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jueves, 9 de julio de 2009

EVANGÉLICOS: ¿SOMOS HACEDORES DE LA PALABRA DE DIOS?

¿SOMOS CRISTIANOS O RELIGIOSOS?

POR: UBALDO TEJADA GUERRERO
utguerrero@gmail.com
En la edificación de alternativas soberanas en Latinoamérica y El Caribe, las venas siguen abiertas como un reto para las iglesias cristianas en el siglo XXI, cuyo breve diagnóstico nos indica: ausencia de logros en la consolidación de una propuesta pastoral social adecuada al entorno, vacío de un núcleo de cristianos maduros capaces de constituir alternativas en la sociedad civil, incapacidad para tener una presencia ciudadana activa en el Estado por las limitaciones en sólo reclamar beneficios materiales, o cuotas de poder, esbozo de propuestas abstractas mínimas que sólo alcanzan a la reconstrucción moral de país sin comprometerse con los oprimidos, fuerte vinculación ideológica con sectores conservadores de Norteamérica que inculcan una actitud de pasividad e inmovilismo de mucha luz en las iglesias, pero de oscuridad en el mundo, donde el anticomunismo está por encima de la palabra de Dios.
Lo anterior nos plantea tres objetivos básicos para los teólogos y pastores en su formación continua como tales: articular una ética contextual en lo social, político, económico, cultural, científico y tecnológico que deben estar nutridos de una fe cristiana; propiciar un proceso de globalización por la vía de la universalización de los derechos humanos, de la justicia y de la igualdad sin discriminaciones, a partir de la opción por los pobres; e impulsar la globalización de la solidaridad desde abajo, que incluya a quienes la globalización neoliberal excluye. Todo esto incluye una reestructuración académica en la formación pastoral que nos acerque más a una identidad y nos inserte en el desarrollo de capacidades ciudadanas y compromiso social.
El 27 de Febrero de 1992, la utopía cristiana comenzó a ceder terreno frente al “pensamiento único” del fin de la historia con el neoliberalismo; cuando en el Congreso de Empresarios Cristianos realizado en Francia; Michelle de Camdesus, presidente del Fondo Monetario Internacional (FMI) declaró: “Ese hoy es nuestro hoy, y nosotros somos nosotros, que estamos a cargo de la economía-los administradores de una parte en todo caso de esta gracia de dios; el alma de los sufrimientos de nuestros hermanos y los procuradores de la expansión de su libertad. Somos quienes hemos recibido ésta palabra. Sabemos que dios está con nosotros en la tarea de hacer crecer la fraternidad; hoy vamos a celebrar las bodas entre el “mercado mundial” y el “reino de Dios universal”. Lo que vino después el 2008 fue el colapso estructural del sistema financiero yankee, la crisis mundial, donde los regímenes neoliberales han quedado sin sustento ideológico, que obliga a la iglesia cristiana en Latinoamérica y El Caribe iniciar nuevos caminos y en fe comprometerse con su prójimo oprimido a ser protagonista de los cambios históricamente negados a las naciones emergentes.
Las iglesias no son las paredes de un templo, ni el crecimiento estadístico; son la congregación de sus creyentes en los principios de Dios, los hacedores de su palabra. Ello implica algunas tareas que los liguen con las necesidades de su prójimo: participar en los diferentes foros de solidaridad con iniciativas tendientes al logro de una auténtica fraternidad y hacerlos realidad; derribar el muro (ricos) y sur (pobres); colocar la economía al servicio del desarrollo integral de las personas y los pueblos; denunciar el carácter idolátrico del “capital”, “mercado” y “neoliberalismo” como lo nuevos dioses del siglo XXI que lo deciden todo, que exigen el sacrificio de vidas humanas de los excluidos por el poder económico mediante el hambre, la desocupación, el analfabetismo, etc; defender la democratización de los Estados en torno a valores comunitarios; mundializar las luchas sociales haciendo converger sus ideales de real emancipación latinoamericana, unificando en una sola iglesia la palabra de Dios para que Cristo sea un proyecto ético-global y el espíritu bendiga al planeta.
Para la iglesia cristiana la responsabilidad social implica reducir las causas que provocan las necesidades de los oprimidos y procuran la transformación de las estructuras sociales e individuales, pero fundamentalmente la defensa pluricultural de las identidades nacionales, pero ello no puede hacerse si los cristianos transformados en el amor al prójimo; no se involucran en los diferentes procesos políticos consecuentes con la enseñanza bíblica, por lo tanto auténtica en la administración de la creación y no en la apropiación, explotación del ser humano y destrucción de la ecología.
Las Escuelas Bíblicas en las Iglesias como un Ministerio de Gracia, deben ser una especie de “Universidad de la Sabiduría” para formar, educar y orientar a sus miembros con sus responsabilidades cívicas. Nunca debemos olvidar que muchos cristianos perecen dentro de las iglesias porque no se les facilita una sana participación individual y colectiva de su don de liderazgo en la sociedad civil, especialmente a los que han sido llamados en servir en responsabilidades gubernamentales y estructuras de poder local, regional o nacional; y ello se agrava al no entender que esto debe formar parte de la formación integral cristiana. El rol de cambio de actitud es la fortaleza de un cristiano.
Debemos dejar claro que la iglesia como institución de la sociedad civil debe respetar la existencia de un Estado laico, no debe identificarse, ni comprometerse con entidades gubernamentales, ni políticas de gobierno, partidos políticos y grupos organizados que atenten contra los principios cristianos, porque ello “no es negociable”, ni sujeto a “cupos de poder”; de manera que la libertad de expresión y decisión se vean afectadas, tanto corporativamente como individualmente, como observamos en el Honduras con la cúpula católica o en el Perú cuando no se cuestiona el Concordato Perú-vaticano, ni la Constitución neoliberal de 1993 que compromete el Estado con la iglesia católica.
Existen partes de la Biblia que no se predican o simplemente si se hacen, ellas se deforman aduciendo contextualizarla, olvidándose que la iglesia primitiva experimentó, una especie de socialismo, pero fundamentados en los principios del amor a Dios, al prójimo y a uno mismo; que al final siguen siendo el proyecto histórico de evangelización, pues entre los diferentes tipos de justicia que encontramos en la Biblia, existe la justicia restitutiva y distributiva. No podemos separar la justicia del amor, este es un grave error en la cristiandad del siglo XXI, pues la justicia sin amor es banalidad.
Lo cierto es que la respuesta cristiana a los retos del oprimido es poco reflexivo, débil en la prédica integral de la palabra de Dios, pero lo más grave despreocupado por las exigencias sociales de los oprimidos e incapacitado para hacer un evangelio social que nos conduzca realmente a ser luz y sal a favor de la paz con justicia social, porque amamos la vida, debemos conquistar la paz, ello implica enfrentarse a potestades.
El Dios de la Biblia ha establecido principios éticos en cuanto al desarrollo y ejercicio de la política siempre en beneficio de los oprimidos de una nación, donde la sociedad civil debe ser en entorno y objeto comunitario de la iglesia cristiana. En ésta dirección, la política en su sentido mas amplio es una instrumento propicio para el desarrollo de la solidaridad y el cambio de actitud, donde ésta el rol fundamental de la iglesia cristiana.

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