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martes, 5 de noviembre de 2013

¿QUÉ HACER CON LA DELINCUENCIA?

¿Qué hacer con la delincuencia?

Por: Beatriz Mejía Mori
Las cárceles son para los pobres y los que teniendo recursos no les pagaron a los policías que les pidieron dinero, para los que cayeron en desgracia frente al poder político de turno, para los que pese a tener la razón y el derecho nunca pudieron pagar un abogado que los defienda…

Los organismos encargados del control de la delincuencia están siendo reforzados con equipos que les permitan luchar contra este flagelo social y se ha destinado un porcentaje importante del presupuesto para este fin. Pero las políticas públicas han quedado limitadas al reforzamiento del aparato coercitivo del Estado y el agravamiento de las penas por delitos más graves con la pretensión que dichas medidas serán suficientes.


Basta ver lo que hacen los jóvenes en los lugares donde sus padres no tienen recursos para pagarles estudios superiores, lo que hacen los jóvenes que no encuentran trabajo porque no tienen ninguna capacitación especial, para entender por qué la delincuencia está creciendo por todas partes. Pero esto por sí mismo no explica el fenómeno de la forma avezada y cruel con que están operando los delincuentes.

Recuerdo que en 1980 sustenté mi tesis para optar el grado de bachiller en Derecho y Ciencias Políticas, sobre “Factores Originarios de la Delincuencia y Prevención del Delito en el Perú”, en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, y entre temerosa y atrevida demostré que la ciencia criminalística no había abordado en sus estudios la espiritualidad del hombre, y cómo personas criadas en la opulencia y sin faltarles nada, podían cometer crímenes al igual que los desposeídos; el temor era por la presunta reacción de mis maestros, los cuales, felizmente aprobaron mi tesis calificándola con “sobresaliente”, lo cual me permitió entender que había la posibilidad de dar un vuelco a la comprensión científico social sobre el fenómeno de la conducta delincuencial.

33 años más tarde, veo que la tendencia es la misma, la visión reducida del fenómeno a un comportamiento social ilegal por privación de la obtención de bienes esenciales para la vida, lo cual está muy lejano de explicar realmente la delincuencia en el Perú.

LA DELINCUENCIA
El delito se ha convertido en una forma de vida para muchos en nuestro país, nacen en medios donde la delincuencia es la manera de ganarse la vida, y aprenden el oficio con destreza siendo aún niños, lo cual genera círculos delincuenciales, donde ni la policía puede entrar. Son como guetos delictivos que alimentan a las ciudades de delincuentes. 

Los gobiernos nunca han hecho nada para erradicar esos guetos, ni para ayudar a salir de la delincuencia a la gente que los integra, los aceptan como parte de la realidad social que no pueden cambiar.

Cambiar esta realidad es un reto social, y enfocar la lucha contra la delincuencia desde la perspectiva de su verdadera dimensión, serán las únicas maneras en que podremos salir de este flagelo.

La delincuencia se ha asociado siempre con pobreza, si esto fuera cierto no existirían delincuentes ricos, y de éstos está lleno el Perú, por una razón muy sencilla la cultura social fundada en la mentira y en el aprovechamiento indebido como características de “astucia” han hecho que el peruano sea en general una persona que tiende a mentir y a aprovecharse ilícitamente de las circunstancias, esto se ve reflejado en la manera en que los conductores manejan sus vehículos, atropellando a los demás con tal de sacar ventaja en el tránsito, mintiendo frente a una infracción o accidente, echándole la culpa al otro evitando asumir responsabilidades o corrompiendo a un policía.

La conducta expuesta en esto evidencia un espíritu colectivo que promueve las malas actitudes en todas las cosas, y lo que ahora le parece malo a uno porque ve que lo hace otro, cuando le toca a sí mismo le parece bueno, porque le favorece, esto explica la corrupción de Estado, y el aprovechamiento de los cargos públicos, desde luego también en el resto de roles sociales. 

LOS IMPUNES
El manejo de la economía no está exento de esta influencia negativa, prevalecen los que siendo “más astutos” pueden manipular a los demás, conseguir influencias de poder y legislar para su beneficio. Esta forma de delincuencia revestida de poder es la más peligrosa porque es silenciosa y destruye la médula espinal de la sociedad.

Estos delincuentes nunca van a la cárcel, tienen abogados influyentes, políticos a su servicio, jueces y fiscales dispuestos a protegerlos y a influir en otros para este fin, lo cual hace que la impunidad de sus actos les permita mantener su posición de privilegio y dominio social.

Las cárceles son para los pobres y los que teniendo recursos no les pagaron a los policías que les pidieron dinero, para los que cayeron en desgracia frente al poder político de turno, para los que pese a tener la razón y el derecho nunca pudieron pagar un abogado que los defienda; las cárceles en el Perú son emporios de maldad, no solo la que se concentra en medio de sus habitantes, sino la que gesta su construcción para meter más peruanos con los que no se sabe qué hacer.

La cárcel como remedio a la delincuencia es un rezago de la incivilidad humana, de la precaria comprensión del fenómeno de la delincuencia, de los factores intervinientes en la conducta delictiva, que nos convierte en atroces seres capaces de privar a nuestros semejantes de lo más valioso que tienen después de la vida, y someterlos a tratos humillantes y vejatorios.

Nunca la cárcel ha servido para rehabilitar moralmente a nadie, los que se rehabilitaron lo hicieron porque ahí alguien les habló de un Dios viviente que podía darle sentido a su vida y sacarlo en verdadera libertad, tal cosa pudo suceder estando afuera, y siendo objeto de un tratamiento especial para salir de las condiciones espirituales, morales y materiales que los condujeron a la delincuencia. 

La responsabilidad de resarcir a las víctimas del delito, tiene más sentido cuando el que delinquió puede trabajar y restituir en lo posible lo dañado, en la cárcel sus posibilidades de trabajo son mínimas y mal remuneradas. Esto engendra indignidad en las personas que lo sufren y también en la sociedad que lo tolera.

AGENDA



La agenda para salir de la delincuencia podría entonces resumirse en cuatro acciones simples:

1.- Cambiar el régimen penitenciario por uno de tratamiento especial para personas que han delinquido, diferenciado por tipos de delitos. Habrán algunos que requieran internamiento pero en condiciones de dignidad.

2.- Erradicar los guetos delincuenciales, reubicando a sus miembros en distintos lugares de la ciudad, con fomento del empleo digno de sus adultos, apoyándoles en la obtención de viviendas dignas y educación para los menores.

3.- Educar a la población nacional en principio y valores de bien, verdad, justicia y dignidad, como la vía para obtener el éxito verdadero en la vida.

4.- Fomentar el cambio de actitudes hacia el servicio a los demás en lugar de la búsqueda de la satisfacción propia.

Parecen propuestas ingenuas o utópicas, pero son herramientas poderosas de gestión social que no solo cambiarían el Perú sino el mundo.


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