POR: Juan Eduardo Gil Mora
Todos recordamos nuestras primeras experiencias de aprendizaje en la escuela inicial o en la propia casa, ha sido un hombre o una mujer la persona que nos guió en nuestro primer aprendizaje; a esa persona que nos guió lo llamamos maestro. Se dice que nuestros primeros maestros son nuestros padres y que nuestros segundos padres son los maestros; igualmente se sostiene que nuestra primera escuela es el hogar y que nuestro segundo hogar es la escuela; en estos dos escenarios muy familiares a la vida de cada uno de nosotros, son donde aprendimos a amar, a respetar, a conducirnos con bien y con valores, y sobre todo hemos aprendido siguiendo el ejemplo de esos maestros que cotidianamente estuvieron frente a nosotros y con nosotros.
El Perú tiene un vasto territorio y con más de 12 millones de estudiantes.
Niños, adolescentes y jóvenes que en pocos años se involucrarán en la fuerza laboral del país; por lo tanto es imprescindible que la infraestructura educativa sea la más óptima al igual que la preparación de los profesores; sólo así se podrá garantizar el desarrollo de la patria.
El Perú destina un día especial para reconocer el esfuerzo desplegado de los maestros en la educación, que a pesar de las falencias, hacen los esfuerzos para que todos tengamos niveles educativos actualizados; la fecha es el 06 de julio.
Se considera como maestro a la persona que es capaz de transmitir enseñanzas, experiencias y valores a sus discípulos. Son los profesionales en cuya vocación de entrega se confía la educación en nuestro país. El artífice de la educación es el maestro. El es el que debe inculcar en el estudiante – sobre todo con el ejemplo- el amor por el estudio, por el trabajo y el orden, cultivando en ellos buenos hábitos, reforzando su autoestima para que en la vida sepan valerse por sí mismos y se desenvuelvan en cualquier actividad con seguridad.
Estoy seguro que todos recordamos a algunos de nuestros maestros; la mayoría guarda con mucho cariño el recuerdo de esa persona que nos enseñó a leer y escribir, a pintar, jugar o aprender. En muchos casos, desplegamos actividades en honor a ellos o en memoria de ellos, recordamos sus expresiones e incluso ademanes y gestos; porque el maestro es la persona de quién, por medio de quién y con quién aprenden los alumnos y lo aprendido perdura en la vida del que fue estudiante.
Por todo ello, como alumno que fui y como docente que aún soy, rindo tributo a tantos maestros que esforzadamente enseñan en sus estudiantes aquello que ha de ser útil en la vida de sus pupilos.
MAGISTERIO: DON ESTABLECIDO EN LA IGLESIA.
En la esfera eclesial, la enseñanza es parte de la responsabilidad y misión de la Iglesia, por lo tanto existen maestros; la vocación cristiana de servir hace que el creyente sea un maestro, aunque quizás con muchas debilidades y poca capacitación; empero, Dios pone en el corazón del creyente dones y talentos para el servicio. Están los pastores, los integrantes del Consejo de Ancianos, los propios maestros de las escuelas bíblicas, de los seminarios bíblicos, de los talleres de formación, las escuelas dominicales, etc.
En la Iglesia todo es enseñanza y aprendizaje; por lo tanto las Iglesias deberían priorizar esta esfera que es la consolidación de la fe cristiana; es en la enseñanza donde se forjan los valores cristianos y constituye el crisol donde se “quema” la escoria que puede aferrar al creyente a sus tradiciones aún pecaminosas; es en la Iglesia donde el nuevo hombre debe mostrar los frutos del Espíritu Santo; por lo tanto, la Iglesia debe dar prioridad a la forja de valores cristianos que luego han de trascender en la sociedad. Por ello el maestro cristiano es aquél que ha recibido por fe a Jesucristo como Salvador, y se empeña en compartir de una manera convincente lo que ha experimentado; además tiene como modelo al Maestro de maestros: Cristo.
Las Iglesias cristianas están obligadas a priorizar la enseñanza, por lo tanto a forjar maestros adecuadamente capacitados; existen muchas Iglesias o denominaciones que han tomado por objetivo esta prioridad; ¡bien por ellas! pero se observan en otras que tienen oficinas bien implementadas, sin embargo altamente descuidadas sus espacios para la enseñanza; por lo tanto, no se ejercita este don eclesial otorgado por Cristo mismo a la Iglesia.
La Iglesia posee dones establecidos que son necesarios sean descubiertos; uno de estos dones es el de ser maestro. Dios mismo estableció este precioso don (1 Co. 12:28; Ef. 4:11); el establecimiento de este don, tiene una finalidad: la edificación del cuerpo de Cristo; por lo tanto quienes gestionan las Iglesias tienen que promover el descubrimiento de este don entre la congregación; sólo así la enseñanza de la doctrina de Cristo estará garantizada y los discípulos o creyentes no serán débiles frente a cualquier viento de doctrina y no podrán fácilmente ser llevados de una denominación a otra, como usualmente suele ocurrir; la raíz de la migración de los creyentes, radica precisamente en la falta de enseñanza y por que las Iglesias tienen descuidadas el don establecido por Dios en la Iglesia.
De otro lado, y tal como lo explicita Pablo en su comunicación a los efesios; si no existe edificación en la Iglesia, es simplemente porque no se ejerce este don impuesto en la propia Iglesia; si no se observa crecimiento y desarrollo y no se evidencia ningún avance en la instrucción de los creyentes; entonces, es un claro indicador que la Iglesia no está cumpliendo adecuadamente con el ejercicio de este don. Se hace imprescindible e impostergable, otorgar prioridad al descubrimiento del don magisterial en la Iglesia y por tanto, a la enseñanza de la sana doctrina.
Algunas Iglesias descuidan esta su responsabilidad, postergan la capacitación a sus miembros, no priorizan ni planifican la participación en la enseñanza; es más, declinan la cooperación en la capacitación y enseñanza. Por ello, no existe orden ni vinculación entre la doctrina de Cristo y la praxis de la Iglesia.
En el Antiguo Testamento los líderes más importantes fueron llamados “siervos de Dios”, así son denominados Moisés, Josué, David y otros profetas. Pablo en Filipenses 2 resalta la actitud y acción servicial de Jesús como el modelo y ejemplo para todo cristiano. Pablo pone énfasis en el sentir, es decir, “la actitud” del siervo (Fil 2:5). Cristo, el gran Maestro quiere ver esta misma actitud en todos sus seguidores; Él conoce los móviles de nuestro corazón. Muchos líderes, sean pastores o maestros, se preocupan demasiado por su propio poder y autoridad. Pero el maestro que primeramente quiere servir a Cristo y tiene un deseo genuino de servir a sus discípulos no necesita preocuparse por su propia autoridad. Si ministra en el poder de Dios, Dios se preocupa de su autoridad.
Las Iglesias deben tener una preocupación axial: la de formar entre sus miembros maestros con cualidades de líderes-siervo. En Filipenses 2 vemos el énfasis en el amor, la humildad y la fe.
La Iglesia tiene la responsabilidad de la enseñanza Cristocéntrica; es decir que a través de ella se transmite no la propia doctrina o la de otro maestro, sino la enseñanza de Jesucristo, la Verdad que Él comunica o, más exactamente, la Verdad que Él es. En la enseñanza lo que se enseña es a Cristo, el Verbo encarnado e Hijo de Dios, el Redentor y todo en referencia a Él; el único que enseña es Cristo, y cualquier otro lo hace en la medida en que es portavoz suyo, permitiendo que Cristo enseñe por su intermedio. La constante preocupación de la Iglesia debe ser la de comunicar, a través de su enseñanza y mediante todo programa y actividad la doctrina y la vida de Jesús.
En el día del Maestro un saludo fraterno a todos los maestros que ejercen su ministerio en las Iglesias y cuya tarea aún no es reconocida en el ámbito eclesial.
FALSOS MAESTROS.
Dios instituyó el don de Maestro en la Iglesia, para la instrucción y enseñanza de la sana doctrina, para guardar la verdad y actuar con justicia y equidad, pues la Iglesia es baluarte de la verdad y nada ni nadie debe menoscabar la doctrina de Cristo; sin embargo, se han introducido en las Iglesias, en su liturgia e incluso en su organización, elementos, pensamientos y acciones que menoscaban la racionalidad del culto cristiano.
La Palabra de Dios es muy duro con aquellas personas que enseñan cosas distintas; que utilizan el púlpito para engañar o predicar falsa doctrina o tergiversan la doctrina de Cristo, para efectuar anuncios que inducen un mal testimonio no sólo individual sino institucional. 2 P. 2:1-2 sostiene que sí existen estos falsos maestros que introducen en las iglesias herejías y sutilezas que inducen a error; ciertamente de ellos tenemos que ser muy cuidadosos y celosos en su participación.
Santiago en su carta (Stg. 2:1) sostiene que Dios ha de juzgar más estrictamente a los maestros; por lo tanto, el magisterio tenemos que ejercerlo con responsabilidad y para el buen testimonio y crecimiento de la Iglesia. Estos falsos maestros, como sostiene Cristo (Mt. 23) hacen obras, actúan en público, registran sus hechos, se creen doctos, están en los primeros lugares en los templos, buscan ofrendas o desvían fondos y actúan sólo para ser vistos por los hombres y quieren que se les llame también maestros. Cristo les denomina “guías ciegos”. Ciertamente de ellos tenemos que alertar al pueblo de Dios.
CRISTO EL GRAN MAESTRO.
Cuando de enseñar se trata, cuando se especifiquen modalidades y estrategias para llegar al pupilo o a multitudes, necesariamente hay que hacer referencia a Cristo como el modelo a seguir.
Cristo Maestro con Autoridad. Cuando Cristo enseñaba todos los oyentes quedaban admirados de sus enseñanzas, porque Jesús hablaba con su propia autoridad (Mt. 7:28-29).
Cristo no sólo conocía la realidad local, por lo tanto la racionalidad de la gente, su propio idioma y sus costumbres; consecuentemente sus enseñanzas no estaban fuera de contexto, menos sin un mensaje para solucionar los problemas de los oyentes; sino y sustancialmente, la autoridad provenía de Dios.
Nicodemo, un hombre importante entre los judíos al entrevistarse con Cristo le dijo: “sabemos que has venido de Dios como Maestro, porque nadie puede hacer las señales que haces, si no está con Dios” (Jn. 3:2).
Cristo Maestro Bueno y Sabio. Jesús en sus enseñanzas usa la parábola, el símbolo, la narración, la paradoja, la imagen fulgurante, el ejemplo personal y su propia experiencia hablan por él. De Él aprendemos a ser auténticos, la honorabilidad intelectual, la honradez, la coherencia, la puntualidad, el honor, la honra, la síntesis, la
sintaxis, la visión de futuro, la templanza, la paciencia, tolerancia, discernimiento y sobre todo la motivación a la percepción del interlocutor. En cierta ocasión, un hombre joven pero acaudalado pidió consejo para alcanzar la vida eterna y le llamó: Maestro bueno (Mt. 19:16). Cristo le recomendó guardar los mandamientos.
Cristo Maestro para servir. Cristo dio el ejemplo a todos en el servicio al prójimo. Cristo había lavado los píes a sus discípulos en señal de dar un ejemplo de humildad en el servicio y los discípulos lo llamaron maestro y Señor, y Cristo les responde: “hacéis bien, porque lo soy” (Jn. 13: 13-15). Bien se ha dicho que tomar a Jesús como Maestro es tomarlo por guía, andar sobre sus huellas, seguir su ejemplo y emplear su metodología en la enseñanza.
Cristo Maestro de maestros. Jesús es llamado Rabí, es decir el gran Maestro. Es un Rabí que habla en público, como hacían los maestros de Israel: en las
sinagogas, en las plazas, en el templo, con las autoridades, con legos y doctos. Jesús es un Maestro rodeado de discípulos, de gente docta y de gente del pueblo; todos lo escuchan, admiran sus enseñanzas y la gran mayoría se identifica con ellas; Jesús vino para manifestarnos la verdad, como le dice a Pilatos: “Yo para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad" (Jn 18:37). No se oculta, ni lleva una vida solitaria, sino que se manifiesta ante todos. No deja que le retengan solo algunos, en una ciudad: “Es preciso que anuncie también el reino de Dios en otras ciudades, porque para esto he sido enviado" (Jn. 4:43). Siendo Cristo el Maestro de maestros, también es el único Maestro, Él mismo lo declara: “..uno es vuestro Maestro, el Cristo” (Mt. 23:10).
Este Maestro enseña con verdad y con realismo, cuando Cristo enseñaba respecto de la oración sostuvo: “¿Quién de vosotros que sea padre, si su hijo le pide
un huevo, le va a ofrecer un escorpión?”. (Lc. 11:12). Jesús habla desde la realidad: en Palestina hay un escorpión blanco y venenoso, del color del huevo, que anida en los pedregales del desierto. A partir de esta imagen, construye Jesús de manera natural su lección sobre el amor del Padre. Si tú le pides un huevo, jamás te dará un escorpión que te envenene; Dios es generoso con los suyos y su bendición es sobreabundante.
La doctrina que enseña Cristo no es un cúmulo de verdades abstractas, es la comunicación del misterio vivo de Dios.
La calidad de Aquel que enseña en el Evangelio y la naturaleza de su enseñanza superan en todo a las de los “maestros” y de Él tenemos que aprender. Es interesante observar el vínculo existente entre lo que Él dice, hace y lo que es. Es evidente que los Evangelios indican claramente los momentos en que Jesús enseña: “Jesús hizo y enseñó”: En síntesis; Jesús educa con autoridad porque es auténtico y es la verdad.
Jesús educa en libertad, porque ama. Jesús educa en la felicidad, en la alegría que viene de tener a Dios. Cristo, es el Maestro completo y es nuestro modelo a seguir.
Como presencié la declaración de un niño en una actuación en honor al maestro: "no será tu maestro aquel a quien escuches, sino aquel de quien aprendas; ni lo será aquel que te dé explicaciones, sino aquel que deje en tu corazón huellas de su enseñanza”. No tengo la menor duda que ése Maestro es Cristo el Señor!
¡Bendiciones a todos, especialmente a los maestros en su especial día!
Cusco, 05 de julio del 2012.
Juan Eduardo Gil Mora
No hay comentarios:
Publicar un comentario