
Ha sido poco difundida y estudiada la influencia del pastor presbiteriano John Alexander Mackay (1889 – 1983) sobre la vida de José Carlos Mariátegui. Existen sin embargo algunas lecturas acerca del grado de influencia que éste pudo haber tenido sobre aquél. Como conocedores del colegio que fundó John A. Mackay, el Anglo-Peruano (hoy San Andrés), al que Mariátegui encargó la educación de dos de sus hijos, y del “ethos” y espíritu del método de enseñanza que adaptó al Perú Mackay, es que nos atrevemos a abordar este capítulo de la vida de nuestro pensador -quien parece confirmar una vez más aquella frase de Luis Alberto Sánchez que afirma que “no hubo tema sobre el que no opinase Juan Croniqueur”- para intentar comprender qué tanto influyó en su labor periodística quien “tuvo un inocultable interés por el tema religioso”.
En primer lugar debemos entender estas influencias en el aspecto religioso. En segundo lugar, en el aspecto educativo o magisterial; y en tercer lugar en cuanto a la difusión del pensamiento del novecentista Unamuno.
1. EL APORTE RELIGIOSO:
Trataremos en estos primeros párrafos lo referente a la influencia religiosa. Empecemos con el análisis de la siguiente frase de Raúl Chanamé, autor del libro “La amistad de dos Amautas”:
“José Carlos Mariátegui tuvo un inocultable interés por el tema religioso, buscaba descifrar la influencia ejercida sobre la cultura popular latinoamericana por el factor espiritualista”.
En efecto, JCM incluyó en sus “Siete ensayos sobre la Realidad Nacional” uno sobre el Factor Religioso. Este ensayo, cuyo análisis hemos realizado en párrafos arriba, fue luego contestado por uno del mismo nombre en el libro de Víctor Andrés Belaúnde “La Realidad Nacional”. Algunas de las aproximaciones y teorías que allí se plantean se deben a la influencia de Mackay en su pensamiento en cuanto a su visión de la religión. Comoquiera que ya explicamos los alcances de su punto de vista, es que ahora nos toca analizar la trascendencia del aporte del intelectual escocés a esta visión.
Todo urgador de la verdad y sensor de la realidad debe comprender absolutamente todos los aspectos de la sociedad en la que vive. Mariátegui no fue la excepción. Antes de 1919 y de su viaje a Europa, Mariátegui no tenía más contacto con el mundo que su amistad con los intelectuales de la época, tanto coetáneos como mayores.
Años atrás, en 1915, había venido al Perú por primera vez en compañía de su esposa el pastor presbiteriano escocés John Alexander Mackay, con la misión de instaurar una Iglesia en nuestro país. Mackay era un hombre. Pero a diferencia de otras denominaciones evangélicas, y debido a la cultura y mente amplia del escocés, lo primero que hizo fue fundar un colegio para iniciar así la obra magisterial. Rápidamente se interesaría en la vida intelectual del país, estudiando y ensañando en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y más tarde ya se reunía en el grupo “La Protervia” con personajes como Víctor Andrés Belaúnde y el artista Daniel Hernández, junto con jóvenes universitarios como Luis Alberto Sánchez, Ricardo Vegas García, Peter Elmore, Alberto Ureta, Mariano Iberico, César Ugarte, Carlos Ledgard, el escritor Manuel Elguera.
Mariátegui era conocedor de la existencia de este grupo y fue así como se enteró de la existenicia del escocés. Hábido de más contacto con el mundo, JCM entabló amistad con el reformado, siendo el saldo de tal “intercambio cultural”, positivo. En la exaltación del pioneer que hace nuestro periodista en el Ensayo Religioso, la admiración e influencia del extranjero se ve claramente plasmada.
Mackay por su parte se enteraría de “El de siempre” debido a sus trabajos periodísticos. Es en dos sentidos que los postulados de Mackay coinciden, de una u otra manera, con los del programa anarco-sindicalista con el cual se indentificaban Haya de la Torre y otros novecentistas y hombres del Centenario. Tanto en la reforma educativa como en la libertad religiosa había consenso.
Es conveniente en esta parte hacer un alto para recordar el clima que se vivía por aquella época. En la búsqueda de la consolidación de la libertad de culto, hubo un suceso que debido a los acontecimientos sangrientos que generó dejó de ser un hecho anecdótico. Cuando el arzobispo de Lima de aquel entonces en el año pre-electoral de 1923, Monseñor Emilio Lisson anunció la consagración del Estado Peruano al Corazón de Jesús se produjeron protestas que desembocaron en los sucesos sangrientos del 23 de mayo de 1923 porque no era concebible en el último siglo del milenio el que todo un Estado sea consagrado a una imagen de una religión pues esto atentaba contra la libertad de culto que propugnaban muchos intelectuales y periodistas de la época. Para graficar la coyuntura que se vivía en el momento es conveniente citar una frase que Manuel González Prada -hombre admirado por Mariátegui y su generación- plasmó en uno de sus libelos revolucionarios anticlericales donde pedía la conformación de un FRENTE ÚNICO para evitar tal atropello:
“Convertida en el Perú la religión en idolatría y el sacerdocio en casta traficante que explota la sumisión fanática de la mayoría del pueblo, privado de toda luz y de toda auténtica y honda educación moral, el catolicismo, después de cuatro siglos de imperio ilimitado no formó ni espíritu social ni fuerzas depuradoras, ni erigió firmemente virtudes ciudadanas… el clero nacional y extranjero ha llegado a la máxima intervención en la vida del Estado hasta determinar el anacrónico acto oficial que pretende realizarse”.
La libertad de culto ya se había logrado en teoría años atrás, en 1915, cuando en el gobierno civilista de José Pardo se derogó el último párrafo de la Constitución sobre la oficialidad de la religión católica:
“…(el Estado) no permite el ejercicio público de ninguna otra (religión)”.
Ahora volvamos a la amistad de estos dos amautas. Al ser recíproca, nos toca ahora hablar sobre la admiración de Mackay hacia Mariátegui. Ésta se ve plasmada en frases como esta:
“Cuando pienso en usted y la lucha que libra contra dificultades que hundirían a cualquier otro, sólo por estar consagrado a una causa en que cree con la cabeza y las entrañas, yo me siento más fuerte para mi propia obra”
Ambos fueron hombres de fe. Como pastor presbiteriano, Mackay tenía una labor misionera, la evangelizadora. Mientras que Mariátegui abrazó también otra fe (entendida en los términos modernos de “religión”) el Socialismo. Al parecer:
“La relación entre José Carlos Mariátegui y John A. Mackay tiene que ser vista en la interrelación espiritual e intelectual que ambos se prodigaron. Uno transmitiéndole la realidad de un país exótico para el ojo escocés, el otro tranmitiéndole sus ideas pedagógicas y, sobre todo, explicando el ethos calvinista en su relación con la reforma protestante”.
Mariátegui no puede ser tildado de protestante. Primero, porque no perteneció a ninguna Iglesia, sino que, por bautizo a la Católica. Segundo, porque es una aberración teológica afirmar que socialismo y protestantismo son hermanos debido a la maternidad del segundo sobre el capitalismo, ya que esto equivaldría a afirmar la veracidad de los centellos anticlericales de González Prada en torno al catolicismo en el Perú.
De todos los protestantismos, el que más influyó en el desarrollo de la humanidad debido a su ethos progresista que alentó el crédito y la industrialización, es el calvinismo (cuya rama principal es el presbiterianismo al que perteneció Mackay). La Europa del norte alcanzó mayores índices de desarrollo que la del sur debido a su filiación con esta religión. Autores como el sociólogo Max Weber y el economista Engels respaldan este punto de vista.
2. LA INFLUENCIA MAGISTERIAL:Otro gran tema que movió a Mariátegui fue el de la educación. Como es sabido, los modelos de educación de aquella época eran a todas luces caducos. Ni qué decir del nivel cultural de la población peruana, cuya escacés es alarmante aun en nuestros días. No vamos a entrar en detalles ni a teorizar sobre este problema pues ya lo hemos hecho en el ítem sobre “Siete Ensayos de Interpretación de la Realidad Nacional”. Lo que nos interesa en esta parte de la investigación es determinar el aporte de Mackay a la posición de JC en cuanto al debate magisterial y sobretodo, desnudar los motivos que tuvo para inscribir a dos de sus hijos en el Anglo-Peruano.
“Todavía no se ha reparado en la influencia que sobre Mariátegui tuvo el pastor presbiteriano John A. Mackay, a quien encomendó la educación de sus hijos”.
Cuando un padre de familia coloca a su hijo en un colegio piensa en la calidad de educación que éste va a recibir. Con profesores sanmarquinos como Haya de la Torre, Raúl Porras Barrenechea, Jorge Guillermo Leguía, Manuel Beltroy, Eloy Luque y Vega, Luciano Castillo, Oscar Herrera Márquez, Erasmo Roca y Jorge Basadre, el Anglo-Peruano de Mackay le aseguraba tanto a Sandro como al otro menor una educación sólida y humanista donde se estimulase el pensamiento. Claro que es poco probable que todos los miembros de esta excepcional terna hayan sido sus profesores.
Pero, ¿fue esta acaso la única razón por la que Mariátegui los matriculó? No. Hubo otra igual o de repente superlativa. Porque la amistad que unía a nuestro pensador con el misionero extranjero, unida a la simbiosis antes teorizada, le otorgó la confianza necesaria…. Esto, creemos, se debe fundamentalmente a dos aspectos. Uno, porque los ingleses son tipos con una capacidad de comunicación muy positiva, distintos y especiales, porque tal cual afirma Haya de la Torre: “…pocos países, quizá ninguno, ofrezca un tipo humano más cordial, más noble y más amable que el del pueblo inglés”. Y sobretodo por el hecho de que los hombres de fe, cualquiera sea su orientación religiosa, poseen una mística, un halo vital inspirador que no todos saben reconocer, pero que Mariátegui con su intuitiva inteligencia sí lo hizo.
3. LA EXALTACIÓN DE UNAMUNO:Mackay era admirador del erspíritu contradictorio y agonista de Unamuno. Tal fue su admiración, que se se matriculó en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos para doctorarse en Letras. Su tesis fue “Vida, personalidad, y obra de Don Miguel de Unaumuno”, la misma que resultó ovacionada por los estudiantes que presentaron la sustentación. Como dice Chanamé, Mackay le presentó a Mariátegui y a sus coetáneos “un unamuno más cristalino al heroísmo buscado…”. Y la historia nos dará la razón porque en su periplo por Europa, Mariátegui se interesó en conocer a Unamuno directamente, siendo uno de los autores más influyentes en su pensamiento.
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