POR: PS. ALEX DONELLY
Fuente: creciendojuntos_revista@hotmail.com
(1 Edición – Creciendo Juntos - Revista Informativa – Octubre, Noviembre, Diciembre 2011)
Hubo un tiempo en que la teología era conocida como “La reina de las ciencias”. En todas las universidades europeas, ella formaba una parte integral de los cursos que se estudiaban. Era inconcebible que en una formación académica no se incluyera el estudio de Dios el Creador en cuyas manos está el destino del universo. Dos siglos han cambiado eso. Hoy en día la teología ocupa muy poco espacio en el mundo académico. La filosofía y la matemática son las nuevas “reinas” del mundo académico actual.
Tristemente algo ha ocurrido en el mundo evangélico, la teología ya no es la “reina”, sino la cenicienta de la iglesia. Es decir, aceptamos su presencia; la usamos de vez en cuando (¡cuando queremos enfrentar alguna secta!). Pero en realidad pareciera que nos sentimos avergonzados de ella, ya que la relegamos a la “azotea” de la iglesia.
Cuando llegan personas nuevas, preferimos un concierto de alabanza, una obra teatral, o las famosas coreografías, antes que la presencia de la Cenicienta llamada “doctrina”.
Sin embargo, la historia de la iglesia, nos indica que hay una relación estrecha entre la importancia que le da a la teología y la salud de la iglesia. Durante los primeros tres siglos de la era cristiana, los grandes teólogos (llamados, los “Padres” de la iglesia) lucharon por formular las doctrinas fundamentales de la fe cristiana; la deidad de Cristo; la realidad de la encarnación; la doctrina de la Trinidad; el canon de las Escrituras; y la doctrina del hombre y el pecado. Durante esos años la Iglesia no se detuvo, sino que logró conquistar al Imperio Romano.
Siglos después, los Reformadores volvieron a priorizar la teología. Lucharon por la doctrina de la justificación por la fe; el sacerdocio de todos los creyentes; la naturaleza de la Iglesia; y la eficacia de los sacramentos.
Y durante esa época, la verdadera Iglesia volvió a crecer, conquistando muchas partes de Europa, y extendiéndose hacia América del Norte.
Ahora en el siglo 21, somos testigos del crecimiento vertiginoso de la Iglesia evangélica en América Latina. La pregunta es, ¿qué prioridad damos a la doctrina en nuestras iglesias? ¿Estamos formando creyentes teológicamente maduros, como lo hicieron nuestros antepasados? Si no lo hacemos, y permitimos hacer una iglesia doctrinalmente “analfabeta”, nuestros “hijos” espirituales descubrirán demasiado tarde que todo el gran edificio que hemos construido fue erigido sobre una arena movediza, y no sobre Roca eterna, inamovible, de la palabra de Dios.
Y ellos sufrirán las consecuencias de ese desastre espiritual (2 Tim 4:2-4). Por lo tanto mientras aun tengamos tiempo, reconozcamos a la teología como la verdadera “reina” que es, y coronémosla otra vez en nuestros corazones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario