Entradas populares

Vistas de página en total

domingo, 19 de junio de 2011

EVANGÉLICOS Y LATINOAMÉRICA (I)

POR: UBALDO TEJADA GUERRERO – Analista Global – utguerrero31@yahoo.es


Hay poderosas fuerzas emergentes de evangélicos en Latinoamérica y el Caribe, y más tarde o más temprano serán parte del pueblo, en la disputa y el desafío del poder a los conversos al neo-liberalismo así como a las potestades de sus aliados en Washington y en las corporaciones multinacionales en el siglo XXI.
En el pasado, Estados Unidos tendía a trabajar en Latinoamérica y el Caribe, para lograr en gobiernos títeres su reemplazo, de hecho su derrocamiento como el caso de Zelaya (Honduras) o el intento con Correa (Ecuador). Pero la decadencia del poderío estadounidense en el sistema-mundo del siglo XXI, y en particular la preocupación de Estados Unidos por las guerras que viene perdiendo en Medio Oriente, le han secado la energía política con la que previamente se movía decididamente en América Latina.
En la década de los noventa, con la ola de las transiciones hacia la democracia en América Latina, los movimientos evangélicos irrumpieron en distintos países latinoamericanos como una nueva fuerza política, hasta entonces muy poco considerada, tanto por ellos mismos como por los actores políticos.
Los movimientos católicos inspirados en la teología de la liberación siguen floreciendo en Brasil. Los presidentes de Ecuador y Paraguay han emergido de esa tradición. Y los progresos de los grupos protestantes evangélicos en América Latina están preocupando al Vaticano (Opus Dei), pero la existencia de grupos de derecha evangélica, lo hacen más tolerante hacia los teólogos de la liberación, quienes al menos son católicos, y que podrían ayudar a frenar esta pérdida de creyentes de la Iglesia.
Los evangélicos hoy mas que nunca, deben entender, que si los problemas de América Latina realmente tienen que ver con lo estructural, entonces no es un asunto que se puede resolver a un nivel estrictamente individual, como tampoco con esfuerzos colectivos en las áreas de educación, salud y desarrollo –por muy importante que éstos sean-, ya que finalmente no le hacen ni un rasguño al sistema dominante, causante del mal.
El peso numérico de los evangélicos, las han hecho entrar en el protagonismo político sin haber tenido ni vocación ni tiempo de pensar un programa derivado de sus convicciones teológicas. Así la participación se ha guiado por el principio del oportunismo que en muchos casos ha llevado a situaciones desastrosas. El apoyo a dictaduras que oprimieron y atacaron en especial a los pobres en Chile (Pinochet) o Perú (Fujimori), o la caída en formas abiertas o sutiles de manipulación política y corrupción en el Brasil han llamado la atención de los estudiosos de dentro y de fuera del movimiento.
Martín Lutero, rodeado de las presiones de su época, subrayó: La fe no ofrece al cristiano un programa o una ideología, sino una razón de la mente y del corazón para participar, una preocupación central y una norma para evaluar todo programa, ideología, estructura o acción política: el bienestar del prójimo.
La experiencia de Brasil o Perú, cuyas prácticas políticas y parlamentarias por parte de los evangélicos son incomparablemente más amplias que en Chile, no ayudaron a disminuir los niveles de corrupción y pobreza en estos países, solamente recordar que el triunfo de Ollanta el 2011, en Perú sobre Keiko Fujimori, tuvo como base el combate al continuismo neoliberal y la corrupción, ello no fue impedimento para organizaciones como el “Movimiento Misionero Mundial” (Rodolfo González) utilizará su propio templo para bendecir la candidatura de la perdedora Keiko Fujimori.
Se espera que el pueblo evangélico, el liderazgo evangélico rompa su burbuja de cristal y entiendan que ser sal de la tierra no solo es ser moralmente sano, ciudadanos buenos, sino ser uno con la lucha de las mayorías, capaces de dar la vida por la causa social, de ser una voz apostólica contra la corrupción, la explotación, la mentira, lo inmoral, etc. Hay que redimir la política, llevarla a su dimensión bíblica, llenar ese vacío espiritual que en nuestro continente ha dejado el clericalismo católico al darle, la espalda a los pobres y salvaguardar los intereses de elites poderosas de éste siglo.
La única teología que la Biblia conoce es una teología “funcional”, es decir, teología en diálogo con la realidad concreta, teología al servicio de la praxis. La única manera de llevar una vida cristiana auténtica es tomando en serio la encarnación de Jesucristo. Aquí radica el mayor desafío, en su llamado a reflexionar en el contexto de un compromiso concreto y hacer de la teología un instrumento de transformación y de salvación social.
Hacen falta verdaderos estadistas evangélicos, que militen en partidos políticos con proyectos de nación que dejando de lado sus ambiciones se ocupen del desarrollo y promoción de programas que benefician al pueblo. En general, los partidos que alcanzan el poder del gobierno no tienen una visión, ni de mediano ni de largo plazo, eso venía pasando en Latinoamérica hasta los 90.
La Iglesia evangélica ha estado omisa en casi toda la transformación de nuestra sociedad en lo que se refiere a los últimos tiempos. Creo que han enfocado su batería a temas de su propio “interés”, interés del Pastor principalmente. Me refiero al número que se quiere alcanzar para su ego (iglecrecimiento) y no a la realidad social en la que la Iglesia está enclavada.
Creo que la Iglesia debe de ser una Iglesia profética, que anuncie y que denuncie, y que sus laicos trabajen actuando en donde se desarrollen a diario comprometiéndose con los principios del evangelio: La iglesia fuera del templo, una iglesia sin paredes.
La Biblia no avala ninguna ideología o sistema político como el gobierno de Dios. Más bien, provee un marco ético-moral de valores que sirve de base y criterio para orientar la acción política que promueve el bien común en la sociedad, el combate a gobiernos corruptos y a modelos económicos que reemplazan al ser por el tener, al desarrollo humano por el Mercado.
Cualquier cristiano tiene la libertad de optar por un sistema politico o económico determinado, pero no de afirmar que el mismo sea cristiano, debe estar bien demarcado el campo de la iglesia y el Estado, de la fe y la política; se trata que antes de ser merecedores de la ciudadanía del cielo, seamos probados en la ciudadanía de la tierra, sirviendo al prójimo oprimido en su caminar por su liberación.



No hay comentarios:

Publicar un comentario