Escrito el 16 mayo 2012 por Alfredo Abad
Asistí este mes a una conferencia de Juan José Tamayo, dentro del curso de Teología de la Liberación que estoy siguiendo en la parroquia de San Carlos Borromeo de entrevías. Comparto aquí algunas de sus reflexiones y pienso en voz alta sobre la asociación entre Reforma e indignación.
La expresión libre de la opinión es denostada cuando contradice nuestro propósito y nuestro plan, nos molesta y somos poco flexibles para encajar la crítica. En el mejor de los casos la crítica se escucha y se canaliza, lo normal es argumentar en contra y defender la propia posición, lo último y más bajo es atacar al otro mediante el descrédito y la ridiculización, en nombre de una verdad última, indiscutible y absoluta, como hizo la contrarreforma dejándonos lastres estériles y alienantes.
A nosotros, cristianos protestantes, no nos corresponde asumir una posición partidista a favor de una u otra opción política, ya que desde el respeto debemos trabajar e integrar todas las posiciones de nuestra membresia en el sano ejercicio de la diversidad y el pluralismo inherentes a nuestra manera de entender la práctica de la fe. Lo que si nos corresponde es mirar la actitud de Jesús y seguirle en su manera de vivir y en su mensaje, como hicieron los reformadores para buscar la autenticidad y el compromiso con la verdad.
Juan José Tamayo, en la conferencia de referencia, nos llevó en primer lugar a entender la evolución teológica de la imagen de Jesús en la historia de la iglesia, partiendo desde el Jesús sometido y sin sentimientos que asume un sacrificio impuesto, de la teología del siglo 19 y principios del siglo 20. Hoy, gracias a la teología hemos recuperado al Jesús histórico, del que habla por ejemplo el protestante Albert Schweitzer, entre otros muchos, se ha puesto en valor su humanidad y su actitud ante los conflictos que vive, Jesús es más bien un insumiso, que muestra un rostro más cercano de pasión por las personas y cuya vida es compromiso.
Como protestantes hemos protagonizado esta evolución y hemos hecho de Jesús algo más personal, valoramos y seguimos al Jesús de Getsemaní y de la Cruz que muestra una misión redentora de la humanidad compartiendo nuestro caminar para hacernos personas libres del pecado y sus estructuras. La redención no es una rendición, sino una consecuencia del rechazo de los poderes de su tiempo al reinado de la voluntad de Dios, que quiere una vida en plenitud para cada ser humano.
Para el teólogo palentino son seis los escenarios de la indignación de Jesús, 1) Ante las autoridades religiosas por su hipocresía: Jesús no les reconoce autoridad por su corrupción; 2) Ante la religión oficial por la interpretación perversa del mensaje: Jesús es un reformador que se preocupa por el ser humano y su necesidad y es un transgresor del ayuno y del sábado; 3) Ante el poder político, Jesús se implicó públicamente y le crucificó el imperio romano por ser su mensaje desestabilizador, Jesús hizo lo que no debía, cuando no debía y donde no debía: templo y cambistas; 4) Ante el poder económico Jesús es radical y enseña que es incompatible servir a Dios y al dinero, su opción es claramente por los pobres; 5) Ante la sociedad patriarcal, la discriminación es inaceptable y Jesús habla con las mujeres y su Reino tiene sitio para las prostitutas; y 6) Ante el propio momento de sentirse abandonado en la Cruz, Jesús interpela al Padre y le pregunta las razones de sentirse abandonado.
No puedo recoger aquí todas las reflexiones de Tamayo y el detalle de su argumentación, pero reconozco, en los trazos que él hace, al Jesús que siguieron también los reformadores y que les llevó a poner su vida para que cada persona pudiese encontrarse personalmente con Dios, en libertad de conciencia y sin jerarquías absolutistas y dominantes, incuestionables y autoritarias.
El legado de la Reforma tiene mucho que ver con la base de la democracia y con las razones éticas y sociales de la construcción de un mundo mejor, como peleo Calvino en Ginebra y como refleja nuestro culto mediante la participación y nuestra organización por su carácter horizontal que sigue los modelos del Nuevo Testamento.
Cada persona tiene la libertad de posicionarse políticamente y la responsabilidad de cuidar cuáles son sus valores fundamentales, a quien sigue, en quien se inspira, cual es la base de sus decisiones y que guía su interpretación de la realidad. El seguimiento de Jesús nos debe de hacer reflexionar sobre la situación que estamos viviendo para valorar a las personas en primer lugar como sujeto del amor, sin discriminación, sin etiquetas, poniendo siempre la mirada en sus necesidades y no en sus bolsillos, ni en sus papeles.
La protección social, los derechos sociales y laborales, la solidaridad con el tercer mundo no son inventos del humanismo o la ilustración, son rasgos de poner por encima de la ley de la selva, la ley del más fuerte, la ley de la compasión, la misericordia y el amor, y traducirla en legislación cotidiana.
Yo me defino, y sigo los criterios de Jesús en sus curaciones y en sus parábolas, su modelo de sanidad y su modelo de educación, que pone a los excluidos de su sociedad en el centro de su preocupación y habla con la extranjera samaritana a pesar del escándalo de sus discípulos. Deberíamos releer la parábola de la Gran Cena cuando escuchamos los criterios presupuestarios que están hoy a la orden del día.
Alfredo Abad, Abril 2012
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