© Le Monde diplomatique y Capital Intelectual S.A,
Autora: Regina Novaes
A pesar de que la separación entre religión y política forma parte del ideal republicano desde fines del siglo XIX, la influencia de la Iglesia Católica y de los vertiginosamente ascendentes evangelismos es muy importante a la hora de decidir a los electores por tal o cual candidato. Apoyadas en los medios de comunicación las iglesias constituyen un granero de votos que resultan en un “clientelismo religioso”.
A pesar de que la separación entre religión y política forma parte del ideal republicano desde fines del siglo XIX, la influencia de la Iglesia Católica y de los vertiginosamente ascendentes evangelismos es muy importante a la hora de decidir a los electores por tal o cual candidato. Apoyadas en los medios de comunicación las iglesias constituyen un granero de votos que resultan en un “clientelismo religioso”.
¡Religión y política no se mezclan!
Esta fue una de las frases más escuchadas durante las elecciones municipales de octubre-noviembre de 2004 en Brasil
1. La pronunciaron en reiteradas ocasiones autoridades religiosas y candidatos de todos los credos, pero cuesta creerla en vista de los titulares de diarios y revistas de las dos ciudades brasileñas más importantes, San Pablo y Río de Janeiro: "El Evangelio según los políticos" (Veja, junio de 2004); "La política en escena junto al pastor" (O Dia, 27-8-04); "César, Conde y Crivella utilizan el nombre de Dios para atraer la atención de los electores" (IG, 26-8-04); "Infame mezcla en el púlpito evangélico" (O Globo, 18-8-04); "La guerra por los votos evangélicos" (O Dia, 11-10-04); "Bittar condena la mezcla de la religión con la política" (O Dia, 11-10-04); "Guerra santa en la Baixada" (O Globo, 11-10-04).
No obstante, en Brasil la separación entre religión y política forma parte del ideal republicano desde fines del siglo XIX. En contrapartida, en la historia del país real, la Iglesia Católica, las organizaciones evangélicas, los líderes de las religiones espiritistas kardecistas
No obstante, en Brasil la separación entre religión y política forma parte del ideal republicano desde fines del siglo XIX. En contrapartida, en la historia del país real, la Iglesia Católica, las organizaciones evangélicas, los líderes de las religiones espiritistas kardecistas
2 y afrobrasileñas ejercieron siempre una influencia sobre la política desde sus lugares de culto y participaron en los acuerdos electorales, aunque con diferencias ideológicas sorprendentes, en términos de candidatos y partidos. Pero un dato histórico garantizaba el orden de las cosas: dado que hasta comienzos del siglo XX cerca del 100% de los brasileños se decían fieles al Vaticano, la hegemonía de la Iglesia Católica era natural y no suscitaba polémica.
Cien años después, el país católico más grande del mundo no es el mismo. Según las estadísticas oficiales, década a década la Iglesia Católica perdió una parte considerable de su esplendor: en 1980, el 88% de la población se declaraba "católica"; en 2000 no eran más que el 73,9%. Una transferencia de los fieles tuvo lugar en beneficio de las corrientes evangélicas, en particular pentecostales
Cien años después, el país católico más grande del mundo no es el mismo. Según las estadísticas oficiales, década a década la Iglesia Católica perdió una parte considerable de su esplendor: en 1980, el 88% de la población se declaraba "católica"; en 2000 no eran más que el 73,9%. Una transferencia de los fieles tuvo lugar en beneficio de las corrientes evangélicas, en particular pentecostales
3. Hace diez años, los evangélicos representaban 13,5 millones de brasileños (9,1%); actualmente son 26,2 millones (15,5%). Entre 1990 y 1993, en el Gran Río de Janeiro, se fundaban cinco nuevos templos evangélicos cada semana...
De la radio al Congreso
Las Iglesias pentecostales llegaron al país en los albores del siglo XX, pero su primera ola de crecimiento corresponde a los comienzos de la industrialización, en los años '50, cuando la radio era el principal medio de transmisión de mensajes. Durante las décadas del '60 y el '70, las Iglesias se vieron beneficiadas por concesiones audiovisuales otorgadas por la dictadura militar. Esas concesiones perduraron, dibujando la estructura actual de los medios de comunicación. Cultos, testimonios y plegarias pueden ser seguidos en directo por radio. Las emociones que suscita la "presencia del Espíritu Santo" se difunden por televisión, donde se abordan simultáneamente la Biblia y los problemas de la "vida real": desocupación, falta de dinero, dificultades sentimentales, alcoholismo, drogas y violencia.
Por cierto, los católicos sacan partido de los mismos medios de comunicación, pero la segmentación y la autonomía de las organizaciones protestantes, históricas y/o pentecostales, favorecen a estas últimas. Aunque no haya intención ecuménica de cooperación o diálogo entre las organizaciones, la presencia de las unas beneficia a las otras y, desde el punto de vista de la recepción, el conjunto gana visibilidad, dado que el mensaje parece idéntico.
Las distintas organizaciones evangélicas, especialmente las de tendencia pentecostal, se concentran en la periferia de los grandes centros urbanos y en las fronteras agrícolas, donde migrantes geográfica y culturalmente desarraigados, abandonados por los poderes públicos, llegan en busca de mejores condiciones de vida. Pese a la creciente presencia de las clases medias, los ingresos y la escolaridad de los fieles pentecostales remiten a una religión de pobres para quienes la conversión es sinónimo de beneficios, tanto materiales (nuevos lazos sociales) como simbólicos (un nuevo sentido dado a la vida). Ese proceso de conversión religiosa, que modifica la vida privada, ha invadido el espacio público.
La visibilidad de los evangélicos en la política surgió después de la dictadura militar, en el momento de la reforma de la Constitución brasileña (1988). Las diversas organizaciones unieron sus fuerzas para que la nueva Constitución no privilegiara a los católicos, ni en el calendario, ni en la utilización de los espacios públicos, ni en la legislación que regula la filantropía. En esa ocasión, eligieron 32 diputados federales que, a partir de un amplio abanico de distintos partidos políticos, conformaron la "bancada evangélica".
La Legislatura de 1990 les acordó menos peso, pero en las siguientes, el número de sus parlamentarios aumentó. En 1998 fueron elegidos 43 evangélicos. Por sí sola, la Iglesia Universal del Reino de Dios (IURD) contó con 15 representantes federales y 26 diputados estaduales en los 17 Estados y en el distrito federal. Actualmente, 62 diputados federales son evangélicos, 18 de los mismos de la IURD.
La "bancada evangélica" no tiene unidad de partido ni unidad ideológica, se agrupa para votar cuestiones de "interés evangélico" o morales (principalmente aborto y matrimonio homosexual) y se alía, puntualmente, a una parte de los diputados católicos o de los adeptos del espiritismo de Allan Kardec. Si para una elección de diputados de Estado o de diputados federales, pueden esgrimirse, a partir de referencias bíblicas, los intereses de las Iglesias evangélicas "perseguidas" por las autoridades mayoritariamente católicas, este argumento pierde su eficacia en una elección mayoritaria para puestos ejecutivos. En efecto, los intendentes, los gobernadores y el presidente deben gobernar para todos. En ese contexto, el peso de semejante atributo -"ser evangélico"- no puede ser evaluado más que en relación a otras variables del juego político. Al hacerlo, cada elección resulta inédita dado que presenta una configuración de alianzas y oposiciones determinantes dentro de la batalla en cuestión.
He aquí un ejemplo, citado cada vez que se aborda el tema: Anthony Garotinho, evangélico, ex gobernador de Río de Janeiro y ex candidato a la Presidencia de la República en 2002. En 1998, siendo miembro del Partido Democrático Brasileño (PDB), es elegido para el gobierno del Estado de Río de Janeiro, con Benedita da Silva, también evangélica, del Partido de los Trabajadores (PT), como vicegobernadora. Es posible que los votos evangélicos hayan constituido el factor diferencial que permitió a Garotinho ganar la elección, más allá de su pertenencia política y del perfil de sus adversarios de ese momento.
Durante el escrutinio de 2002 para la Presidencia de la República, Garotinho obtuvo asimismo un resultado significativo. Los votos en su favor (se había unido en ese momento al Partido Socialista Brasileño, PSB) provinieron de los lugares donde la organización Record -controlada por el obispo Edir Macedo, de la Iglesia Universal del Reino de Dios- tiene más transmisiones radiofónicas y televisivas, así como de las regiones de mayor concentración de pentecostales. En otros términos, donde Garotinho consiguió menos votos fue en las regiones más católicas de Brasil.
Dos años después, Luiz Paulo Conde, el candidato a la intendencia de Río de Janeiro en las elecciones de 2004, apoyado por Garotinho, afiliado ahora al Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), llegó en el tercer puesto, pese a la ayuda de un colaborador evangélico de la Asamblea de Dios, atrás de César Maia, reelecto intendente de la ciudad, quien apostó a sus raíces católicas, y el obispo Marcelo Crivela, de la Iglesia Universal del Reino de Dios. Este último pudo contar con una legión de fieles voluntarios para hacer campaña en las calles de la ciudad.
La trayectoria de Garotinho y el ejemplo de Río de Janeiro muestran la importancia del fenómeno religioso en el contexto electoral, pero permiten matizar las afirmaciones de aquellos que no ven más que el crecimiento (siempre espectacular, lineal y acumulativo) del peso del voto evangélico.
Otro ejemplo permite relativizar su impacto. La Iglesia Universal del Reino de Dios, que inauguró abiertamente la participación de las organizaciones evangélicas en el combate político, perdió un número considerable de consejeros municipales: hace cuatro años, eran 350; en 2005, serán sólo 70 los que asumirán sus funciones en las municipalidades.
En San Pablo, siempre en las elecciones municipales de 2004, el candidato que se proclamaba evangélico, Francisco Rossi, consiguió un resultado exiguo. Los dos candidatos de la segunda vuelta, la intendente saliente Marta Suplicy (PT) y el vencedor final, José Serra -Partido de la Social Democracia de Brasil (PSDB), del ex presidente Fernando Henrique Cardoso-, se enfrentaron para captar a los electores evangélicos. Dado que sus iglesias, muy frecuentadas, son vistas como graneros de electores, los candidatos buscaron el apoyo de las organizaciones, visitaron templos y sacaron provecho de las incitaciones al voto de los pastores. En suma, la ofensiva evangélica modificó el esquema anterior según el cual, dentro de las iglesias, la política se hacía con disimulo.
Convicción religiosa
Sin embargo, esto no significa que los evangélicos voten sistemáticamente según las orientaciones del pastor ni que -divididos en cientos de organizaciones- voten siempre por candidatos que comparten su fe. Las luchas de influencia que los oponen en el plano religioso pueden atenuarse así como radicalizarse en función de las configuraciones electorales.
Asimismo, para la sociedad en general, el atributo "evangélico" no siempre es benéfico. La imagen de esos creyentes, ambigua, transmite una mezcla de respeto -porque se someten al control social de su Iglesia- y de desconfianza a causa de frecuentes acusaciones de manipulaciones, charlatanería y usurpación extorsiva de fondos.
¿Cómo evaluar entonces el impacto del "voto evangélico" en eso que se denomina "la cultura política brasileña"? Nadie puede negar que existe cierto tipo de "clientelismo religioso", poco compatible con la idea de ciudadanía presupuesta por el ideal de la República laica. Así y todo, conviene subrayar que, independientemente del hecho religioso, el sistema de los partidos, inconsistente y frágil, favorece las migraciones motivadas por intereses personales (ejemplo de lo cual es el ex gobernador Garotinho quien, en menos de tres años, pasó por tres partidos).
En lo referente a los electores, no fueron los evangélicos quienes, con su surgimiento, destruyeron las "sólidas prácticas" de participación democrática. Nada permite afirmar que ese "clientelismo religioso" es necesariamente peor que lo que se conoce históricamente como el "clientelismo político": una práctica que supone el mantenimiento de un "parque electoral" 4, de terratenientes que compran el voto de sus empleados a cambio de protección y/o dinero, todo ello marcado por diversas formas de presión, que pueden llegar a violencias físicas.
La fe evangélica descansa sobre creencias y mecanismos de convicción religiosa. Además, las demandas son numerosas: los estudios muestran que los fieles "no satisfechos" cambian fácilmente de pastor, de templo e incluso de organización. Exigir un voto por tal o cual candidato puede poner en peligro la adhesión a una Iglesia. La combinación entre una competencia exacerbada y el sistema de los partidos, que favorece la rotación y las alianzas ad hoc, se convierte en un antídoto contra los riesgos de intolerancia religiosa y de un ascenso del fundamentalismo. La religión evangélica hace a veces la diferencia en las elecciones porque reúne los templos, motiva los compromisos, y porque constituye un granero de votos. Pero en ningún caso sustituye el pragmatismo de las prácticas políticas habituales.
De la radio al Congreso
Las Iglesias pentecostales llegaron al país en los albores del siglo XX, pero su primera ola de crecimiento corresponde a los comienzos de la industrialización, en los años '50, cuando la radio era el principal medio de transmisión de mensajes. Durante las décadas del '60 y el '70, las Iglesias se vieron beneficiadas por concesiones audiovisuales otorgadas por la dictadura militar. Esas concesiones perduraron, dibujando la estructura actual de los medios de comunicación. Cultos, testimonios y plegarias pueden ser seguidos en directo por radio. Las emociones que suscita la "presencia del Espíritu Santo" se difunden por televisión, donde se abordan simultáneamente la Biblia y los problemas de la "vida real": desocupación, falta de dinero, dificultades sentimentales, alcoholismo, drogas y violencia.
Por cierto, los católicos sacan partido de los mismos medios de comunicación, pero la segmentación y la autonomía de las organizaciones protestantes, históricas y/o pentecostales, favorecen a estas últimas. Aunque no haya intención ecuménica de cooperación o diálogo entre las organizaciones, la presencia de las unas beneficia a las otras y, desde el punto de vista de la recepción, el conjunto gana visibilidad, dado que el mensaje parece idéntico.
Las distintas organizaciones evangélicas, especialmente las de tendencia pentecostal, se concentran en la periferia de los grandes centros urbanos y en las fronteras agrícolas, donde migrantes geográfica y culturalmente desarraigados, abandonados por los poderes públicos, llegan en busca de mejores condiciones de vida. Pese a la creciente presencia de las clases medias, los ingresos y la escolaridad de los fieles pentecostales remiten a una religión de pobres para quienes la conversión es sinónimo de beneficios, tanto materiales (nuevos lazos sociales) como simbólicos (un nuevo sentido dado a la vida). Ese proceso de conversión religiosa, que modifica la vida privada, ha invadido el espacio público.
La visibilidad de los evangélicos en la política surgió después de la dictadura militar, en el momento de la reforma de la Constitución brasileña (1988). Las diversas organizaciones unieron sus fuerzas para que la nueva Constitución no privilegiara a los católicos, ni en el calendario, ni en la utilización de los espacios públicos, ni en la legislación que regula la filantropía. En esa ocasión, eligieron 32 diputados federales que, a partir de un amplio abanico de distintos partidos políticos, conformaron la "bancada evangélica".
La Legislatura de 1990 les acordó menos peso, pero en las siguientes, el número de sus parlamentarios aumentó. En 1998 fueron elegidos 43 evangélicos. Por sí sola, la Iglesia Universal del Reino de Dios (IURD) contó con 15 representantes federales y 26 diputados estaduales en los 17 Estados y en el distrito federal. Actualmente, 62 diputados federales son evangélicos, 18 de los mismos de la IURD.
La "bancada evangélica" no tiene unidad de partido ni unidad ideológica, se agrupa para votar cuestiones de "interés evangélico" o morales (principalmente aborto y matrimonio homosexual) y se alía, puntualmente, a una parte de los diputados católicos o de los adeptos del espiritismo de Allan Kardec. Si para una elección de diputados de Estado o de diputados federales, pueden esgrimirse, a partir de referencias bíblicas, los intereses de las Iglesias evangélicas "perseguidas" por las autoridades mayoritariamente católicas, este argumento pierde su eficacia en una elección mayoritaria para puestos ejecutivos. En efecto, los intendentes, los gobernadores y el presidente deben gobernar para todos. En ese contexto, el peso de semejante atributo -"ser evangélico"- no puede ser evaluado más que en relación a otras variables del juego político. Al hacerlo, cada elección resulta inédita dado que presenta una configuración de alianzas y oposiciones determinantes dentro de la batalla en cuestión.
He aquí un ejemplo, citado cada vez que se aborda el tema: Anthony Garotinho, evangélico, ex gobernador de Río de Janeiro y ex candidato a la Presidencia de la República en 2002. En 1998, siendo miembro del Partido Democrático Brasileño (PDB), es elegido para el gobierno del Estado de Río de Janeiro, con Benedita da Silva, también evangélica, del Partido de los Trabajadores (PT), como vicegobernadora. Es posible que los votos evangélicos hayan constituido el factor diferencial que permitió a Garotinho ganar la elección, más allá de su pertenencia política y del perfil de sus adversarios de ese momento.
Durante el escrutinio de 2002 para la Presidencia de la República, Garotinho obtuvo asimismo un resultado significativo. Los votos en su favor (se había unido en ese momento al Partido Socialista Brasileño, PSB) provinieron de los lugares donde la organización Record -controlada por el obispo Edir Macedo, de la Iglesia Universal del Reino de Dios- tiene más transmisiones radiofónicas y televisivas, así como de las regiones de mayor concentración de pentecostales. En otros términos, donde Garotinho consiguió menos votos fue en las regiones más católicas de Brasil.
Dos años después, Luiz Paulo Conde, el candidato a la intendencia de Río de Janeiro en las elecciones de 2004, apoyado por Garotinho, afiliado ahora al Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), llegó en el tercer puesto, pese a la ayuda de un colaborador evangélico de la Asamblea de Dios, atrás de César Maia, reelecto intendente de la ciudad, quien apostó a sus raíces católicas, y el obispo Marcelo Crivela, de la Iglesia Universal del Reino de Dios. Este último pudo contar con una legión de fieles voluntarios para hacer campaña en las calles de la ciudad.
La trayectoria de Garotinho y el ejemplo de Río de Janeiro muestran la importancia del fenómeno religioso en el contexto electoral, pero permiten matizar las afirmaciones de aquellos que no ven más que el crecimiento (siempre espectacular, lineal y acumulativo) del peso del voto evangélico.
Otro ejemplo permite relativizar su impacto. La Iglesia Universal del Reino de Dios, que inauguró abiertamente la participación de las organizaciones evangélicas en el combate político, perdió un número considerable de consejeros municipales: hace cuatro años, eran 350; en 2005, serán sólo 70 los que asumirán sus funciones en las municipalidades.
En San Pablo, siempre en las elecciones municipales de 2004, el candidato que se proclamaba evangélico, Francisco Rossi, consiguió un resultado exiguo. Los dos candidatos de la segunda vuelta, la intendente saliente Marta Suplicy (PT) y el vencedor final, José Serra -Partido de la Social Democracia de Brasil (PSDB), del ex presidente Fernando Henrique Cardoso-, se enfrentaron para captar a los electores evangélicos. Dado que sus iglesias, muy frecuentadas, son vistas como graneros de electores, los candidatos buscaron el apoyo de las organizaciones, visitaron templos y sacaron provecho de las incitaciones al voto de los pastores. En suma, la ofensiva evangélica modificó el esquema anterior según el cual, dentro de las iglesias, la política se hacía con disimulo.
Convicción religiosa
Sin embargo, esto no significa que los evangélicos voten sistemáticamente según las orientaciones del pastor ni que -divididos en cientos de organizaciones- voten siempre por candidatos que comparten su fe. Las luchas de influencia que los oponen en el plano religioso pueden atenuarse así como radicalizarse en función de las configuraciones electorales.
Asimismo, para la sociedad en general, el atributo "evangélico" no siempre es benéfico. La imagen de esos creyentes, ambigua, transmite una mezcla de respeto -porque se someten al control social de su Iglesia- y de desconfianza a causa de frecuentes acusaciones de manipulaciones, charlatanería y usurpación extorsiva de fondos.
¿Cómo evaluar entonces el impacto del "voto evangélico" en eso que se denomina "la cultura política brasileña"? Nadie puede negar que existe cierto tipo de "clientelismo religioso", poco compatible con la idea de ciudadanía presupuesta por el ideal de la República laica. Así y todo, conviene subrayar que, independientemente del hecho religioso, el sistema de los partidos, inconsistente y frágil, favorece las migraciones motivadas por intereses personales (ejemplo de lo cual es el ex gobernador Garotinho quien, en menos de tres años, pasó por tres partidos).
En lo referente a los electores, no fueron los evangélicos quienes, con su surgimiento, destruyeron las "sólidas prácticas" de participación democrática. Nada permite afirmar que ese "clientelismo religioso" es necesariamente peor que lo que se conoce históricamente como el "clientelismo político": una práctica que supone el mantenimiento de un "parque electoral" 4, de terratenientes que compran el voto de sus empleados a cambio de protección y/o dinero, todo ello marcado por diversas formas de presión, que pueden llegar a violencias físicas.
La fe evangélica descansa sobre creencias y mecanismos de convicción religiosa. Además, las demandas son numerosas: los estudios muestran que los fieles "no satisfechos" cambian fácilmente de pastor, de templo e incluso de organización. Exigir un voto por tal o cual candidato puede poner en peligro la adhesión a una Iglesia. La combinación entre una competencia exacerbada y el sistema de los partidos, que favorece la rotación y las alianzas ad hoc, se convierte en un antídoto contra los riesgos de intolerancia religiosa y de un ascenso del fundamentalismo. La religión evangélica hace a veces la diferencia en las elecciones porque reúne los templos, motiva los compromisos, y porque constituye un granero de votos. Pero en ningún caso sustituye el pragmatismo de las prácticas políticas habituales.
REFERENCIAS:
1.Emir Sader, "El movimiento social brasileño se aparta de Lula", Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, enero de 2005.
2.Allan Kardec, cuyo verdadero nombre es Léon Hippolyte Rivail (1804-1869), es considerado el padre del espiritismo. Su influencia en Brasil es considerable.
3.Las Iglesias pentecostales se consideran testigos del "Evangelio de los cuatro ángulos" (Jesús salva, bautiza, cura, regresa); se sitúan dentro de la tradición protestante evangélica y bautista y se refieren a los grandes principios de la Reforma. Preconizan un respeto absoluto por la "Escritura", con un cierto fundamentalismo.
4.En portugués, "curral eleitoral": literalmente "establo electoral". Los electores son comparados con ganado.
1.Emir Sader, "El movimiento social brasileño se aparta de Lula", Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, enero de 2005.
2.Allan Kardec, cuyo verdadero nombre es Léon Hippolyte Rivail (1804-1869), es considerado el padre del espiritismo. Su influencia en Brasil es considerable.
3.Las Iglesias pentecostales se consideran testigos del "Evangelio de los cuatro ángulos" (Jesús salva, bautiza, cura, regresa); se sitúan dentro de la tradición protestante evangélica y bautista y se refieren a los grandes principios de la Reforma. Preconizan un respeto absoluto por la "Escritura", con un cierto fundamentalismo.
4.En portugués, "curral eleitoral": literalmente "establo electoral". Los electores son comparados con ganado.
Ficha documental
Autor: Regina Novaes
Publicado: Edición Cono Sur
Número de edición: Número 70 - Abril 2005
Páginas: 10,11
Traducción: Patricia Minarrieta
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Países: Brasil
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