Asuntos teológicos y políticos pendientes
Por: Darío A. López Rodríguez
Voté por Gana Perú. Fue una decisión política personal con un fuerte contenido ético moral. Consideré que mi voto, junto al voto de otros ciudadanos que apostamos por la transformación social en democracia, podría ayudar a cerrarles el paso a personajes impresentables moral y éticamente. Personajes que cínicamente decían “nosotros matamos menos” refiriéndose a las víctimas de la violencia durante la dictadura fujimorista y “no fue contra su voluntad, sino sin su voluntad” refiriéndose a la criminal esterilización de miles de indefensas mujeres ordenada por Alberto Fujimori. Este desprecio por la vida y la dignidad humana de los pobres y los excluidos que no tenía nada de cristiano, antes que fortalecer la democracia y las instituciones, iba en contra del Estado de derecho y de la inclusión social de miles de peruanos que viven en condiciones infrahumanas.
Cualquiera diría que tengo suficientes razones para alegrarme porque el candidato de mi preferencia electoral ha ganado. Pero no es así. ¿Por qué? Dos son mis razones para no estar completamente alegre en esta hora de definiciones. ¿Puedo estar alegre en un país peligrosamente fragmentado, golpeado moralmente y en el cual existen empresarios que no tienen ningún interés en un crecimiento económico con inclusión social? ¿Puedo estar alegre cuando un grupo de pastores y líderes de las iglesias evangélicas mezclan irresponsablemente religión y política, califican de comunistas y caviares a los que tienen una opinión política distinta a la suya y utilizan los pulpitos de las iglesias para dar mensajes políticos partidarios y coaccionar a los miembros de las iglesias para que voten por su candidato favorito?
Un día después de un proceso electoral tenso, polarizado y con medios de prensa completamente parcializados para favorecer a una candidatura, quedan todavía asuntos teológicos y políticos pendientes que resolver, para los evangélicos que creemos que la búsqueda de la justicia, la paz, la reconciliación, la transformación social y una vida plena y digna para todos los seres humanos, entre otros asuntos, forma parte de la buena noticia del reino de Dios que tenemos que proclamar y vivir personal y colectivamente. ¿Cuáles son estos asuntos teológicos y políticos pendientes?
1. La comunidad evangélica tiene que tomar notar de que este proceso electoral ha puesto en evidencia que al interior de ella existen dos sectores claramente diferenciados en cuanto a su pensamiento político y a su práctica ciudadana.
Para un sector de la comunidad evangélica, la participación política se trata simplemente de tener presencia en los espacios de poder y capturarlos con el objetivo de defender sus intereses religiosos particulares. Este sector no tiene en cuenta que la política es una opción personal en la cual no se tiene que utilizar a la comunidad religiosa con fines políticos partidarios, y olvida que la política tiene que ver con el buen gobierno, con compartir el poder y con educación para incursionar en el espacio público.
Para otro sector de la comunidad evangélica, la participación política y la incidencia pública, más allá de los intereses religiosos particulares, se relacionan con una afirmación de su ciudadanía. Intervienen en los asuntos públicos porque consideran que allí se construye ciudadanía y porque entienden que se trata de un espacio en el que se incide, se negocia y se formula agenda para el bien común. Consideran que se tiene que estar presente en los espacios de poder porque son los lugares en los que se debate, analiza y articulan propuestas para la defensa y la consolidación de la democracia.
2. Los pastores, líderes y miembros de las iglesias evangélicas necesitan comprender que la política partidaria es una opción personal que no tiene que comprometer para nada a las congregaciones, denominaciones e instituciones representativas, con una determinada orientación política partidaria. Cada uno de nosotros, no las congregaciones ni las instituciones, es responsable de la opción política partidaria que toma en las coyunturas electorales. Un asunto completamente distinto es que las denominaciones y las instituciones representativas se pronuncien sobre los asuntos de la agenda pública en los que se tiene que expresar el punto de vista de la comunidad evangélica, como por ejemplo, la vulneración de los derechos humanos fundamentales, la reconciliación nacional, la crisis de valores o la situación de indefensión de los niños por nacer o de los niños nacidos.
Cada ciudadano evangélico tiene el legítimo derecho de expresar públicamente su punto de vista político y su preferencia electoral, sin que nadie le discrimine o lo considere menos creyente que otro. Ser de derecha, de centro o de izquierda, no es ningún pecado ni una traición a la identidad evangélica. Son expresiones políticas con las cuales los ciudadanos, evangélicos y no evangélicos, pueden simpatizar o adherirse, sin que esto signifique una negación de su condición de discípulo de Jesucristo. Nunca debemos olvidar que cualquiera sea nuestra posición política o nuestra opción electoral, ninguno de nosotros tiene el monopolio de la verdad o puede pretender que su opción política partidaria es la única expresión cristiana valida y la única que se aproxima a los principios del reino de Dios. Todas las expresiones políticas son factura humana y, por lo tanto, tienen las limitaciones propias de las construcciones humanas y no son en ningún sentido absolutas.
Villa María del Triunfo, 6 de junio del 2011
Por: Darío A. López Rodríguez
Voté por Gana Perú. Fue una decisión política personal con un fuerte contenido ético moral. Consideré que mi voto, junto al voto de otros ciudadanos que apostamos por la transformación social en democracia, podría ayudar a cerrarles el paso a personajes impresentables moral y éticamente. Personajes que cínicamente decían “nosotros matamos menos” refiriéndose a las víctimas de la violencia durante la dictadura fujimorista y “no fue contra su voluntad, sino sin su voluntad” refiriéndose a la criminal esterilización de miles de indefensas mujeres ordenada por Alberto Fujimori. Este desprecio por la vida y la dignidad humana de los pobres y los excluidos que no tenía nada de cristiano, antes que fortalecer la democracia y las instituciones, iba en contra del Estado de derecho y de la inclusión social de miles de peruanos que viven en condiciones infrahumanas.
Cualquiera diría que tengo suficientes razones para alegrarme porque el candidato de mi preferencia electoral ha ganado. Pero no es así. ¿Por qué? Dos son mis razones para no estar completamente alegre en esta hora de definiciones. ¿Puedo estar alegre en un país peligrosamente fragmentado, golpeado moralmente y en el cual existen empresarios que no tienen ningún interés en un crecimiento económico con inclusión social? ¿Puedo estar alegre cuando un grupo de pastores y líderes de las iglesias evangélicas mezclan irresponsablemente religión y política, califican de comunistas y caviares a los que tienen una opinión política distinta a la suya y utilizan los pulpitos de las iglesias para dar mensajes políticos partidarios y coaccionar a los miembros de las iglesias para que voten por su candidato favorito?
Un día después de un proceso electoral tenso, polarizado y con medios de prensa completamente parcializados para favorecer a una candidatura, quedan todavía asuntos teológicos y políticos pendientes que resolver, para los evangélicos que creemos que la búsqueda de la justicia, la paz, la reconciliación, la transformación social y una vida plena y digna para todos los seres humanos, entre otros asuntos, forma parte de la buena noticia del reino de Dios que tenemos que proclamar y vivir personal y colectivamente. ¿Cuáles son estos asuntos teológicos y políticos pendientes?
1. La comunidad evangélica tiene que tomar notar de que este proceso electoral ha puesto en evidencia que al interior de ella existen dos sectores claramente diferenciados en cuanto a su pensamiento político y a su práctica ciudadana.
Para un sector de la comunidad evangélica, la participación política se trata simplemente de tener presencia en los espacios de poder y capturarlos con el objetivo de defender sus intereses religiosos particulares. Este sector no tiene en cuenta que la política es una opción personal en la cual no se tiene que utilizar a la comunidad religiosa con fines políticos partidarios, y olvida que la política tiene que ver con el buen gobierno, con compartir el poder y con educación para incursionar en el espacio público.
Para otro sector de la comunidad evangélica, la participación política y la incidencia pública, más allá de los intereses religiosos particulares, se relacionan con una afirmación de su ciudadanía. Intervienen en los asuntos públicos porque consideran que allí se construye ciudadanía y porque entienden que se trata de un espacio en el que se incide, se negocia y se formula agenda para el bien común. Consideran que se tiene que estar presente en los espacios de poder porque son los lugares en los que se debate, analiza y articulan propuestas para la defensa y la consolidación de la democracia.
2. Los pastores, líderes y miembros de las iglesias evangélicas necesitan comprender que la política partidaria es una opción personal que no tiene que comprometer para nada a las congregaciones, denominaciones e instituciones representativas, con una determinada orientación política partidaria. Cada uno de nosotros, no las congregaciones ni las instituciones, es responsable de la opción política partidaria que toma en las coyunturas electorales. Un asunto completamente distinto es que las denominaciones y las instituciones representativas se pronuncien sobre los asuntos de la agenda pública en los que se tiene que expresar el punto de vista de la comunidad evangélica, como por ejemplo, la vulneración de los derechos humanos fundamentales, la reconciliación nacional, la crisis de valores o la situación de indefensión de los niños por nacer o de los niños nacidos.
Cada ciudadano evangélico tiene el legítimo derecho de expresar públicamente su punto de vista político y su preferencia electoral, sin que nadie le discrimine o lo considere menos creyente que otro. Ser de derecha, de centro o de izquierda, no es ningún pecado ni una traición a la identidad evangélica. Son expresiones políticas con las cuales los ciudadanos, evangélicos y no evangélicos, pueden simpatizar o adherirse, sin que esto signifique una negación de su condición de discípulo de Jesucristo. Nunca debemos olvidar que cualquiera sea nuestra posición política o nuestra opción electoral, ninguno de nosotros tiene el monopolio de la verdad o puede pretender que su opción política partidaria es la única expresión cristiana valida y la única que se aproxima a los principios del reino de Dios. Todas las expresiones políticas son factura humana y, por lo tanto, tienen las limitaciones propias de las construcciones humanas y no son en ningún sentido absolutas.
Villa María del Triunfo, 6 de junio del 2011
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