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sábado, 12 de octubre de 2013

INDIGNARNOS ANTE LA CORRUPCIÓN

POR: UBALDO TEJADA GUERRERO – Analista Global
Recordemos que Basadre, tacneño medular, formó parte de la generación del Centenario, a la que también pertenecen José Carlos Mariátegui, Víctor Raúl Haya de la Torre y Raúl Porras. Su visión lúcida y profunda del Perú lo llevó a sonar la alarma frente a lo que podía ocurrir si no se atendían “las urgencias latentes en las entrañas del pueblo”. Pocos meses después de su muerte se inició la etapa de violencia que durante veinte años flageló al país.
En la colonia hay un antecedente importante. Muchas veces los cargos públicos se vendían. Quienes los adquirían pensaban que tenían que recuperar la inversión, a través de la explotación o los negocios que tenían a su cargo. Esa actitud ha sido un legado que se mantiene hasta la actualidad. Muchos consideran que los cargos públicos son una inversión por la cual deben recibir una recompensa posterior a la inversión que hicieron para llegar a ellos.
Así se funda la República peruana en condiciones muy precarias en lo institucional, y en medio de esa cultura de la corrupción. Basadre  usa el término corrupción sistémica, al cual hemos acuñado frases como “roba, pero hace obra”, es decir se instala una cultura de la corrupción.
La corrupción es “un lastre” que impide el crecimiento económico del Perú y genera pérdidas anuales por unos 10.000 millones de soles (unos 3.570 millones de dólares) al año,  y representa aproximadamente 2% del producto interno bruto, sostuvo el contralor, Fuad Khoury  (IV Conferencia Anticorrupción Internacional). En el siglo XX, el período de Leguía y el de Fujimori fueron los de mayor corrupción.
Según la Encuesta Nacional sobre Percepciones de la Corrupción 2013, elaborada por IPSOS Perú por encargo de PROÉTICA, el 55% de los peruanos califican al Legislativo como la entidad donde hay mayor corrupción, superando superan a la Policía Nacional (53%) y al Poder Judicial (49%), que solían tener la peor percepción en años anteriores.
Para Alfonso Quiroz (1956 – 2013), estamos frente a un problema sistémico que no solo permanece en el tiempo, sino que además cambia, se perfecciona y se torna por momentos incontrolable y lesivo para los intereses de millones de peruanos que, aún después de sucesivas bonanzas, siguen siendo pobres.
La corrupción afecta directamente a 9,6 millones de peruanos que viven en la pobreza, de los cuales casi 2 millones son considerados en extrema pobreza, a lo podemos agregar el 64% de la PEA informal, lo que urge una reflexión ética y la participación ciudadana en actividades orientadas al buen uso de los recursos del Estado y el cuidado de los bienes públicos.
No debemos resignarnos a tener una cultura de la corrupción. Deberíamos imaginar un país en donde sean más importantes los valores éticos y donde se limite al mínimo la corrupción estatal. No debemos tener una actitud pasiva ante ella, debemos indignarnos, porque el problema podría acabar devorando al Estado. La lucha contra la corrupción tiene dos facetas: aumentar las penas y el control, pero también ir por la parte educativa. Es momento de empezar a combatir temas que parecen menores, como plagiar en las universidades o sobornar a los policías, ni hablar de los diezmos para licitaciones y contratos.

El Perú tuvo siempre períodos de crecimiento: caucho, el guano, la pesca, y hoy los minerales, pero si no llegamos a aprovechar plenamente esa bonanza, ello será falaz, como diría Jorge Basadre. Principalmente porque no tenemos instituciones sólidas que permitan hacer sustentable el crecimiento, la democracia, combatir la corrupción y la delincuencia.

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