"Silva ha desdeñado las negociaciones típicas de la desordenada política multipartidista en Brasil, criticando la falta de transparencia y prometiendo construir una alianza transversal de políticos éticos".
La candidata ambientalista Marina Silva presenta un serio desafío para
los dos principales partidos debido a su origen humilde y su lucha política
contra las grandes empresas brasileñas.
La muerte de Campos al estrellarse su avión en medio de la campaña abre un nuevo capítulo impredecible en la notable historia de vida de Silva.
BIOGRAFÍA
Creció en el estado de Acre, frontera con Perú
Marina Silva es una de los 11 hijos de una familia de campesinos analfabetos recolectores de caucho en la selva amazónica. De niña sufrió enfermedades desde malaria hasta envenenamiento con mercurio, por lo que hasta hoy su dieta tiene numerosas restricciones.
Cuando adolescente Silva dejó a su familia para estudiar en Río Branco, la capital del remoto estado de Acre en la frontera con Madre de Dios, Perú. Aprendió a leer a los 16 años mientras vivía en un convento y trabajó como criada y profesora de historia. Más tarde, se involucró en la política en la Universidad Federal de Acre.
Trabajó con el célebre activista ambiental y de derechos humanos Chico Mendes para organizar a los trabajadores rurales e impedir la deforestación y se unió al Partido de los Trabajadores, de Lula da Silva. Mendes fue asesinado a balazos por un terrateniente en 1988 a raíz de una disputa de tierras, lo que contribuyó a cimentar el movimiento ambientalista de Brasil. Y a los 36 años Silva se convirtió en 1995 en la senadora más joven del país.
Una década después anunció su conversión a la fe pentecostal, uniéndose a un grupo cada vez mayor de cristianos evangélicos hoy representan a uno de cada cuatro brasileños.
Fue Ministra de Medio Ambiente durante el gobierno de Lula da Silva, pero renunció hastiada por la corrupción y el creciente poder de las empresas brasileñas.
UN NUEVO ROSTRO CONTRA LA CORRUPCIÓN POLÍTICA
A escasos dos meses de las
elecciones brasileñas, la ecologista Marina Silva cuenta con el respaldo de los
grupos evangélicos y del electorado progresista que ve en ella una alternativa
a la política tradicional, encarnado por la presidenta Dilma Rousseff, del
Partido de los Trabajadores (PT), favorita de las encuestas.
Según una última
encuesta, la candidata de 56 años obtendría en primera vuelta alrededor de un
25% de apoyo de los evangélicos, mientras que un 30% le daría el voto a
Rousseff. En una segunda vuelta, le saca casi 20 puntos de ventaja a la
mandataria, indicó DataFolha.
Muy popular en
las redes sociales, la que fue la tercera candidata más votada en las
presidenciales de 2010 promueve una política renovada a la medida de los que
salieron a la calle a protestar en 2013, al tiempo que se opone a la
liberalización del aborto, las drogas, el casamiento homosexual y la
investigación con células madre, aunque no se opone a debates públicos sobre
esos temas.
UNA POLÍTICA EVANGÉLICA
Criada en una
comunidad de recolectores de caucho en plena Amazonía y compañera de lucha del
mítico líder amazónico Chico Mendes asesinado en 1988, Silva se hizo evangélica
de la pentecostal Asamblea de Dios en 1997, cuando las secuelas de enfermedades
selváticas estuvieron a punto de costarle la vida.
En 2010, la
religión se catapultó al centro de la campaña presidencial, cuando las Iglesias
católica y evangélica forzaron a los dos principales candidatos a comprometerse
a no legalizar el aborto y el matrimonio homosexual. Ese año, la bancada de
legisladores evangélicos creció 50%.
Presentada como
una “tercera vía” en la política brasileña, la irrupción de Silva en la campaña
ha significado un cambio radical a un escenario que parecía polarizado entre la
presidenta (36%) y Aecio Neves, del Partido de la Social Democracia Brasileña,
PSDB (20%).
En esa encuesta,
Silva se nutrió de electores indecisos o que votarían en blanco: “son los
descontentos con el gobierno y los que buscan salir de la polarización entre PT
y el PSDB que se alternan en el poder desde 1994”, explicó el analista de la
consultora Tendencias, Rafael Cortez.
Marina Silva era candidata a vicepresidenta del centro izquierdista Eduardo
Campos. Pero la muerte del popular ex gobernador en un accidente de avión la
semana pasada la catapultó el miércoles al frente de la candidatura.
La ambientalista tiene menos de 50 días para convencer a los brasileños
de que voten por una mujer evangélica y nacida en la pobreza de una plantación
de caucho.
Las encuestas la muestran sin embargo más cerca que nunca de la
presidencia, forzando un balotaje y derrotando a la presidenta Dilma
Rousseff.
Es posible, sin embargo, que los sondeos estén influenciados por una ola
de simpatía tras la muerte de Campos. Silva no tiene ni los recursos ni la
maquinaria política de sus oponentes, Rousseff y el socialdemócrata Aécio
Neves.
La ambientalista de 56 años logró un sólido tercer lugar en la primera
vuelta de las presidenciales del 2010, pero luego desapareció de la mirada
pública. Su popularidad resurgió sin embargo el año pasado, cuando una ola de
masivas protestas callejeras reflejaron el hastío de los brasileños con la
clase política.
"Todo lo que se oyó el año pasado en las calles, empoderamiento de
la gente, fin de la corrupción, la búsqueda de una nueva clase de política, es
lo que ella ha estado diciendo por años", dijo Eduardo Rombauer, uno de
los fundadores de su movimiento Rede Sustentabilidade.
"Todos están hablando del cambio y ella es la persona que lo
simboliza", añadió.
Y eso la convierte en una fuente de inspiración para sus partidarios y en una amenaza para la clase política brasileña, a la que ha acusado de ser corrupta y corta de miras. Silva ha abandonado dos partidos en los últimos cinco años y todavía hoy es vista con cierta desconfianza dentro del Partido Socialista Brasileño (PSB) de Campos, al que representará en las elecciones del 5 de octubre.
Y eso la convierte en una fuente de inspiración para sus partidarios y en una amenaza para la clase política brasileña, a la que ha acusado de ser corrupta y corta de miras. Silva ha abandonado dos partidos en los últimos cinco años y todavía hoy es vista con cierta desconfianza dentro del Partido Socialista Brasileño (PSB) de Campos, al que representará en las elecciones del 5 de octubre.
Como política, Silva desafía las categorías tradicionales. Combina una
larga defensa del Amazonas y de los derechos indígenas con las convicciones
culturales de los cristianos pentecostales.
Su posición en ambos frentes le dieron tanto aliados como enemigos. Es
una celebridad del movimiento verde mundial y una bestia negra para los
negocios agrícolas. Su fe atrae a legiones de evangélicos, pero la ha
convertido en un blanco de críticas en asuntos como la homosexualidad y el
aborto. Tiene poca experiencia en política económica, aunque sus más cercanos
asesores prometen un enfoque más ortodoxo que el de Rousseff.
Pero incluso sus aliados más cercanos dicen que sus aspiraciones pueden no ser
suficientes y que carece de la destreza de los políticos tradicionales.
"Algunas veces falla como operadora política, comete errores
tácticos y estratégicos", escribió su amigo Sirkis en octubre, cuando
Silva no consiguió inscribir su propio partido a tiempo para las elecciones del
2014. Pero Sirkis dijo en una entrevista que Silva incorporó las lecciones de
su derrota y aprendió de Campos a construir coaliciones. "Vi a Marina
evolucionar mucho al lado de Campos", dijo el estratega. "Esa
colaboración fue un aprendizaje real para ella".
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