Libros: El mundo evangélico en la política
por Bosca, Roberto ·
Concretamente, Wynarczyk se detiene ahora en el intento evangélico de formación de partidos políticos confesionales (una práctica abandonada por la Iglesia católica a partir del Concilio Vaticano II), siguiendo el ejemplo de experiencias similares exitosas en otras naciones de la región. El sustento de esta pretensión política de impronta religiosa reside, además del aliento que supone ese ejemplo, en el crecimiento del sector –que habría superado al menos el diez por ciento de la población en las últimas décadas–, así como en la conformación de nuevos marcos interpretativos de la acción colectiva, que según el autor habrían mutado en ciclos de movilización relativamente breves, localizados en los años 1981 y 2001. Dentro del actual interés que registra el binomio religión y política, ambas publicaciones constituyen una unidad que ilumina los primeros pasos de un activismo cívico de base religiosa en nuestro país.
En el judaísmo no se conocen antecedentes de formación de un partido comunitario local. Los grandes partidos, así como los pequeños, registran la participación de dirigentes de esa procedencia, algunos de ellos en un primer plano de la política e incluso en cargos de gobierno. El primer judío ministro en la Argentina fue David Blejer, en la presidencia de Arturo Frondizi, y también tuvieron ministros judíos Juan Domingo Perón, cuyo hombre fuerte de la economía fue en su tercer gobierno José Ber Gelbard, y Carlos Menem, cuyo ministro del Interior fue Carlos Corach.
El radicalismo ha prohijado figuras consulares como Moisés Lebensohn (quien sin embargo nunca ejerció el poder formal) y en la presidencia de Raúl Alfonsín, Bernardo Grinspun fue titular de la cartera económica. Desde luego no fueron los únicos. Pero partido judío no hubo. Sergio Bergman, un rabino de clara sensibilidad cívica, es fundador de Argentina Ciudadana, posible matriz de un partido o al menos de una corriente política inspirada en un humanismo no necesariamente confesional, y primer candidato a legislador del PRO en la Ciudad de Buenos Aires.
Por otra parte, ha habido varios gobernadores (y eventualmente un presidente) de ascendencia árabe (sin que debe identificárselos con una identidad islámica pues la inmigración fue en esta etnia mayoritariamente cristiana): Romero, Sapag, Romero Feris o Saadi, pero ellos no han tenido un desarrollo aproximado al alcanzado por los judíos en materia política. Con la presidencia de Menem su irrupción en la vida pública fue más visible. Tampoco ha habido intentos de partidos inspirados en una tradición islámica.
Los católicos organizaron partidos confesionales o al menos con una clara inspiración religiosa, como el Zentrum en Alemania y el Partito Popolare de Luigi Sturzo en Italia, ambos sacrificados por la Santa Sede, y lo mismo aconteció entre nosotros, desde comienzos del siglo pasado. El Partido Demócrata Cristiano, de matriz católica, ha sido importante durante buena parte del siglo XX en muchos países, alcanzando un relativo desarrollo en la Argentina. El Polo Social del padre Luis Farinello recogió adhesiones de esa vertiente, aunque sin llegar a constituirse como partido.
¿Y los protestantes?
Antes de Cynthia Hotton han existido en la política argentina funcionarios públicos de fe evangélica, pero no ha habido personalidades de verdadero relieve nacional. Tampoco hubo partidos de esa base religiosa, pero sí intentos de construirlos, y éste es el punto de partida de Wynarczyk. Su investigación se centra en un cronograma de los años 1980-2001 y estudia solamente un campo concreto del universo evangélico, examinando algunos proyectos suscitados en el periodo para articular un movimiento político partidario con un fundamento bíblico, incluso mediante la movilización de resortes religiosos.
El autor, que se ha constituido quizás en el sociólogo que más y mejor ha estudiado el movimiento evangélico en la Argentina, logra establecer un cuadro de situación que permite un clarificador panorama de una materia escasamente conocida, y ciertamente lo hace con solvencia.
En el umbral de la década del noventa, cuando ya era un investigador consagrado, Wynarczyk comenzó a ser conocido por sus publicaciones en esta temática. Hoy se puede apreciar el sazonado fruto de largos años de trabajo académico, en el que resulta visible la madurez de su pensamiento, aunque siempre estuvo presente en su trabajo el rigor científico que lo ha acreditado con un bien ganado prestigio en el mundo de las ciencias sociales.
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