Dionisio Orjuela R.
Pastor-docente, Ibagué, Colombia
Pastor-docente, Ibagué, Colombia
INTRODUCCION
En el año de 1991 ocurrieron dos hechos trascendentales para la nación y la iglesia colombianas. El primero fue la realización de la Asamblea Nacional Constituyente que reformó la centenaria constitución política de Colombia. El segundo fue que por primera vez en la historia de la nación, dos evangélicos hicieron parte de una Constituyente. Su participación se reflejó en la redacción final de la Carta Magna con la inclusión del nombre de Dios en su encabezamiento (donde antes aparecía el de la iglesia Católica), la ruptura del Concordato (Un comadrazgo entre la iglesia católica y el estado colombiano avalado por la constitución de 1886) y la inclusión de la ley de Libertad Religiosa.
Sin embargo, a partir de 1991 comenzó en Colombia una “fiebre” de participación de cristianos de diferentes iglesias y denominaciones en la “política”. Con la “fiebre” vino también la polarización al interior de la iglesia evangélica colombiana y las divisiones internas, al punto que para las elecciones del 2002, Tan solo 11 años después, el partido que había abanderado las pretensiones políticas de los cristianos evangélicos en Colombia prácticamente desapareció del mapa político de la nación.
De esta manera, la experiencia de la iglesia colombiana y su participación en la política se sumó a las de no muy grata recordación de países como Brasil, Perú y Guatemala, este último con los presidentes Ríos Montt y Serrano Elías.
La pregunta que a la luz de esta desafortunada experiencia se hacen la gran mayoría de creyentes colombianos es: Debe la iglesia en general y el cristiano en particular, participar en política? Aunque de entrada es necesario añadir una pregunta a la inicial: Cuál Política? Esa es la pregunta que esta monografía busca responder.
1. DEFINICION DE TERMINOS: POLITICA
La enciclopedia Microsoft-Encarta, presenta varias definiciones del término político, ca. “Del latín Politĭcus, y éste del gr. πολιτικός. Perteneciente o relativo a la doctrina política. Perteneciente o relativo a la actividad política. Dicho de una persona: Que interviene en las cosas del gobierno y negocios del Estado. Arte, doctrina u opinión referente al gobierno de los Estados. Actividad de quienes rigen o aspiran a regir los asuntos públicos. Actividad del ciudadano cuando interviene en los asuntos públicos con su opinión, con su voto, o de cualquier otro modo”.
La palabra política ha tenido y tiene diferentes connotaciones. En la mayoría de los círculos evangélicos en Colombia, (y Latinoamérica?) su connotación es negativa. Una de las razones de la misma es el historial de corrupción de los partidos políticos tradicionales y las no muy afortunadas experiencias de participación de cristianos en la arena política.
Quizás la animadversión del pueblo evangélico ha sido más hacia el concepto y práctica de la “politiquería” el cual responde mejor a la realidad con que se ha hecho la política en América Latina.
Ateniéndonos a su origen etimológico la palabra política viene del sustantivo griego polis que significa ciudad. El verbo politeuomai se ha traducido como administrar o gobernar una ciudad. Asi entonces, el término política llegó a significar el arte o ciencia de gobernar o administrar una ciudad, pueblo o estado. (Ramírez p.13)
El doctor Jaime Ortiz H. primer representante evangélico en una Asamblea Nacional Constituyente en Colombia, agrega a la definición anterior la de “hacer política” Para Ortiz ésta es la responsabilidad que tiene una persona de administrar con justicia, eficiencia y honestidad, la ciudad. (Ortiz p.14)
Ampliando un poco más el significado, el teólogo e historiador Pablo A. Deiros habla de dos conceptos del término: Uno amplio o general y otro específico. En su sentido general “La palabra política define los medios y la ética de las relaciones sociales. Política, es entonces, todo lo que tiene que ver con el bienestar común en términos de una nación en sus relaciones internas y externas” (Deiros p.10)
En su sentido específico, la política es llevar a la práctica ese bien común por medio de organizaciones de ciudadanos que procuran usar el poder para implementar sus propias ideologías. Deiros llama a la general, la política con mayúscula y a la específica la política con minúscula. (Deiros p.11)
2. BASES BIBLICO-TEOLOGICAS DE LA PARTICIPACION DEL CRISTIANO EN POLITICA (RELACION IGLESIA-ESTADO)
Otra manera de expresar la participación del cristiano en política es hablar de la responsabilidad del cristiano frente al estado.
James P. Eckman cree que la responsabilidad del creyente hacia el estado es claramente enseñada en la Biblia. Cita por ejemplo la sentencia de Jesús en respuesta a la pregunta de sus discípulos en relación con el pago de impuestos: “Dad a César lo que es de César y a Dios lo que es de Dios” Mr.12:13-17, la exhortación del apóstol Pablo a someterse al estado Rom.13:1-7 y su invitación a interceder por los “que están en eminencia” 1Tim.2:1-7
Para Eckman son básicamente cuatro los deberes del cristiano frente al estado: Respetar al estado, por cuanto el estado es ministro de Dios, Obedecer a sus representantes y leyes, pagar los impuestos y orar por las autoridades constituidas. (Etica Cristiana, págs.261-265)
Karl Barth, piensa que “La súplica de 1Tim. 2: 1 es la más íntima y la que al mismo tiempo abarca y radicaliza todas las demás” exhortaciones del Nuevo Testamento a los creyentes en relación con el estado. (Barth, p. 59)
Bajo esta premisa incluye otros deberes como el respeto a las autoridades, aunque aclara que el mismo debe adoptar la forma crítica cuando el poder estatal se extravía de la disposición divina.
Menciona también la prestación del juramento y el servicio militar con las naturales reservas cuando se está frente a un estado totalitario u homicida. Incluye además la elección responsable de la autoridad, decisión responsable sobre las leyes, atención responsable a su cumplimiento.
Concluye afirmando que la iglesia al realizar “La auténtica predicación y enseñanza escriturística y la auténtica administración de los sacramentos, es la que desde el punto de vista de la criatura, apoya y mantiene al estado” (Barth, p.74)
René Padilla, conocido teólogo latinoamericano, en su ponencia “El estado desde una perspectiva bíblica” afirma que los escritores bíblicos no enfocan directamente el tema del estado, porque para ellos el poder político institucionalizado es un hecho cuya realidad histórica no necesita comprobarse.
Hace una exégesis de Rom.13:1-7, pasaje en el que según el, encontramos la enseñanza apostólica sobre la que debe ser la actitud cristiana frente al poder político. Esa actitud debe ser una de sometimiento a las autoridades políticas, a las cuales Dios ha delegado la responsabilidad de castigar el mal y fomentar el bien. (Deiros, págs 23-29)
3. REVISION HISTORICA
La participación política de las diferentes iglesias y denominaciones a través de la historia ha adoptado múltiples expresiones. En esta revisión se incluyen dos tradiciones representativas del espectro cristiano evangélico en América Latina.
a. IGLESIAS REFORMADAS
Sydney H. Rooy en su ponencia “Relaciones de la iglesia con el poder político”- modelo reformado- comienza citando el libro del expresidente colombiano Alfonso López Michelsen “La estirpe calvinista de nuestras instituciones políticas” Según su prologuista monseñor Carlos José Romero, desde el renacimiento hay dos tendencias enfrentadas en el mundo: La católica y la protestante. Esta última es “herencia del dualismo maniqueo, revisada por Lutero y Calvino, según la cual la santidad es imposible al hombre…de ahí que la política prescinda de toda consideración moral ya que la actividad exterior del hombre jamás puede ser buena, ni contribuir a su destino futuro” (Deiros, p.42)
En la conclusión de su libro, López Michelsen afirma que la separación de la iglesia y el estado, y su división de la vida del hombre y de la sociedad, es la raíz de los males políticos de nuestro tiempo. (Deiros, p.43)
Rooy hace un estudio detallado del modelo de la relación Iglesia-Estado en la ciudad de Ginebra bajo la tutela de Calvino. Afirma entre otras cosas que si bien en teoría Calvino quiso la separación de la iglesia y el estado, en la práctica fue muy difícil mantener separadas las funciones eclesiásticas y políticas.
Aunque para algunos la experiencia de Ginebra puede considerarse una teocracia, para Rooy esto no haría justicia a la posición calvinista que procuró separar la iglesia como cuerpo místico de Cristo, del cuerpo político, dos regímenes distintos aunque complementarios, necesarios para el bien común. El mismo Calvino mostró su preferencia por el “gobierno de muchos”.
b. IGLESIAS BAUTISTAS
En su ponencia “Relaciones de la iglesia con el poder político –Modelo Bautista-”, Pablo A. Deiros, menciona tres como las posturas que en esta materia han mantenido los bautistas en su participación política, dígase en su relación con el estado: Compromiso, descompromiso y algunos modelos alternativos.
Como ejemplos de la primera posición cita el papel que cumplieron los bautistas en Inglaterra durante la revolución liderada por Oliver Cromwell en 1642.
Entre los Bautistas en Norteamérica durante el período de la colonización inglesa destaca Rogelio Williams (1603 a 1683) a quien Deiros considera un separatista extremo. El promovió una teoría política que llamó “la doctrina de las dos tablas”. Basado en el principio de la libertad religiosa introdujo también la separación de la iglesia y el estado, lo cual aplicó a la colonia que había fundado.
Después de la declaración de independencia, los bautistas lograron influir en la elaboración de la constitución política de los Estados unidos.
Durante el siglo XIX la participación de los bautistas en la política interior y exterior fue notable aunque no unánime. En la guerra con México (1845-1848) por ejemplo, los bautistas del sur ofrecieron su apoyo mientras los del norte se opusieron. En la guerra civil, los bautistas del norte la consideraban una cruzada contra la abolición de la esclavitud mientras los del sur apoyaron la confederación. Esto llevó a la división de las tres grandes denominaciones: Metodistas, presbiterianos y bautistas.
En el siglo XX, los bautistas han mostrado un compromiso evidente con la cuestión política y social.
Deiros resume su esbozo histórico opinando que en general los bautistas en el mundo anglosajón han mostrado un compromiso responsable frente a su participación en asuntos de política.
Paradójicamente, como ejemplo de la segunda posición, el descompromiso frente al poder político, Deiros menciona la de los bautistas en Latinoamérica. Dice “En ciertos casos, tal actitud ha llegado al borde de la indiferencia o abulia en materia política, cuando no, al rechazo total y oposición a toda forma de gesto político” (Deiros, p.110)
Como actitudes alternativas menciona los movimientos de carácter defensivo, como los emprendidos en defensa del ideario bautista, los principios humanitarios y de ciertos valores. Otras actitudes han sido más agresivas como la promoción de la acción evangelizadora de la iglesia.
4. DEBE EL CRISTIANO PARTICIPAR EN POLÍTICA: ¿CUAL POLITICA?
Después de revisar las consideraciones bíblico-teológicas e históricas en relación con la participación del creyente en política, la respuesta a la pregunta planteada se hace más compleja. No puede responderse con un simple si o no.
Por un lado, la falta de participación de la iglesia y de los cristianos en la política, obedece a varias razones: En primer lugar una conceptual: La concepción que se tiene acerca de la política. La mayoría de los cristianos manejan el concepto de “política con minúscula” y al considerarla como algo corrupto y corruptor optan por abstenerse de todo tipo de relación con aquello que “huela” a política. Esta posición se ha expresado con frases tales como: “El poder corrompe”, “No es posible ser cristiano y político al mismo tiempo”
En segundo lugar, hay una razón sociológica: La mayoría de los miembros de nuestras iglesias han sido personas de estratos socio-económicos bajos, los cuales han sido históricamente excluidos de las acciones políticas con excepción de la del voto útil a favor de los partidos tradicionales en época de elecciones.
En tercer lugar existe una razón teológica. Tal como anota Deiros: Énfasis teológicos como el dualismo (Espíritu-materia, evangelismo-acción social), el fundamentalismo, escatologías como la dispensacionalista han contribuido a la ausencia de participación del creyente en acciones políticas concretas (Deiros, p. 112)
También puede anotarse una razón misiológica. A la mayoría de los misioneros que llegaron a América Latina sus agencias misioneras les prohibían, por razones obvias, involucrarse en cualquier tipo de intervención en la política doméstica. Su influencia y su ejemplo cundieron en las nuevas congregaciones que se levantaron con la misma mentalidad.
Esta realidad ha venido cambiando, sin embargo, desde el último cuarto del siglo veinte. Evidencia de ese cambio la constituyen experiencias como las de Brasil, Perú, Guatemala, Colombia, que sin ser del todo afortunadas, reflejan una apertura del pueblo evangélico a participar en favor del bien común de su ciudad o nación por medio de organizaciones políticas constituidas para dicho fin.
Ahora, es necesario distinguir entre la participación en política del creyente o un grupo de creyentes en forma individual y una iglesia local o denominación cristiana.
Como anota Eckman no hay mandamientos expresos ni evidencias en la Biblia de la participación en política de una congregación local, (Etica Cristiana, págs 268,69)
Deiros puntualiza por otro lado que ningún partido político puede abrogarse el título de cristiano o evangélico ya que ninguno puede expresar absolutamente los contenidos de la fe. (Deiros, p. 11)
CONCLUSION
A partir de una revisión somera de la Biblia y de la historia se puede concluir que el cristiano en particular y la iglesia en general no pueden dejar de participar en política. La pregunta de rigor sería entonces no si el cristiano debe sino cómo debe participar en política. Como el mismo Deiros anota, si bien el cristiano no está obligado a militar en un partido o causa política (política con minúscula) si tiene la responsabilidad de “hacer política” con mayúscula (Deiros, p.12)
En otras palabras, no se puede ser apolítico. Decidir no participar en política es asumir una posición política. Como Harvey Cox dijera “No decidir es decidir”
Esa participación en la política debe por un lado expresarse en sus responsabilidades para con el estado (Tal y como han sido consideradas) pero también en el caso de creyentes que son ciudadanos de regímenes democráticos: Ejerciendo su derecho al voto, manteniéndose informado de los asuntos sociales, económicos y políticos de su nación, Evaluando al gobierno, sus representantes y políticas a la luz de la Biblia y promoviendo la justicia. (Etica Bíblica, págs 265-268)
Para Ortiz es “éticamente imperativo que nosotros aportemos al país lo que como cristianos debemos aportar” (Ortiz p.17)
La motivación con la cual se quiere participar en política es importante. Si el creyente al igual que los politiqueros tradicionales quiere acceder al poder para servirse a si mismo o exclusivamente a su propia comunidad religiosa, mas bien debe abstenerse de participar.
La motivación del verdadero cristiano debe ser la de procurar el bien común de la ciudad, estado o nación que le ha elegido. (Ortiz, págs 15,16)
Karl Barth, John H. Yoder y otros coinciden en que la mejor manera en que la iglesia puede participar políticamente es siendo iglesia y cumpliendo su misión en el mundo.
Barth afirma“Asi como la justificación divina es el continuo legítimo, asi la iglesia es el continuo político. Y el hecho de que lo sea es su primera y fundamental contribución con el estado. Solo necesita ser iglesia para serlo también de hecho” (Comunidad, p.66)
Por su parte Yoder citando a J.H. Oldham puntualiza: “La iglesia está preocupada por su tarea fundamental de recrear una nueva vida social verdadera, de dos maneras. En primer lugar, su contribución más grande a la renovación de la sociedad es a través del cumplimiento de sus funciones primarias de predicar la palabra y de su vida como comunidad de adoración.” (Yoder, p.115)
BIBLIOGRAFÍA
Barth Karl. Comunidad Cristiana y Comunidad civil. Trad. Por Diorki. Barcelona: Editorial Fontanella, 1976, 139 págs.
Deiros, Pablo Alberto. Los evangélicos y el poder político en América Latina. Grand Rapids: Nueva Creación-W.B. Eerdmans Publishing Company, 1986, 361 págs.
Ortiz Hurtado Jaime. Biblia y buen gobierno. 1a ed. Bogotá: Edision, 1995, 51 págs.
Ramírez Marco Fidel. Política: Principios y peligros. 1a ed. Bogotá: Ed. Nuevo liderazgo, 1996, 147 págs.
Nyenhuis, Gerald y James P. Eckman. Ética cristiana: Un enfoque bíblico-teológico. Miami: Logoi, 2002, 570 págs.
Yoder John H. Jesús y la realidad política. Downers Grove: Ed. Certeza, 1985, 220 págs.
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