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martes, 22 de mayo de 2012

La Teocracia Evangélica ¿Nuevo “agustinismo político”?

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“Al lado de cada religión se encuentra una opinión política que, por afinidad, está unida a ella.  Dejad que el espíritu humano siga su inclinación y abordará de manera uniforme la sociedad política y la ciudad divina; me atrevería a decir que intentará armonizar la tierra con el cielo”.  Así se expresaba Alexis de Tocqueville, en La Democracia en América (1835,1840) al juzgar la formación de la nueva república americana y francesa. Esta tendencia parece hacerse patente en América Latina, donde sectores evangélicos conservadores en los últimos veinticinco años, han evocado la teocracia como forma de gobierno, a juzgar por sus idearios políticos o por sus discursos de campaña en época de elecciones.

Pero ¿se trata de un retorno a las antiguas formas de gobierno político?
Quiero arriesgar la opinión de que se trata, en realidad, de una nueva forma de agustinismo político, ideología según la cual un líder religioso instalado en una plataforma religiosa, busca ejercer poder sobre el gobierno civil, de la misma forma como se evidenció en el catolicismo medieval.
El texto fundamental para revitalizar la teocracia como ideología fue la Civitate Dei (la ciudad de Dios), de Agustín de Hipona. Varios líderes religiosos del cristianismo, entre ellos  León I, Gelasio I, Gregorio I, e Isidoro de Sevilla buscaron instalar formas teocráticas de poder, basados en la ideología agustiniana de la Ciudad de Dios y los poderes otorgados a la Iglesia para hacer visible el Reino de Dios.  Esta concepción providencialista fue conocida desde la Edad Media como agustinismo político. Aunque en el propio San Agustín no hay un programa político en el sentido estricto, el planteamiento moral y su identificación del orden sobrenatural con el orden natural, se convertirá en teocracia que tratará de transformar la ciudad celeste en ciudad terrena verdadera y confundirá Reino de Dios con Imperio político.
La interpretación de las argumentaciones agustinianas--especialmente sobre lo que es la ciudad de Dios, los medios para realizarla así como para gobernarla-- tendieron a alejarse de la concepción original de Agustín.  Su ciudad de Dios, de esta forma, se trasladaría a la Iglesia Cristiana occidental, convirtiéndola en una institución política y administrativa. Una Iglesia gobernada monárquicamente por un rey de poderes plenos y absolutos conocido como: el Papa.
Como complemento necesario e indispensable para el agustinismo político se elaboró una doctrina teórica que tuvo una importancia enorme durante la edad media: la doctrina de la potestad plena, poder absoluto o plenitudo potestatis, en latín. Ella atribuye al obispo de Roma, es decir al Papa, el primado monárquico y jurisdiccional sobre todas las restantes Iglesias, reduciendo todos los poderes a la soberanía papal. 

Esta doctrina fue construida en referencia al evangelio de San Mateo: "Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificare mi Iglesia...y te daré las llaves del reino de los cielos, y todo lo que atares en a tierra, será atado en los cielos, y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos".
Doctrina que por lo demás ha sido retomada por evangélicos que aspiran el poder político, otrora amparados en una interpretación apologética contraria.
Según la concepción católica, Pedro se convertía así en el único depositario de toda la soberanía, lo cual le permitía gobernar a la Iglesia como si fuera un monarca. A lo antedicho, esta doctrina agregaba el tránsito desde el poder absoluto de Pedro al poder absoluto del Papa; de allí que cada Papa pueda, en virtud del poder de las “llaves del reino”, ejercer todos los poderes que ejerció Pedro como primer vicario de Cristo, es decir, la plenitud del poder sobre todas las Iglesias, sobre todos los cristianos y por extensión, sobre todas las tierras bajo su jurisdicción. 
Sumándose a estas dos construcciones teóricas hechas por el papado, aparece la Donación de Constantino que argumentó una supuesta entrega de la corona imperial por parte del Emperador al Papa y una supuesta devolución de la misma al Emperador, por parte del vicario de Cristo, acompañada por un permiso para gobernar en nombre de él.  Con tal acto se intentó dar una especie de justificación empírica a la Plenitudo Potestatis. 
Estas tres construcciones dieron vida a la Teocracia Papal, la cual reinó en forma hegemónica en el mundo occidental hasta el siglo XIII, y en la práctica, se mantiene todavía en la concepción religiosa del poder en la cristiandad católica y más recientemente en el mundo neo apostólico-profético.
Curiosamente, la mayoría de los evangélicos que aspira el poder político, construye su ideal teocrático sobre la misma interpretación católico-agustiniana de la Plenitudo Potestatis y sobre la asimilación del Reino de Dios sobre la Tierra al ejercicio del poder político de la Iglesia. Pero, ¿será posible instalar una teocracia en un país, si, por ventura, algún partido político confesional obtuviera el respaldo popular? 
La respuesta es no, pues Jurídicamente sería imposible ya que la inmensa mayoría de los paìses de la región están reconocidos como una República cuyo eje de acción y forma de gobierno establecido por ley,  es la Democracia y no la Teocracia.
De ser válida nuestra hipótesis, sobre la conexión entre el ideal teocrático de los religiosos conservadores y su aspiración al poder absoluto sobre la idea del Reino de Dios, habría que concluir entonces que la búsqueda de una Plenitudo Potestatis por parte del partidismo confesional evangélico, estaría reflejando nuevas formas de ideologías totalitarias.
En mi opinión,  tendencias dictatoriales y fascistas, contrarias al espíritu democrático; más cerca del capitalismo imperialista, y más lejos del Reino de Dios.

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