La investigación del tema de
la corrupción ha sido hasta el momento un desafío que se han planteado,
preferentemente, los economistas, juristas, políticos y sociólogos. Las
mejores investigaciones al respecto han surgido en los últimos cinco años,
lo que no implica que no existiera corrupción anteriormente. Este hecho sí
sugiere que la corrupción estructural y generalizada como se la conoce en
América Latina se ha convertido en un problema que amenaza la seguridad, el
progreso y la existencia misma del continente.
La iglesia cristiana, inmersa
en un contexto de corrupción, aún no ha ofrecido una respuesta ni es una
alternativa válida en muchos casos. La influencia secularizante ha sido tal
que el divorcio entre la teología y la ética cristiana es muy evidente. La
corrupción ya no es sólo un mal social sino que está presente, como nunca
antes, en muchas iglesias cristianas y en sus estructuras denominacionales.
Buscando dar una respuesta a esta realidad, surge el siguiente desarrollo.
DEFINICIONES, CAUSAS Y CARACTERÍSTICAS DE LA CORRUPCIÓN
Según Mariano Grondona, la
raíz indoeuropea de la palabra corrupción es reut, que
quiere decir arrebatar. Se refiere a quitar o tomar alguna cosa con
violencia y fuerza.1 La corrupción se refiere al acto de
desnaturalizar y desviar una cosa del fin hacia el cual tiende
naturalmente. Se refiere a la descomposición, desorganización de las partes
de un todo, depravación, perversión, desmoralización. Es la disgregación o
ruptura de los elementos de un ser compuesto; por tanto, una mudanza o
cambio negativo de una manera de ser a la negación de la misma. Las
Naciones Unidas definen la corrupción como «utilización ilegal de un cargo
público en provecho propio. El término "ilegal" significa que
existen leyes o reglamentos que rigen la conducta de las personas que
desempeñan cargos públicos.»2Esencialmente, la corrupción tiene como punto
de partida el hecho de que una persona pone sus intereses personales por
encima de las personas y de los ideales a los cuales está comprometida a
servir. Una definición más técnica dice que corrupción es igual a monopolio más discrecionalidad menos transparencia:
C = M + D - T.3
Se debe diferenciar entre un
«acto corrupto» y un «estado de corrupción». Los actos corruptos se dan en
todas las latitudes y sociedades. Generalmente, al ser detectados los
responsables, son procesados y castigados. Tales hechos se registran
especialmente en las altas esferas de la mayoría de los países del Primer
Mundo. Los actos de corrupción tienen que ver básicamente con un conflicto
de intereses. Los mismos se dan cuando una persona obligada moral o
legalmente hacia un interés ajeno lo pospone, dando prioridad a su interés
propio.
Según Grondona, los actos de
corrupción pueden ser clasificados según su gravedad. «El primer grado es
el de la propina o regalo que se ofrece como signo de gentileza o gratitud.
El segundo grado es la exacción, esto es, la extorsión de un funcionario a
un ciudadano para que pague para obtener lo que, de todos modos, le es
debido. Por último existe el cohecho, para el que se ofrece o se da para
que un funcionario haga lo que no es debido.»4
La realidad latinoamericana
es más bien la de estados de corrupción. Esto acontece cuando «los actos de
corrupción se han vuelto tan habituales que la corrupción se convierte en
un sistema.»5
Cuando se desvirtúa la
función del Estado --que es la de servir al bien común-- para provecho de
unos pocos, entonces se está ante un estado de corrupción. La corrupción se
agrava en sociedades donde el éxito se mide en función del dinero que se
posee, y se acentúa aún más cuando no hay alternativas de enriquecimiento.
En estados de corrupción, los
que denuncian los actos o las estructuras de corrupción son los perseguidos
por la justicia y no los corruptos. En estados de corrupción, muchos
utilizan la denuncia de la corrupción como un instrumento de acción política
y económica, como un «slogan» que produce votos.6
La corrupción estatal es
posible cuando el dinero ocupa un lugar demasiado elevado en la tabla de
valores de una comunidad. En tales casos, las actividades aparecen vaciadas
de sentido y sólo buscan recompensas económicas. Entonces se puede
distinguir entre los políticos que viven para la política
y los que viven de la política; se puede distinguir entre
los «religiosos» que viven para Dios y los que
viven «del reino de Dios»; entre los médicos que viven para la
medicina y los que se sirven de ella.
CAUSAS DE LA CORRUPCIÓN
Las causas de la corrupción
deben buscarse en los mismos elementos del contexto. En el plano social
pueden ser la familia, la escuela, las actitudes hacia el trabajo, la
empresa, la nación. En el plano individual existen costumbres o vicios que
aceleran la tendencia hacia la corrupción, como ser el alcoholismo, las
actividades extramaritales, pérdidas especulativas, excesos en el juego,
vanidad, desorganización administrativa, resentimientos dentro del negocio,
frustración en el trabajo, sed de enriquecimiento ilícito, entre
otros.7
Debido a la intervención del
contexto, las causas de la corrupción son muy complejas. Jorge R. Etkin
afirma que existen varias desviaciones del ambiente que facilitan la
corrupción, como ser: la impunidad, la pérdida de los principios éticos y
morales como criterios para la acción, el autoritarismo, la falta de
transparencia en los mercados.8
Todas estas evidencias apoyan
la hipótesis de que la causa última de la corrupción radica en un mal moral
y espiritual generalizado. «La corrupción no es un mero dato de la realidad
... Se trata, en verdad, de un reflejo elocuente de la aguda crisis moral y
espiritual en la que nos encontramos sumidos.»9 La corrupción, por lo
tanto, ya no es sólo un problema económico, social o político, sino que ha
llegado a penetrar en la misma expresión cultural de los países
latinoamericanos e incluso se enquistó en las esferas eclesiásticas.
La corrupción es un problema
moral y espiritual de efectos muy perniciosos para la sociedad
toda.10 La profundización acerca de las causas radicales de la
corrupción es uno de los aspectos ausentes en la investigación
contemporánea en torno al tema. Por eso, el cristianismo tiene un aporte
único que brindar en tal sentido. Si la causa más profunda de la corrupción
es la moral, la fe cristiana debe plantear soluciones.
CARACTERÍSTICAS DE LA CORRUPCIÓN
Karl Rennstich desarrolla los
siguientes elementos comunes a la corrupción:
1.
Involucra siempre a más de una persona. En esto se diferencia del robo, de
la infidelidad, del engaño. En este sentido, la corrupción siempre es un
pecado social.
2.
Tiene que ver siempre con mantener algún secreto o silencio.
3. La
corrupción tiene un elemento de responsabilidad y privilegios mutuos. Uno
corrompe y el otro se deja corromper; ambos se «benefician» en el asunto a
costa de la sociedad o de terceros.
4. Los
corruptos generalmente justifican sus acciones en la legislación. Hacia
afuera todo debe parecer legal. Incluso abogan y luchan por la creación de
nuevas leyes para la justificación de sus ilícitos.
5. Los
que participan de la corrupción tienen suficiente poder para influenciar en
las decisiones. A la corrupción siempre le corresponde algún poder.
6. La
corrupción siempre se vale del engaño, la traición y el fraude (p. ej.,
soborno, fraude electoral).
7.
Todo tipo de corrupción es una traición de la confianza. En este sentido,
la corrupción tiene algo que ver con la religión. A la esencia de la
religión le corresponde el elemento de confianza: la fe. Por lo tanto, la
corrupción es un desafío a la fe, cuya raíz es la confianza.
8. Toda
corrupción tiene una doble contradicción: algún funcionario da el permiso o
la autorización, mientras que obtiene ganancia particular. La expedición de
un documento logrado mediante soborno también es toda una contradicción.
9. Todo
acto corrupto viola la norma de deberes y derechos dentro del orden social.
La corrupción hace que el interés particular prime por encima del interés
general, social.11
LA BIBLIA ANTE LA CORRUPCIÓN
ANTIGUO TESTAMENTO
La Biblia se inicia con la
revelación que Dios hace de sí mismo como creador. Dios, en un acto
soberano y voluntario, creó el universo y, dentro del universo, al ser
humano. Su propia evaluación sobre la creación y la humanidad en especial
mereció un comentario positivo: «muy bueno» (Gn. 1.31).
Dios también es presentado
como sustentador de la creación. Al hombre le fue encomendada la tarea de
la mayordomía, y la familia fue instituida como la base para el orden
social. Pero el hombre, no conforme con todo lo que Dios le había
otorgado, pretendió ser igual a Dios. La humanidad cayó en pecado y, a
partir de entonces, la maldad fue una constante en la convivencia humana.
Dios, como sustentador, no permitió la extinción de la humanidad, sino que
buscó alternativas y soluciones para los problemas planteados. Así empezó
la historia de la salvación (Gn. 3.15). Esta historia tuvo un momento
especial en la elección de Abram, con cuya descendencia, Israel, Dios tuvo
un trato distintivo. El pacto, que incluía privilegios y
responsabilidades, sería el vínculo de relación. Israel debería ser, de
esa manera, la carta de presentación de Dios ante las demás naciones, como
también el pueblo en cuyo seno vendría el Mesías, el Salvador del mundo.
Por esta razón, Dios exigió de Israel un estilo de vida a nivel individual,
y también social, caracterizado por la justicia, la honestidad y el amor.
Pero las influencias secularizantes y las tendencias pecaminosas frustraron
frecuentemente la concreción de los propósitos divinos para su pueblo. Tal
hecho queda demostrado por la abundancia de condenas explícitas o
indirectas contra las instituciones u organizaciones corruptas, las formas
de relaciones humanas corruptas, hechos, procesos y condiciones corruptos
condenados en especial por los profetas en el Antiguo Testamento (1 R. 21;
Is. 1.21-28; 10.1-4; Jer. 5.26-29; 6.12-13; 8.10-12; 17.11; 22.13-17; Ez.
22.6-16, 23-31; Os. 12.7-8; Mi. 3.1-12; 6.9-15).12
Las condiciones sociales de América Latina son muy similares a las
denunciadas por el profeta Amós en el Antiguo Testamento. Además se da el paralelismo
en la lista de pecados denunciados, como también el divorcio entre la fe
religiosa que se profesa y la conducta de tales individuos.
La denuncia de la corrupción
individual e institucional llevó al sufrimiento y la persecución de los
profetas, de la misma manera en que se trata de silenciar a los voceros de
la justicia en la actualidad. Incluso en muchas instituciones
eclesiásticas, «el orden establecido» es el responsable de acallar a los
profetas.
Pero los profetas del Antiguo
Testamento dejaron bien en claro que la purificación y la justicia deben
empezar a ser evidentes en el liderazgo espiritual, para luego extenderse a
la nación. Por otro lado, los profetas denunciaron a la sociedad que
privilegia el consumo, olvidándose de los valores y principios morales y
humanos. De manera que el hecho de ser fieles y pertinentes como cristianos
implica una actitud radical ante el mal social, y traerá sus consecuencias
de rechazo y persecución por parte de los que ostentan el poder amparados
en la corrupción.
NUEVO TESTAMENTO
Durante su ministerio, Jesús
hizo desafíos concretos, denunciando la corrupción y llamando a un nuevo
estilo de vida a varios grupos o sectores de su sociedad. Jesús denunció de
manera especial la corrupción de los líderes económicos de su tiempo,
representados por los saduceos terratenientes (Mc.10.17-22; Lc. 6:24;
12.20; 16.9).
No cesó tampoco de denunciar
la corrupción entre los líderes religiosos (escribas, fariseos y
sacerdotes). El propósito de su existencia era conocer la Ley y
transmitirla fielmente al pueblo. Ellos la pervertían y ocultaban de la
gente la verdadera sabiduría divina. Muchos utilizaban su poder e
influencia para oprimir al pueblo, en lugar de llevarlo a Dios (Lc.
11.25-53; 20.46; Mt. 23.1-36). «Y lo peor es que lo oprimen y que lo pueden
oprimir por el poder ideológico y simbólico-ejemplar que poseen en base a
su estrecha vinculación con la ley.»13 Jesús denuncia su hipocresía y
pide a la gente que se cuide de ellos (Mc. 12.38), sugiriendo además que no
los imiten (Mt. 23.3).
No cabe duda de que, en el
hecho de la denuncia constante que realizó Jesús contra estos grupos, se
encuentra un factor decisivo en el camino a la cruz. Dice al respecto J.
Jeremias que «fue una audacia sin precedentes ... esta audacia le condujo a
la cruz».14
Pero también la persona de
Jesús, su movimiento y sus ideas, amenazaron seriamente el statu quo del
Imperio Romano, razón por la cual Jesús fue crucificado. Melba Maggay
entiende que la tensión entre Jesús y Pilato tiene sus raíces en la
ambigí¼edad intrínseca de la naturaleza del reinado de Dios.15 Su
muerte no fue un mero accidente, sino que Jesús representaba una amenaza
real para el orden y la pax romana. Como otros cabecillas
de intentos de sedición, Jesús terminó crucificado. Su muerte se produjo
como consecuencia de su práctica, de su enfrentamiento con la corrupción,
que Carlos Gallardo llama «subversiva».16
Aunque parezca paradójico,
Jesús tuvo que enfrentarse a la tentación de la corrupción en su propio
grupo de seguidores y discípulos. La pretensión de poder de Juan y
Santiago (Mc. 10.32-34) y la traición de Judas (Mt. 26.1-5, 14-16; 27.3-10)
son los casos documentados que confirman la presente afirmación.
La pretensión de seguir a
Jesús sin renunciamientos, y a los efectos de ocupar un sitial
privilegiado, fue el hecho que determinó que muchos abandonaran el
seguimiento de Jesús, al entender su costo (Jn. 6.60-69). También la
pretensión de utilizar a Jesús como elemento de liberación de la opresión
romana y fuente de bendiciones celestiales sin sacrificio es evidente en
las multitudes que le seguían, y que fueron alimentadas milagrosamente
(Mt. 15.32-38; Jn. 6.26-27). Hubo varios intentos claros que apuntaban a
corromper a Jesús, como la tentación (Mt. 4.1-11), o en la misma
crucifixión cuando se apeló a su divinidad: «si tú eres Hijo de Dios...»
(Mt. 27.49), incitándolo a abandonar el cumplimiento de los propósitos de
Dios. En todos los casos, Jesús demostró que tuvo sus principios en claro y
las motivaciones para cumplir la voluntad de Dios y resistir a los intentos
de corrupción.
También Pablo, como ciudadano
romano, enfrentó muchas situaciones en las cuales los actos de corrupción
habrían sido una alternativa, pero él se alejó conscientemente de tal
posibilidad. Eso quedó demostrado con su actitud en cuanto a sus
privilegios como ciudadano romano. Siempre prefirió estar muy prevenido
ante las sospechas y conducirse de modo que evitaba todo tipo de conjeturas
o acusaciones maliciosas. Si se lo acusaba era sin argumentos ni elementos
que pudieran demostrar su participación en ilícitos.
Su cautela en relación con
este tema lo llevó a trabajar manualmente para su sostén17 (1 Co.
9.1-19; 2 Co. 11.7-15; 12.13-16a.) y lo impulsó a preocuparse por brindar
todas las garantías de transparencia en el manejo de los fondos de la
colecta que se recaudaba para los pobres de Jerusalén (Gl. 2.10; 1 Co.
16.1-3; 2 Co. 8-9; Ro. 15.25-27).18 El clímax de su resistencia y
oposición a la corrupción fue su negativa a conseguir la libertad por medio
del soborno (Hch. 24.17-26). Pablo no sólo predicaba la justicia, sino que
la vivía. Para Pablo, ser cristiano no
significaba ante todo adherirse a una nueva doctrina, sino vivir una nueva
vida. Esta novedad de vida es el meollo, el foco principal del énfasis
paulino.19
DESAFÍOS DE LA CORRUPCIÓN A LA FE CRISTIANA
Los países latinoamericanos
se encuentran inmersos en una situación de corrupción generalizada. Ya no
se trata simplemente de individuos que cometen actos corruptos, sino de un
sistema de convivencia en el cual la corrupción forma parte integral de la
vida.
La corrupción
institucionalizada no sólo es sumamente nociva para la mayoría de la
sociedad, sino que provoca el enriquecimiento ilícito de los
«privilegiados», mientras que las clases pobres y marginales están
destinadas a pagar el costo de la corrupción estructural.
Los estados corruptos son
estados de injusticia, pues privilegian a los que ostentan el poder. La
función del estado y de las instituciones se ha desnaturalizado. En lugar
de cumplir con los propósitos institucionales, los funcionarios han optado
por servirse de su cargo para sus fines particulares.
Es en este contexto donde al
cristiano latinoamericano le corresponde vivir y reflexionar
teológicamente. El autor reconoce que, en la mayoría de las reflexiones
teológicas, no se has tenido en cuenta suficientemente el contexto de
corrupción generalizada. Tal contexto ha influenciado de manera negativa la
misma interpretación bíblica. El contexto de corrupción condiciona la
autoridad de la Palabra de Dios, sugiere su manipulación, enfatiza el materialismo
y el consumismo, desemboca en numerosas herejías y produce una total
desconfianza en la interpretación bíblica.
Dado que la corrupción es un
problema ético en su raíz, el autor propone que para que la reflexión
teológica cristiana sea pertinente a un contexto de corrupción debe basarse
en la cristología. Jesucristo plantea tanto una teología contextual como
una teología de compromiso de fe y compromiso con la historia. La
cristología responde y desafía a las posibilidades de un testimonio radical
en un contexto de corrupción.
La cristología plantea
transformaciones que llegan hasta las mismas raíces de la corrupción, las
cuales no sólo se encuentran en el comportamiento individual de las
personas, sino en muchos sistemas y estructuras de vida. Además, tales
transformaciones no serán logradas por individuos bien intencionados y
honestos, sino por la influencia que los mismos puedan ejercer a través de
una comunidad alternativa.
La cristología que toma en
serio el contexto de corrupción, necesariamente enfatizará el mensaje y la
conducta del reino de Dios. Ante la tendencia de la corrupción generalizada
de cosificar e instrumentar al prójimo en favor de las ambiciones de poder
y posesión de los corruptos, la ética del reino de Dios plantea la
convivencia a partir de la comunidad alternativa (iglesia) en este mundo.
La sociedad corrupta está en oposición al reino de Dios, pues es una
sociedad que se destruye a sí misma.
La comunidad alternativa se
caracteriza por la vida en justicia, amor, servicio y santidad. La
comunidad alternativa que no ha sido pervertida por los valores corruptos
será, por su misma existencia, una presencia molesta y profética en la
sociedad. Vivirá de acuerdo con los valores del reino de Dios, guiada por
el Sermón del Monte.
ALGUNAS PROPUESTAS CONCRETAS
Como una respuesta cristiana
inicial al contexto de corrupción generalizada en América Latina,
proponemos lo siguiente:20
1) Revalorizar
la función de la comunidad alternativa como «sal y luz», de manera análoga
a la propuesta de «Transparencia Internacional» de formar islas de
integridad en la lucha contra la corrupción. La comunidad
alternativa cristiana es el grupo ideal para funcionar como isla de
integridad en un contexto de corrupción. Los cristianos tienen que
estar dispuestos a luchar por el bien y en contra del mal en la sociedad.
La comunidad alternativa debe detectar quiénes son los perjudicados y
oprimidos a través de las pujas de poderes.
2)
Participar activamente en la actividad política con el fin de luchar por
cambios estructurales en la sociedad latinoamericana. Estos esfuerzos serán
de vital importancia para que la fe cristiana y su ética hagan un aporte
significativo en la lucha contra la corrupción generalizada en América
Latina.
3)
Velar constantemente por la transparencia interna y purificación de la
comunidad cristiana y de las instituciones eclesiásticas y para
eclesiásticas. Se sugiere a tal efecto la implementación de normas éticas
que ayuden a controlar la transparencia y la corrupción. Sin lugar a dudas
las enseñanzas del Sermón del Monte adquieren una importancia singular en
tal esfuerzo: se requiere la voz profética de la comunidad alternativa.
4)
Enfatizar de manera prioritaria en el discipulado la conducta y la lucha
contra la corrupción. El discipulado incluye el acompañamiento de los
cristianos en su afán de salir del círculo vicioso de la corrupción. La
comunidad alternativa no puede bendecir ni recibir dinero mal habido ni
donaciones que proceden de la corrupción. El discipulado cristiano debe
enfatizar el concepto de mayordomía que Dios exige del ser humano. No se
puede privilegiar lo económico por sobre otros valores. Deben condenarse,
por lo tanto, las actitudes que provocan beneficios sectoriales; los
avances técnicos que benefician ciertos aspectos productivos, pero
deshumanizan a los que se «benefician» o destruyen otros valores; los
procesos que provocan desocupación o situaciones sociales desesperantes;
las especulaciones políticas basadas en la emergencia social.
5)
Apoyar todos los esfuerzos, sean cristianos o no, que se dediquen a la
lucha contra la corrupción. Para ello, todos los principios de lucha contra
la corrupción desarrollados en la sociedad de manera efectiva son válidos y
aceptables también para los cristianos. Crear redes locales, regionales,
nacionales e internacionales contra la corrupción entre cristianos y no
cristianos, con el objetivo de influenciar creativa y positivamente en las
distintas esferas sociales.21 Utilizar los medios de comunicación
existentes para concienciar a toda la sociedad en cuanto al daño moral y
social que representa la corrupción, presentando modelos de vida honestos y
transparentes. Promover la reflexión en torno a la corrupción, de manera
que se logre mayor profundización y efectividad en la lucha contra la
misma. En todos esos esfuerzos se tendrá que pagar el precio de las
consecuencias de tales acciones, que muchas veces se encontrarán con
fuertes oposiciones, persecuciones, amenazas y hasta el martirio. Adquirir
la incorrupción como un estilo de vida, como vocación cristiana.
La práctica de la corrupción
y el seguimiento de Jesús son incompatibles. Es la oración del autor que
los cristianos latinoamericanos tengan una actitud más radical contra la
corrupción, descubriendo nuevamente los valores del reino de Dios que deben
caracterizarlos. Dios permita que este artículo sea un aporte en tal
sentido.
NOTAS
1
Mariano Grondona, La corrupción, Planeta, Buenos Aires,
1993, p. 19
2
Informe del secretario general de las Naciones Unidas, «El impacto de las
actividades de la delincuencia organizada sobre la sociedad en general»,
Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas, párrafo 36, 11 de enero
de 1993; citado por Héctor Ruiz Núñez, Corruptos & corruptores,
Ediciones de La Urraca, Buenos Aires, 1993, p. 7.
3 La
fórmula ha sido desarrollada por Robert Klitgaard, Controlando la
corrupción, Sudamericana, Buenos Aires, 1994. También ha sido expuesta
y desarrollada por Luis Moreno Ocampo, En defensa propia: cómo
salir de la corrupción,Sudamericana, Buenos Aires, 1993. Moreno Ocampo
es cofundador de Poder Ciudadano, desde donde dirige el
programa «Iniciativa Privada para el Control de la Corrupción».
4
Grondona, op. cit., pp. 20-21. Menciona además que otro
acto que se considera corrupto en países moralmente avanzados es el uso
personal, por parte de un funcionario, de la inside information (información
interna o privada).
5 Ibíd., p. 22.
6 Ver
al respecto, Horacio Verbitsky, Robo para la corona: los frutos
prohibidos del árbol de la corrupción, Planeta, Buenos Aires,
1991, p. 9.
7 A
éstas conclusiones llegó el contador nicaragí¼ense Francisco Ramírez
Torres, Los delitos económicos en los negocios, Talleres
de Don Bosco, Managua, 1990, pp. 22-26, 40-50.
8
Jorge R. Etkin, La doble moral de las organizaciones: los sistemas
perversos y la corrupción institucionalizada,McGraw-Hill, Madrid, 1993,
pp. 259-260.
9
Pablo A. Deiros, «La Biblia y la corrupción», ponencia presentada para la
Sociedad Bíblica Argentina, Buenos Aires, setiembre de 1993, p. 2. Deiros
alude en la ponencia a Daniel Gustavo Montamant, presidente de Yacimientos
Petrolíferos Fiscales (Y.P.F.) durante la administración de Alfonsín,
quien en un trabajo mimeografiado: «Corrupción: la ocasión también hace al
ladrón», dijo lo siguiente: «El debilitamiento de la conciencia moral en el
hombre y en la sociedad es la raíz más profunda de la corrupción como
fenómeno social».
10 Este
tema fue desarrollado ampliamente por John T. Noonan, Bribes, Macmillan,
Nueva York, 1984, pp. 702-703. Allí el autor afirma que el soborno es una
vergí¼enza universal. No hay país en el mundo que no considere al soborno
como un delito en sus textos jurídicos. En ningún país los sobornados
hablan públicamente de sus acciones, ni los sobornadores anuncian los
sobornos que pagan ... La vergí¼enza no se establece de manera concluyente,
pero sí señala la naturaleza moral de la cuestión.
11 Karl
Rennstich, Korruption: eine Herausforderung fí¼r Gesellschaft und
Kirche, Quell Verlag, Stuttgart, 1990, pp. 37-38.
12
Tomás Mackey, «La Biblia y la corrupción», material no publicado, preparado
para la escuela dominical, agosto-octubre de 1995, p. 1.
13 Jon
Sobrino, Jesucristo Liberador: Lectura histórico-teológica de Jesús
de Nazaret, Trotta, Madrid, 1993, p. 231.
14
Joachim Jeremias, Jerusalén en tiempos de Jesús, Cristiandad,
Madrid, 1977, p. 248.
15 Melba
Maggay, «Jesús y Pilato», Al servicio del Reino, Visión
Mundial, San José, 1992, p. 123. Esta ambigí¼edad implica que, aunque por
un lado sea malo politizar el reinado de Jesús, es igualmente inapropiado
espiritualizar ese reinado y verlo enteramente como algo futuro.
16 Carlos
Bravo Gallardo, Jesús, hombre en conflicto: el relato de Marcos en
América Latina , Sal Terrae, Santander, 1986, p. 270. Gallardo
apoya su afirmación definiendo la subversión en el sentido estricto de la
palabra: cambio realizado desde abajo, desde la base del pueblo y desde la
raíz del problema. Cita, en tal sentido, que Jesús denunció la perversión
del proyecto de Dios, desenmascaró a los responsables de esas situaciones,
previno al pueblo, rompió el círculo diabólico de la exclusión poniéndose
del lado del pueblo, y también el círculo diabólico de la no violencia, no
resistiéndose a ella.
17 El
estudio más completo y actualizado sobre el oficio de Pablo es el realizado
por Ronald F. Hock, The Social Context of Paul‘s Ministry:
Tentmaking and Apostleship, Fortress, Filadelfia, 1980.
18 Se
recomienda al respecto la lectura de Dieter Georgi, Remembering the
Poor: The History of Paul‘s Collection for Jerusalem, Abingdon,
Nashville, 1992.
19
Defiende esta perspectiva, en contraposición a la postura muy difundida en
círculos teológicos de que el énfasis paulino se encontraría en la
escatología, David J. Bosch, Transforming Mission: Paradigm Shifts
in Theology of Mission, Orbis, Nueva York, 1992, p. 143.
20
Estas propuestas son todas realizables y se mencionarán puntualmente a los
efectos de ser mejor asimiladas.
21 Un
ejemplo de ello es la Asociación Cristiana de Abogados (ACDA), creada a
fines de 1994, en Buenos Aires. Cada uno de sus integrantes se debe ajustar
a un código de ética, y entre sus objetivos principales está la lucha
contra la corrupción. Ver al respecto, «Cristianos, abogados y honestos:
crean entidad para agruparlos y luchar contra la corrupción», El
Puente, año IX, nº 17, marzo de 1995, p. 17.
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