Pablo Richard *
Palabra de Dios, fuente de vida y esperanza para el nuevo milenio
"Todo cuanto fue escrito en el pasado, se escribió para enseñanza nuestra, para que con la resistencia y el consuelo que dan las Escrituras, mantengamos la esperanza" (Rom. 15, 4).
(20 November 1999)
La Palabra de Dios entre la vida y la muerte
a) El espíritu idolátrico en la globalización neoliberal
Vivimos un proceso fantástico de globalización, un perfeccionamiento impresionante de las comunicaciones, un progreso económico, técnico y científico nunca antes alcanzado; pero, al mismo tiempo, constatamos que los invitados a la fiesta de la modernidad son una minoría y que, además, este progreso no es armónico con la naturaleza y con el cosmos. Hay un problema creciente de destrucción del medio ambiente, que cuestiona radicalmente el sentido mismo del progreso y de la civilización humana. El problema no es, sin embargo, la globalización en sí misma, ni el avance técnico y científico, sino el espíritu del sistema: su racionalidad, su lógica, su ética, su ideología, cultura y espiritualidad, contraria al universalismo humano y a la armonía con la naturaleza. Este espíritu del sistema es identificado normalmente con el nombre genérico de neoliberalismo. El neoliberalismo, como ideología, oculta la realidad de muerte que crece con la globalización y justifica el sistema como el mejor y único posible. En términos teológicos, el neoliberalismo es la idolatría que permite al sistema seguir destruyendo y matando de modo ilimitado, sin mayores reparos de conciencia.
b) La Palabra de Dios en la resistencia al espíritu del sistema
Si el problema fundamental no es el sistema, sino el espíritu del sistema, entonces se plantea para los cristianos la resistencia cultural, ética y espiritual al interior del sistema de globalización. Esta resistencia no es teórica o ideológica, sino que se identifica con la lucha por la vida humana y por la integridad del cosmos, la lucha por la reconstruccion de la sociedad civil y del Estado y por una cultura y ética de la vida, en contra de la ideología de muerte del neoliberalismo. Es ésta la resistencia y la lucha que nos permite pensar y construir alternativas al actual sistema de globalización neoliberal.
El movimiento de Jesús, en los orígenes del cristianismo, se vio enfrentado a una situación semejante. El Imperio romano aparecía también como el mejor sistema posible y los cristianos no tenían ninguna posibilidad de pensar o construir un sistema alternativo. El problema, como hoy, no era el sistema mismo, sino su espírtu idolátrico. Los cristianos no se enfrentaron directamente con el sistema, pero en cambio vivían una resistencia cultural, ética y espiritual que a largo plazo terminó destruyendo su legitimidad. Los cristianos vivían en el Imperio romano, pero no eran del Imperio (cf. Jn 17,14-16). Toda la tradición apocalíptica inspira esta misma actitud: el problema no es el sistema mismo con sus autoridades constituidas (defendidas por Pablo en Rom 13), sino el sistema espiritual e idolátrico que está por detrás y lo sostiene: la bestia y el falso profeta (Ap 13).
Hay dos textos bíblicos, de carácter apocalíptico de finales del siglo primero, que pueden ayudarnos a definir la resistencia de la comunidad cristiana en un sistema globalmente pervertido. El primer texto dice así: "Háganse fuertes en el Señor, en la fuerza de su poder. Utilicen todas las armas de Dios y así podrán resistir con éxito las estratagemas del diablo. Porque nuestra lucha no es contra la carne y la sangre, sino contra las potencias invisibles que dominan este mundo de tinieblas y contra las fuerzas sobrenaturales del mal" (Ef 6, 10-12). El mismo texto continúa recomendando las armas que deben usarse en este combate: la verdad, la justicia, la paz, la fe, la oración, la vigilancia permanente y, especialmente, "la espada del Espíritu que es la Palabra de Dios" (Ef 6, 13-20).
El otro texto apocalíptico lo tenemos en 2 Tes 2, 1-12, donde Pablo se refiere a la apostasía, al poder diabólico, al misterio de la iniquidad y donde habla, al mismo tiempo, de lo que ahora detiene al impío. La idolatría del mercado es hoy día ese misterio de la iniquidad, que ya está actuando en el mundo. Frente a este misterio de la iniquidad es posible la apostasía o la práctica de la verdad. Lo que detiene la apostasía total de la humanidad es la resistencia cultural, ética y espiritual al interior del sistema de globalización neoliberal; es la comunidad cristiana que se resiste a la idolatría del mercado, que cree en el Dios de la vida y elabora una teología crítica frente a la iniquidad del sistema; es la fuerza del Espíritu, de la Palabra y de la solidaridad.
El cristianismo, en esta reconstrucción de la vida, del espíritu y de la esperanza, tiene en sus manos toda la fuerza histórica de la Palabra de Dios: toda la fuerza que se nos reveló en el Exodo y en las tradiciones históricas y proféticas de Israel, toda la tradición liberadora de los libros de sabiduría y la fuerza orante y mística de los salmos. Finalmente, y en forma definitiva, la fuerza de la Palabra que se nos reveló en Jesús, en el movimiento de Jesús y en todos los escritos inspirados que ahí nacieron. Si la Iglesia fuese capaz de reconstruir la identidad de sus orígenes y recuperar la fuerza de la Palabra de sus primeras comunidades, entonces la Palabra de Dios sería hoy vida y esperanza para la mayoría de la humanidad excluida y sin esperanza, como también para el cosmos que gime agobiado por el "progreso" de los humanos.
c) Los desafíos históricos de la Palabra de Dios en la actualidad
Hay cuatro realidades de vida o muerte en el actual sistema de globalización que desafían con urgencia hermenéutica a la Palabra de Dios como Palabra de vida y esperanza, especialmente para los pobres y excluidos.
(1) La vida humana: El desafío fundamental es la vida amenazada de los pobres y excluidos. La vida humana es una realidad económica y política, antropológica y psicológica, pero también una realidad cultural, ética y espiritual. La vida, la tierra, el trabajo, la salud... son imperativos éticos, espirituales y hermenéuticos para interpretar la Biblia. Haciendo una paráfrasis de Ireneo podríamos decir: "Verbum Dei, vivens pauper, gloria autem pauperis Verbum Dei" (La Palabra de Dios es el pobre con vida; la gloria del pobre es la Palabra de Dios).
(2) La igualdad de género mujer - hombre. La dimensión de género es otra categoría hermenéutica ineludible, si no queremos arriesgar la credibilidad misma de nuestra interpretación de la Biblia. Es urgente quebrar la interpretación patriarcal que se ha hecho durante siglos de toda la Biblia. Esta interpretación androcéntrica ha sido tan sistemática y profunda, que ha llegado a deformar y retorcer los mismos textos de la Biblia y con mayor razón sus traducciones e interpretaciones. La hermenéutica patriarcal ha invisibilizado y destruido a la mujer en la Biblia; igualmente el varón ha sido sobredimensionado, con una naturaleza que le es ajena y alienante. La liberación humana, como liberación del hombre y de la mujer, es también el contexto de nuestra interpretación de la Palabra de Dios.
(3) La cultura y religión. La Biblia nació en un ámbito cultural semita y posteriormente helenista. Muy pronto asumió la cultura latino-romana, en ruptura con las culturas orientales. En veinte siglos la interpretación bíblica ha debido enfrentar múltiples culturas, especialmente en la misión universal de la iglesia. El cristianismo llegó al Asia, Africa y América Latina con la expansión del colonialismo europeo. Es urgente superar el eurocentrismo cultural y religioso, en el cual la Biblia está cautiva, para poder dialogar con las culturas y religiones del Tercer Mundo.
(4) La naturaleza y el cosmos. La hermenéutica siempre ha dejado de lado la naturaleza, como si ésta no participara en la Historia de la Salvación. El "grito de la tierra", hoy amenazada por la globalización neoliberal, debe orientar también nuestra interpretación de la Biblia. La Palabra de Dios debe ser también vida y esperanza para el cosmos, el cual gime por una nueva creación.
La Palabra de Dios como vida y esperanza en la Iglesia
a) El Dios de vida, uno y trino, vive en el Pueblo de Dios.
Tres fuerzas estremecen hoy a la Iglesia: La fuerza de la Palabra (en el movimiento bíblico), la fuerza del Espíritu (en los movimientos de espiritualidad) y la fuerza de la solidaridad (en la opción preferencial por los pobres). Estas tres fuerzas son la manifestación misma de Dios uno y trino: Jesús, la Palabra hecha carne (Logos); el Espírtu Santo (Pneuma) y el Padre que es Amor (Agape).
Las tres fuerzas son interdependientes como las tres divinas personas. La Palabra es eficaz en el Espíritu y en la solidaridad. La espiritualidad y la solidaridad no pueden prescindir de la Palabra. La Palabra es la que orienta la espiritualidad y la solidaridad.
Estas tres fuerzas (Palabra-Espíritu-solidaridad) están en las manos de todos los bautizados y de todas las comunidades, cuya comunión es constitutiva de la Iglesia como Pueblo de Dios. Las estructuras y ministerios eclesiales están al servicio de estas fuerzas divinas. La Biblia es el canon, la gramática de la fe, la que define la identidad de la Iglesia. El Magisterio y la exégesis están al servicio de la Palabra de Dios, que es la máxima autoridad en la Iglesia (Dei Verbum Nº 10).
b) La Palabra: ¿letra que mata o Espíritu que da vida?
La Palabra de Dios está entre la vida y la muerte. La Palabra de Dios, sometida al régimen de la ley, de la institución o del poder es letra que actúa según la carne y nos lleva a la muerte. La ley es útil únicamente si está al servicio de la vida. Por el contrario, la Palabra, interpretada en el régimen de la fe, actúa según el Espíritu, nos da vida y esperanza y nos libera del pecado y de la muerte (cf. Gal 5 / 2 Cor 3, 4-18 / Rom 8, 1-13).
Liberar la Palabra de Dios, para que sea vida y esperanza
a) Un nuevo espacio hermenéutico para la Palabra de Dios
El espacio hermenéutico es un lugar institucional, donde se identifica un sujeto intérprete específico, propio de ese lugar y diferente de otros sujetos, que hace una interpretación determinada de la Biblia, que es propia de ese lugar y diferente de la que se hace en otros lugares hermenéuticos. Nuestra interpretación de la Biblia depende del lugar donde ponemos nuestros pies.
Existen dos espacios hermeneúticos ya tradicionales, plenamente legitimados y siempre útiles y necesarios. El primero es el espacio académico. Se trata de las facultades de teología, de los seminarios y centros de estudio. Aquí la Biblia es interpretada científicamente, según los cánones del método histórico-crítico, de los métodos literarios clásicos y de los nuevos métodos de las ciencias humanas. En este espacio el sujeto de la interpretación bíblica es el perito, el exégeta, el profesor de Biblia, el graduado en ciencias bíblicas y ciencias humanas afines. La interpretación académica de la Biblia funda su legitimidad en el uso correcto de los instrumentos científicos y en la autoridad de los autores citados.
Otro espacio hermenéutico tradicional es el espacio litúrgico-institucional de la Iglesia. Se trata de la lectura e interpretación de la Biblia en el contexto de la liturgia y del ejercicio ordinario de la enseñanza y del magisterio de la Iglesia. Este espacio recibe el apoyo del trabajo académico, pero ahora transformado según los cánones de la liturgia y de la educación de la fe, en el contexto de la Iglesia. En el espacio litúrgico también la celebración de la Palabra se hace en comunidad, pero esta comunidad sigue la lógica hermenéutica dictada por el ordenamiento litúrgico, con su calendario, sus cánones y normas litúrgicas. En este espacio hermenéutico, el sujeto es el ministro ordenado o el laico autorizado para ejercer su cargo.
La lectura comunitaria de la Biblia está creando un espacio nuevo, un tercer espacio, también legítimo y necesario para una vivencia y correcta interpretación de la Palabra de Dios. Este nuevo espacio lo llamamos provisoriamente espacio comunitario. Se trata de la lectura e interpretación de la Biblia hecha en comunidad, sea en las comunidades eclesiales de base (CEBs) o en otras instituciones o movimientos eclesiales comunitarios. La interpretación de la Biblia hecha en comunidad tiene características diferentes a la interpretación académica o litúrgico-institucional. La comunidad es, en primer lugar, un espacio de participación, especialmente de aquellos que no pueden participar en la sociedad (los pobres, los excluidos, los jóvenes, las mujeres, los indígenas), y adquiere toda su importancia en lugares donde normalmente no llega la gran institución. Es, además, un espacio de solidaridad y de espiritualidad, de compromiso liberador y de misión evangelizadora. La comunidad, en cuanto expresión directa y representativa de la Iglesia como Pueblo de Dios, es también el espacio por excelencia de la creatividad espiritual y mística, profética y apocalíptica. Es finalmente un espacio ecuménico, donde se puede ir reconstruyendo más fácilmente la comunión con otras tradiciones religiosas y eclesiales. En este espacio comunitario el sujeto de la interpretación bíblica no es ni el exégeta ni el ministro ordenado, sino la misma comunidad. Esta comunidad actúa como sujeto intérprete de un sujeto mayor que es el Pueblo de Dios.
El espacio hermenéutico comunitario, es el espacio privilegiado de la participación y creatividad de los pobres y excluidos en la interpretación de la Biblia. Esta creatividad difícilmente puede darse en el espacio académico y en el espacio litúrgico-institucional. "Numerosas «comunidades de base» centran sobre la Biblia sus reuniones y se proponen un triple objetivo: conocer la Biblia, construir la comunidad y servir al pueblo. También aquí la ayuda de los exégetas es útil, para evitar actualizaciones mal fundadas. Pero hay que alegrarse de ver que gente humilde y pobre toma la Biblia en sus manos y puede aportar a su interpretación y actualización una luz más penetrante, desde el punto de vista espiritual y existencial, que la que viene de una ciencia segura de sí misma (cfr. Mt 11, 25)". "Toda la tradición bíblica, y de un modo más particular, la enseñanza de Jesús en los evangelios, indican como oyentes privilegiados de la Palabra de Dios a aquellos que el mundo considera gente de humilde condición". "(Los pobres) tienen una capacidad de escuchar y de interpretar la Palabra de Dios, que debe ser tomada en cuenta por el conjunto de la Iglesia y exige también una respuesta a nivel social". Este espacio es necesario para liberar la Palabra de Dios como Palabra de vida y esperanza para toda la Iglesia y para la humanidad.
Es muy importante la interacción de los tres espacios hermenéuticos. El espacio comunitario necesita el apoyo del espacio académico (el apoyo de la ciencia bíblica) y el apoyo del espacio litúrgico-institucional (el apoyo del magisterio). La interpretación científica y la litúrgica necesitan de la comunidad, donde se da el encuentro entre Palabra y vida, Palabra y cultura, Palabra y religión popular, Palabra y subjetividad de cada persona que vive en comunidad. Los tres espacios hermenéuticos se dan al interior de la Iglesia y eventualmente los tres pueden físicamente identificarse, total o parcialmente. En todo caso, no se deben oponer como si fueran espacios simplemente físicos, sino distinguirlos como espacios hermenéuticos.
En los tres espacios que hemos mencionado, pero especialmente en el espacio comunitario, debemos descubrir en profundidad el espacio personal y subjetivo. En la academia, en la liturgia y en la comunidad de base, es finalmente la persona, con toda su subjetividad y profundidad espiritual y mística, la que acoge, interpreta, medita y contempla la Palabra. Esta interiorización se está logrando con el método llamado lectio divina o lectura orante de la Biblia.
En este espacio que hemos llamado comunitario, es importante multiplicar los sujetos que asuman el ministerio de la Palabra de Dios. El espacio comunitario, con el apoyo de la ciencia bíblica y del magisterio eclesial, crecerá y se fortalecerá con el número y calidad de sus propios ministros de la Palabra. Es importante que estos ministros actúen con autoridad, legitimidad, seguridad, eficiencia y con una relativa autonomía. Esta calidad la lograrán en la medida de su sabiduría y de su capacidad espiritual para interpretar y proclamar la Palabra de Dios. La autonomía del ministro no significa independencia del magisterio o de la Iglesia, sino "autonomía de vuelo"; autonomía que le da su capacidad espiritual de escuchar y de permanecer en la Palabra. El espacio hermenéutico comunitario debe reconocer, respetar y desarrollar esta capacidad espiritual de los ministros de la Palabra, especialmente cuando son pobres y excluidos.
b) Liberar el sentido espiritual de la Palabra de Dios
La importancia del Espíritu Santo en la hermenéutica la podemos presentar con un texto del Patriarca Atenágoras, que desde su perspectiva oriental nos dice :
"Sin el Espírtu Santo
Dios está lejos,
Cristo se queda en el pasado,
el Evangelio resulta letra muerta,
la Iglesia es una mera organización,
la autoridad un poder,
la misión una propaganda,
el culto un arcaísmo,
y el obrar moral una obrar de esclavos"
San Pablo se refiere al Espíritu en términos de vida-muerte:
"Nuestra capacidad viene de Dios,
el cual nos capacitó para ser ministros de una nueva Alianza,
no de la letra, sino del Espíritu.
Pues la letra mata mas el Espíritu da vida" (1 Cor. 3, 5-6).
La exégesis de los últimos 100 años ha producido obras de gran trascendencia y utilidad; muchos exégetas, mujeres y hombres, han sido auténticos profetas y maestros de la fe. Pero el espíritu dominante de la exégesis ha estado marcado por el racionalismo, el liberalismo, el individualismo y el existencialismo. En el Tercer Mundo no tenemos problema con los métodos exegéticos, sino con el espíritu de estos métodos. Los métodos son útiles y eficaces, pero el espíritu de estos métodos sigue siendo el espíritu etnocéntrico, patriarcal y autoritario del mundo occidental, antiguo y moderno.
Por eso, la hermenéutica debe ser siempre una hermenéutica del Espíritu. No se trata de cualquier espíritu, sino del Espíritu del Dios de la vida que se revela en los pobres, en los oprimidos, en las tradiciones culturales y religiosas de los pueblos, en la mujer y en la naturaleza. Es el mismo Espíritu con el cual la Biblia fue escrita. Como dice bellamente la Constitución Dei Verbum del Concilio Vaticano II: ¨La Sagrada Escritura hay que leerla e interpretarla con el mismo Espíritu con que se escribió" (DV 12). Esta convergencia entre exégesis y Espíritu se ha hecho realidad en el seno de la comunidad.
Es conocida la clásica distinción de tres sentidos bíblicos: el sentido literal (el sentido del texto como texto), el sentido histórico (el sentido del texto interpretado a partir de la historia) y el sentido espiritual (el sentido que adquiere el texto bíblico cuando es leído como Palabra de Dios revelada en la historia). El texto bíblico nos revela la Palabra de Dios, pero también nos revela dónde y cómo Dios se revela hoy en nuestra historia. Cuando el texto realiza este discernimiento hay una produccion de sentido espiritual que se opone radicalmente al fundamentalismo bíblico que reduce la Palabra de Dios al sentido puramente literal de la Biblia, o al historicismo bíblico que la reduce a su sentido puramente histórico.
Hay un texto de San Agustín que ilustra muy bien este sentido espiritual de la Biblia:
"La Biblia, el segundo libro de Dios,
fue escrito para ayudarnos a descifrar el mundo,
para devolvernos la mirada de la fe y de la contemplación,
y para transformar toda la realidad en una gran revelación de Dios".
c.-Liberar la Palabra de Dios; no anularla ni sofocarla
En muchos lugares y de muchas maneras aplastamos y sofocamos la Palabra de Dios, o simplemente la sustituimos por nuestras tradiciones humanas. Jesús podría recriminarnos tal como lo hizo con los fariseos y escribas: "Ustedes han anulado la Palabra de Dios por su tradición. Hipócritas, bien profetizó de ustedes Isaías cuando dijo: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. En vano me rinden culto, ya que enseñan doctrinas que son preceptos humanos" (Mt 14, 6-9). O cuando recrimina a los saduceos en Jerusalén: "Ustedes están en un error, por no entender las Escrituras y el poder de Dios" (Mt. 22, 29).
Hay tres maneras concretas de anular la Palabra de Dios. En primer lugar, anulamos la Palabra de Dios por el autoritarismo canónico, es decir, cuando reducimos el canon bíblico a un solo criterio, único y absoluto. Hoy día la exégesis está rescatando la pluralidad del canon bíblico. En la vida del pueblo hebreo y en los orígenes del cristianismo existía una pluralidad de teologías y de movimientos religiosos, como también una variedad de contextos históricos y culturales. Cuando se institucionalizó el canon bíblico, se canonizó esta pluralidad histórica, y la Biblia misma amplió la pluralidad originaria con nuevas corrientes teológicas y eclesiales. Lo original y ortodoxo es la pluralidad, las herejías comenzaron cuando una interpretación se absolutizó por encima de las otras. Una forma muy común de destruir esta pluralidad de la tradición y del texto bíblico, es la creación de un canon dentro del canon. Se toma un texto bíblico, se lo absolutiza y se reduce toda la Biblia a este único criterio. Por ejemplo: el texto de 1 Tim 2, 9-15 es transformado en un criterio único y absoluto y se interpreta la Biblia entera a partir de este texto. El texto citado, no cabe duda, es androcéntrico y patriarcal. Pero no podemos transformarlo en un canon dentro del canon, es decir, en un criterio único y absoluto, y hacer una interpretación bíblica patriarcal y androcéntrica de toda la Biblia. El texto citado existe, pero junto a él existen muchos otros textos bíblicos diferentes que son liberadores de la mujer. Debemos situar siempre los textos en la complejidad y pluralidad de la tradición bíblica, reconstruyendo críticamente las diferentes corrientes teológicas, para recuperar el canon bíblico en toda su complejidad y pluralidad. Nunca debemos absolutizar versículos sueltos, como si estuvieran por encima de la revelación como totalidad.
En segundo lugar anulamos la Palabra de Dios por el fundamentalismo de la letra, cuando el sentido literal mata el sentido espiritual del texto. No cabe duda de que el sentido literal del texto es importantísimo e imprescindible; pero no debe impedir que leamos el texto como Palabra de Dios o que leamos la Palabra de Dios en nuestra historia actual a la luz del texto. Lo contrario sería igualmente dañino; descuidar el sentido literal del texto y caer en un espiritualismo ajeno al Espíritu con el cual la Biblia fue escrita. El fundamentalismo teológico nos impide, sobretodo, descubrir la Palabra de Dios en el libro de la vida a la luz del texto bíblico.
En tercer lugar podemos anular el texto por el autoritarismo científico y magisterial. Es evidente que la ciencia bíblica y el magisterio de la Iglesia son dos ayudas imprescindibles para interpretar la Biblia. Pero desde un punto de vista metodológico y hermenéutico, desde la misma fe y desde el sentido eclesial de nuestra interpretación bíblica, es fundamental que tanto la ciencia como el magisterio estén al servicio de la Palabra de Dios y no por encima de ella. Como dice la Dei Verbum (Nº 10): "El Magisterio no está por encima de la Palabra de Dios, sino a su servicio". Hay espacios académicos cerrados, dominados por un cientificismo bíblico que ahoga la Palabra de Dios; igualmente existen espacios eclesiales donde el magisterio se presenta en forma autoritaria y absoluta, donde se subordina y sofoca la Palabra de Dios.
La máxima profundidad del trabajo hermenéutico liberador se da cuando la Palabra de Dios nos interpela y nos libera; pero la profundidad es aun mayor cuando el proceso hermenéutico libera a la misma Palabra de Dios de toda opresión autoritaria y fundamentalista. La Palabra de Dios, ciertamente es viva y eficaz (cf. Heb. 4, 12-13), y nos permite seguir adelante en este proceso de una hermenéutica liberadora y espiritual en la Iglesia.
Una pastoral al servicio de la Palabra de Dios
Todo lo anterior queda en el papel y es pura teoría, si no desarrollamos como Iglesia una pastoral bíblica organizada y eficiente. Aquí simplemente enumeraremos y comentaremos brevemente algunos aspectos de esta pastoral bíblica.
a) Orientar el trabajo bíblico académico hacia el espacio litúrgico-institucional y hacia el espacio comunitario de base. Debemos articular mejor exégesis y Espíritu y orientar los métodos exegéticos hacia la reflexión pastoral y eclesial. Revisar los métodos que se utilizan en la formación bíblica de los presbíteros, religiosos y agentes de pastoral en general. Darle mayor espacio a la Palabra de Dios en la Iglesia institucional. El Derecho Canónico y el Catecismo tienen, a veces, mayor espacio y autoridad en la Iglesia que la misma Biblia. Las dos, el Derecho y el Catecismo, son ciertamente necesarios y útiles, pero deben estar al servicio de la Palabra de Dios; de lo contrario perderían el Espíritu y se transformarían en letra que mata.
b) Entregar la Biblia al Pueblo de Dios en el espacio hermenéutico comunitario, con el debido apoyo de la ciencia bíblica y del magisterio. Para ello hay que formar ministros de la Palabra a través de talleres y retiros bíblicos. Se debe crear un movimiento bíblico comunitario en el seno del Pueblo de Dios que renueve a la Iglesia en sus estructuras. Debemos buscar una transforamación espiritual de la Iglesia a largo plazo, no a través de la confrontación institucional, sino a través de la confrontación con la Palabra de Dios.
c) Reconstruir la dimensión kerigmática de la Iglesia a partir de una interpretación global de la historia de la salvación y de los orígenes del cristianismo. Crear una nueva escuela con nuevos métodos de predicación, enraizados en la Biblia y en la Tradición. Renovar los estudios exegéticos y académicos desde una perspectiva kerigmática y pastoral, que no deja de ser científica por el hecho se estar al servicio del anuncio de la Palabra de Dios y de la edificación de la Iglesia.
d) Repensar la catequesis para que sea profundamente bíblica en su espíritu, estructura y método. La catequesis debe permitir un contacto vivo y directo con la Palabra de Dios e introducir a los creyentes en los caminos de la historia de la salvación y de los orígenes de la Iglesia.
e) Fomentar una espiritualidad y una mística de inspiración bíblica, y transformar la Biblia en espiritualidad y mística a través del método de la lectura orante de la Biblia.
f) Revisar la Teología dogmática a partir de la Biblia y la Tradición. Revisar los métodos de enseñanza teológica a partir de los métodos exegéticos y de teología bíblica. Rescatar la primacía de la Palabra de Dios y del Espíritu en los estudios teológicos.
g) Recrear la ética cristiana a partir del sentido espiritual de la Biblia: no una ética de la ley, sino una ética de la vida. Una ética donde la ley esté al servico de la vida y no la vida al servicio de la ley.
h) Reconstruir las raíces bíblicas de la pastoral social de la Iglesia. Unir la pastoral de la solidaridad con la dimensión del Espíritu y de la Palabra.
* Pablo Richard, Pbro.
Nacido en Chile (1939). Sacerdote diocesano (Incardinado en la Arquidiócesis de San José, Costa Rica). Licenciado en Teología (Universidad Católica de Chile). Licenciado en Sagradas Escrituras (Pontificio Instituto Bíblico de Roma). Estudios de Arqueología bíblica (Escuela Bíblica de Jerusalén). Doctor en Sociología de la Religión (Sorbona, Paris). Actualmente profesor de Exégesis en la Universidad Nacional de Costa Rica y en la Universidad Bíblica Latinoamericana; Director del Departamento Ecuménico de Investigaciones (DEI), dedicado a la formación permanente de agentes de pastoral en América Latina.
Ultimos libros:
Apocalipsis: Reconstrucción de la Esperanza. Costa Rica. 1996, segunda ed., 215 p. (Traducido al Inglés: Apocalypse, a People's Commentary on the Book of Revelation, New York (Orbis Books) 1995. También en portugués, italiano y alemán).
El Movimiento de Jesús después de la Resurrección y antes de la Iglesia.
Una interpretación liberadora de los Hechos de los Apóstoles. Quito (Centro Bíblico Verbo Divino) 1998, 192 p.