Ante una
derecha tradicional en el Perú, es necesario forjar una Izquierda Unida, como
proyecto grande y protagónico y con mejores proyecciones de una Izquierda en
América Latina, sin viejos esquemas de centro izquierda, sino centrarse en un
programa lo suficientemente amplio acorde con la diversidad cultural y étnica
de nuestra patria,
Uno de los resultados más
impactantes de la revolución económica que ha tenido el Perú en los últimos 20 años ha sido el
surgimiento de una clase media emergente en las principales ciudades del país y en algunos
sectores rurales. Se trata de millones de peruanos que antes tenían solo lo
justo para sobrevivir, pero que hoy pueden destinar una parte cada vez más
grande de sus ingresos a formas de ahorro como la autoconstrucción y a rubros
como la educación, la salud y el entretenimiento.
Hay un debate
acerca del tamaño exacto de esta clase media –si comprende ya a la mayoría del
país o no– y sobre su solidez, pero no cabe duda de que se trata de un fenómeno en expansión que está transformando el
paisaje social y económico del Perú, y que retroalimenta al propio
crecimiento económico.
En condiciones
normales, la aparición de esta clase media tendría que tener consecuencias
positivas también para nuestra democracia. Las clases medias suelen valorar más
las instituciones, dar vida a los partidos y, en general, tener un interés
mayor en esa cosa pública que sustentan con sus impuestos.
Hoy mas que
nunca es necesario denunciar la dependencia y las estructuras injustas, contar
con una tradición de lucha, proyecto político articulado al cambio, valorar a
nuestros mártires, experiencia de lucha política, y contar con gente muy capaz
ética y profesionalmente.
Es
urgente llamar a las fuerzas decentes, a los jóvenes, a los intelectuales, a
frentes regionales y amazónicos para construir una sola alternativa política y
construir un programa que haga un gobierno decente, e iniciar un proceso de
regeneración moral, inseparable de la construcción de una nueva cultura
política y ética, que la permanencia del neoliberalismo impide.
Frente
a la corrupción y la delincuencia el pueblo debe unirse e Iniciar
una revolución en la educación, con un mayor énfasis en la educación
cívica y política, pero sobre todo en valores, impulsando un
trabajo en las masas y convertirlas en ciudadanos con voz y palabra.
Está
a la orden la reforma del Estado y liderazgos para construir legitimidad
política, mediante medidas de corto plazo, presentar y examinar argumentos en
torno al bien público o a las normas que rigen la vida social.
Cuando
el ciudadano tiene un pésimo concepto de los políticos, es necesario escuchar
el clamor de unidad y de cambios y reconocer la capacidad de las élites
políticas, como una necesidad para fiscalizar a las autoridades en torno a su
desempeño en la función pública.
Reconstruir
el tejido social en el Perú implica participar en las discusiones y actividades
ciudadanas, como un derecho o un deber, de quienes conforman una comunidad
política en un sentido estricto. Pero también significa construir una ética
fundada en el respeto a la persona, en la solidaridad y la fraternidad, en el
patriotismo, en el culto por el trabajo y la dignidad humana, en la honestidad
y la transparencia.
El ciudadano
necesita tesis renovadas y propuestas de cambio real, de inclusión de todos en
los quehaceres del espacio público formando o revitalizando partidos, y
actuando desde las instituciones sociales, y tener
claridad que por la izquierda no deben ir dos, tres o cuatro candidatos, sino
sólo un candidato, lo contrario es fracaso.
En
las acciones políticas se debe poner por delante el programa, sólo así se puede
entender la política en su sentido más noble, como ética social, para no
agotarse en el escenario inmediato y constituirse como parte de un proyecto
histórico de unidad y renovación, cuya mesa de trabajo para una agenda país: un
Proyecto Nacional, con iniciativas legales, acciones y compromisos concretos.
Las
elecciones 2,014-2016, debe demandar a los dirigentes una unión sincera y
honesta, y no seguir a personas sino al proyecto, tomar conciencia de las
patologías que amenazan a la política: el caudillismo y la corrupción.
Si
los partidos necesitan una regeneración moral, deben incluir a más jóvenes y
mujeres y representantes de las regiones, sacudirse de los lastres sectarios y
burocráticos; y, mirar con amplitud el horizonte, descansando en un proyecto de
país
La
izquierda en el Perú puede salir adelante, si logra superar el papel puramente
oposicionista para convertirse en alternativa clara ante el pueblo para
solucionar los grandes problemas nacionales. Ello implica desarrollar la
educación y el respeto de los valores ciudadanos, haciendo posible la vigencia
de una sociedad igualitaria y orientada al bien común.
Todo
para la izquierda en el Perú significa: Poner en práctica métodos y acciones
nuevos, solidaridad con los más pobres, consistencia
y proyección a los espacios unitarios que se están construyendo en el campo
popular, construcción amplia y profunda
unidad de los diversos sectores que se oponen al neoliberalismo y aspiran a una
patria nueva; que se resume en la edificación de un espacio claramente
antiimperialista, democrático y socialista.
Nunca
descartar el peligro permanente del autoritarismo y la corrupción en la
política., para ello la nueva izquierda que pretenda enfrentar al
neoliberalismo tiene que respetar la tradición, cultura e historia de nuestros
pueblos, mediante la conjunción de ideas, propuestas y elaboración intelectual.
La
izquierda no puede asumir propuestas de horizonte más estrecho, ni tampoco debe tener
estructuras rígidas, debiendo alcanzar resultados prácticos ante el pueblo para
superar la fragmentación y el divisionismo, que conlleve construir espacios de
formación de líderes
Es urgente
generar mesas de elaboración y debate programático, y abordar de manera
coordinada la lucha política, incluida la lucha electoral, entre otros, para
ello debe articularse y marchar en una sola dirección, para alcanzar no sólo un objetivo electoral, sino permanecer por
mucho más tiempo en el espacio y las mentes colectivas.
Sin embargo,
nuestro columnista Carlos Meléndez ha apuntado agudamente esta semana que el
anterior no parece ser el caso de nuestra clase media emergente,
la que sería esencialmente informal, antipolítica y antiinstitucionalista. Una clase
media, por tanto, de la que no se podría esperar que sea “motor de desarrollo”.
En nuestra
opinión, lo que dice Meléndez tiene mucho de verdad. Ciertamente, posee
respaldo empírico en numerosas encuestas de opinión (algunas de las cuales él
menciona). Pero tiene también perfecto sentido teórico. Una clase media formada
en la informalidad es una clase media que, por definición, vive al margen del
Estado –en realidad, huyendo de él– y de la que no se puede esperar, por tanto,
compromiso con la cosa pública ni mayor interés en participar, por medio de sus
representantes, en ella. Es decir, todo lo contrario de una “ciudadanía” real.
Veámoslo con un
ejemplo. Una de las principales tareas de los aludidos representantes es exigir
rendiciones de cuentas a los gobiernos. ¿Pero, qué tanto interés puede tener en
estas cuentas quien no ha hecho los pagos a los que estas se refieren? El solo
hecho de no pagar impuestos ya genera una relación de esencial desconexión con
el Estado. Una relación que, dicho sea de paso, se reproduce también en el
ámbito local: esta misma semana hemos visto cómo el alcalde de Comas se quejaba
de que no puede recoger la basura porque el 70% de sus vecinos no paga
arbitrios. Por otro lado, como sabemos, salvo en los distritos centrales de
Lima, en el Perú son pocos los que pagan Impuesto Predial.
Ahora bien, si
esta clase media “no puede ser motor de desarrollo” –ni, por cierto, de
democracia– porque es refractaria al Estado a causa de su informalidad, vale la
pena preguntarse: ¿quién es el culpable de esta informalidad?
LA RESPUESTA, LAMENTABLEMENTE, ESTÁ EN EL PROPIO ESTADO.
Es verdad que a
poca gente le gusta pagar impuestos y, aún a menos, que le descuenten de sus
salarios para las diversas contribuciones mandadas por la ley. Pero el afán de
sacarle la vuelta a nuestras obligaciones civiles no alcanza a explicar los
niveles de informalidad que nosotros tenemos (recordemos que
el 60% de nuestro PBI se produce fuera de la formalidad). Y no alcanza
a explicarlos porque los propios informales saben que, a partir de cierto nivel
de actividad, el costo de la informalidad es no poder seguir creciendo por no
poder acceder al crédito, importar o exportar, ni usar varias otras facilidades
del sistema formal.
En cambio, sí
explica bien nuestros niveles de informalidad el que, siendo un país de pequeñas
y microempresas, tengamos uno de los veinte regímenes laborales más rígidos del
planeta y un impuesto a la renta empresarial–por solo nombrar un ejemplo
tributario– que está 10 puntos porcentuales por encima del promedio de los 34
países más desarrollados del mundo (agrupados en la OECD). Así como que
tengamos el puesto 128 de 144 países en la categoría de “peso de las
regulaciones burocráticas” del Reporte Global de Competitividad.
En suma, cuando
se dice que el Estado tiene que simplificar trámites y bajar los costos de la
formalidad no se está hablando solo de retirar trabas para la generación de
riqueza. Se está hablando también de parar la máquina con la que hoy, al
generar incesantemente anticiudadanos, el Estado socava la democracia y el desarrollo
que, de otra forma, el futuro sí nos prometería.
La pirámide social desapareció. En su más reciente libro, Rolando
Arellano postula que lo que existe hoy es un rombo social, con una clase media
tradicional que se ha debilitado y sectores populares emergentes que se han
consolidado y ya tienen 50% de la riqueza del país. Ante una sociedad más
igualitaria, Arellano propone usar un enfoque alternativo para entender mejor
la sociedad peruana: los estilos de vida. Hablar solo de ricos y pobres en un
nuevo Perú ya no es suficiente.
Según Arellano Marketing, estos son los que conforman la nueva clase media, que representan al 39% de la población. La
clase media tradicional, de acuerdo al estudio, es el 18% del país y percibe
ingresos por S/. 2,070.
La nueva
clase media peruana está conformada por nueve millones de ciudadanos que tienen
un ingreso promedio de S/. 1,850, informó hoy la consultoraArellano Marketing al difundir un estudio realizado
en 14 ciudades del país.
De acuerdo a esa
investigación, el 57% de los peruanos pertenecen a la clase media en general,
pero el 39% de la población pertenece a la nueva clase media mientras que el
18% a la clase media tradicional.
El
gerente general de la firma, Rolando Arellano, explicó que la nueva
clase media es un segmento influenciado por procesos migratorios, que difiere
con las tendencias económicas y hábitos de consumo de la clase media
tradicional.
Indicó
que estas personas no han adquirido las costumbres propias de la clase media
tradicional, como apostar por un trabajo dependiente o una carrera universitaria.
Son personas que no
han heredado una casa porque sus familiares cercanos proceden de una ciudad
distinta. Por lo tanto, no tienen historia con la ciudad en la que habitan
actualmente, comentó.
Detalló que los
ingresos declarados por los ciudadanos de esa nueva clase media son de
alrededor de S/. 1,850, mientras que los de la clase media tradicional es de
S/. 2,070.
Se trata de 5.4
millones de peruanos, de un total de nueve millones. Exactamente la misma proporción tiene un
trabajo dependiente en el caso de quienes conforman la clase media tradicional,
indicó Arellano Marketing.
El 60% de la población que conforma lanueva clase media o emergente,
compuesta por nueve millones de peruanos, tiene un trabajo independiente, informó hoy el gerente general
de la consultora Arellano Marketing, Rolando Arellano.
Explicó que la nueva clase media,
a diferencia de la tradicional, apuesta más por el autoempleo, tener más de una
fuente de ingresos y por mayores emprendimientos personales.
“Hemos identificado dos diferencias marcadas. Un 60% de la nueva
clase media suele tener un trabajo independiente, mientras que el 60% de la
clase media tradicional tiene un trabajo dependiente”, afirmó el ejecutivo.
Según un estudio de esa consultora
realizado en 14 ciudades de Perú, al tener altos niveles de informalidad en el
país, es normal que los ciudadanos apuesten por un trabajo independiente y que
éste les permite obtener un alto poder adquisitivo.
El estudio señala también que un 18% de los ciudadanos que
integran la nueva clase media apuesta por un negocio propio o son empresarios.
“Hasta se podría decir que uno de
cada cinco ciudadanos tiene una bodega, un taller o una empresa más grande que
genera empleo y les permite tener mayor poder económico”, comentó.
Indicó que la principal actividad
de estos empresarios está relacionada a negocios del rubro comercio, y que los
integrantes de esta nueva clase emergente consideran que no se debe descuidar
el ritmo de trabajo a fin de alcanzar mayor progreso económico.
La consultora adelantó hoy el
estudio Planificar 2013 – 2014, “Crecer con los que Crecen: Oportunidades de
negocios en la Nueva Clase Media”, que se detallará en un evento previsto para
el 11 de setiembre.
Las cifras de la
informalidad lo demuestran: fenómenos de causa como:
-
La crisis de la estructura agraria, -
-
Las migraciones.
-
La hiperinflación.
-
El crecimiento de la economía informal.
-
El crecimiento de las provincias.
Ellos han configurado un
nuevo Perú, donde los niveles socioeconómicos C y D, las clases medias y bajas,
tienen 62% de la población y concentran 50% de la riqueza. No ver oportunidades
en estos grupos sociales es para Arellano miopía pura.
El economista peruano e investigador de la Universidad
Autónoma de México destacó
que se haya quebrado el corto techo de vidrio que tenía la clase media para ascender hace tres
décadas. Lamentó, sin embargo, que pese a ello los jóvenes no ingresen a la
política.
“No hay igualdad en el Perú, pero la subjetividad camina hacia la igualdad: la gente
que está dipuesta a pensarse igual es mayor a la que había en los años
setenta”. Ese fue el análisis del economista peruano Óscar Ugarteche durante su
visita a Lima: “En el pasado, el Perú era como dos países distintos: la
República Aristocrática y el resto. Era absurdo e invivible”.
Dándose una pausa en sus menesteres como
catedrático e investigador de la Universidad Nacional Autónoma de Mexico (UNAM), Ugarteche recordó que hace treinta años “la
emergencia de la clase
media tenía un techo de vidrio muy corto”. “No
había más espacio. En cambio, ahora sí”.
Y esa situación “le da a los jóvenes de hoy un horizonte
totalmente distinto”. Pero lamentó que se haya ganado en ciudadanía, pero no en
número de jóvenes en política.
“El futuro de la gente que tiene 25 años es
un futuro distinto. El futuro del siglo XXI se
hace sobre la base de un país que no tiene analfabetos. Sobre la base de un
Perú que está más o menos homogéneamente capitalista. Ahora es más posible
hablar de temas redistributivos y de estado de bienestar”, dijo en una
conferencia en el Instituto Raúl Porras Barrenechea.
Pero no quiso caer en el exceso de optimismo. “Solo somos
un país un poquito más igual y más moderno de lo que éramos en la década de
1970. En el tema gay no se ha avanzado nada. En el tema de las mujeres se ha
avanzado un montón. En el tema racial se ha avanzado un poco. Y en el tema religioso
nos hemos ido para atrás”.
Educación sin
excelencia
Ni qué decir de la educación. “Si bien la calidad de las universidades se han ido para atrás, yo diría que hay muchas más universidades y está mucho más masificada la educación. Lo que se ha perdido en excelencia se ha ganado en masa. Ahora lo que hay que hacer es recuperar la excelencia de la masa”, recomendó Ugarteche.
Ni qué decir de la educación. “Si bien la calidad de las universidades se han ido para atrás, yo diría que hay muchas más universidades y está mucho más masificada la educación. Lo que se ha perdido en excelencia se ha ganado en masa. Ahora lo que hay que hacer es recuperar la excelencia de la masa”, recomendó Ugarteche.
Mencionó a México como un ejemplo a seguir en masificar
la excelencia educativa, y dijo que la solución no está en las universidades
privadas, sino en enfocarse en el desarrollo del estudiante. Pero para lograr
cambios de este tipo, hace falta una mayor ciudadanía.
“¿Por qué hay mejores cosas en otros países? Porque hay
más ciudadanos con participación. A más ciudadanos, más gente con conciencia de
derecho, más control, más defensa de los derechos humanos, más actuación de la
opinión pública, menos corrupción, menos esa cosa impune que es tan gruesa en
el Perú”.