"No era un hombre perfecto, porque la perfección es un atributo de Dios". El hombre es humano: aprende, crece, se equivoca y tiene que enmendar caminos. La madurez, producto de las experiencias de la vida, cambia opiniones y métodos; y uno se va convirtiendo en un vaso mas útil para el Señor.
La obra de Dios requiere de hombres. Desde el tiempo de Caín, para hablar con los hombres, salvo en casos excepcionales, Dios se ha valido de hombres, para llevar a cabo su obra en la tierra.
Cada època tiene su gigante de la fe, uno que sobresale de los demás, no porque lo quieran, no porque buscan ubicación destacada entre los hijos de Dios. Es que en el Plan de Dios, han sido preparados por Él para dar dirección a su obra durante un tiempo. Nacieron para esa hora.
Dios sólo espera la colaboración de un hombre lleno de fe y del Espíritu Santo para hacer una obra grande.
Prominentemente somos testigos de Cristo, gozozamente testificamos de Él antes de hablar de las bendiciones o dones que ofrece a los hombres. Es Cristo como una realidad viviente; el hecho supremo de la historia. Es Cristo mismo quien es el tema de nuestro testimonio.
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