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domingo, 16 de septiembre de 2012

Los pastores también son ovejas

por Jorge Atiencia
 
Todos somos ovejas. Pidamos al Espíritu Santo que nos dé gracia para apacentar a todo el rebaño con la totalidad de nuestra vida y la totalidad de la Palabra; que nos ayude a tener presente que nosotros también somos ovejas y necesitamos ser pastoreados por otros.
Los pastores también son ovejas
En el libro de Hechos encontramos un hermoso cuadro de lo que quizás fue el primer encuentro de formación de líderes cristianos. Estando en Mileto, Pablo convocó a los líderes de la iglesia en esa región, desde Mileto hasta Éfeso. Una vez reunidos, compartió con ellos su experiencia personal y les dio recomendaciones para su labor (Hch 20.l8-27), les anima a seguir adelante con la tarea pastoral (Hch 20.28-35) y se despide calurosamente de ellos (Hch 20.36-38).
En ese emotivo encuentro, Pablo se refirió a tres ciclos de su propia vida para ayudar a este grupo de líderes: hizo alusión a su pasado, a su presente y aun se refirió a su futuro. Una vez puesto este fundamento, el apóstol hizo un llamado. Podríamos sintetizar su pedido en una palabra: "apacentar".
Si la tarea de apacentar a otros es un aspecto importante en nuestro llamado y liderazgo, es preciso que entendamos en qué consiste esta noble tarea. El ejemplo del apóstol Pablo nos ayudará a definir qué significa apacentar "el rebaño de Dios».
La clave del significado de este término la encontramos en el v. 18. Apacentar no es sólo seguir instrucciones o realizar una tarea según las indicaciones de un manual. Apacentar es, según Pablo describe su propia tarea, guiar y proveer ejemplo. El material didáctico básico para formar y guiar a otros es nuestra propia vida.
Esta es la diferencia más radical entre ser pastor y gerente. No estoy diciendo que la tarea de un gerente o administrador sea inferior a la de un pastor; simplemente es diferente. En la relación entre pastores y ovejas hay un compromiso integral.
También se indica que la tarea de apacentar no es una actividad individualista. La iglesia de esta región cuenta con un equipo de líderes: ancianos, obispos y pastores (vv. 18-28). Nos advierte el apóstol que, para asegurar la vida y madurez de una comunidad, se precisa un equipo de líderes que cumplan su tarea como pastores.
Apacentar el rebaño de la iglesia no es lo mismo que dirigir una masa como lo hace un caudillo o manejar una empresa como un gerente. La iglesia se parece más bien a un cuerpo, una familia. En la iglesia, el trabajo de todos los líderes debe tener una intención: apacentar.
Está muy difundida, en América Latina, la tesis de que son los líderes "caudillos" los que hacen crecer la obra. El argumento que respalda esta teoría es la evidencia de que detrás de una iglesia de crecimiento numeroso se encuentra un caudillo. También se argumenta que, donde hay liderazgo en equipo y funcionamiento demo-crático, la congregación crece menos. Este es un debate permanente entre líderes de orientación caudillista y líderes de estilo democrático.
Es preciso reconocer que, al menos en América Latina, detrás de los grandes movimientos y de las iglesias numerosas hay por lo general un "caudillo". Sin embargo, esto no necesariamente significa que haya una relación directa entre el crecimiento que provoca un caudillo y lo que la Palabra de Dios entiende por crecimiento.
Para un caudillo, el crecimiento se mide por el número y la sujeción de la masa. Para las Escrituras, el creci-miento se evalúa por la madurez. Y en este sentido, tanto la Biblia como la experiencia nos muestran que el liderazgo en equipo facilita la madurez.
En el discurso de Pablo a los líderes de la iglesia en la región de Éfeso, encontramos varias pautas que pueden ayudarnos en la tarea de apacentar el rebaño de Dios.
El modelo: la experiencia personal
El apóstol comienza este "encuentro de formación de líderes" hablando de su propia experiencia. Los pastores se forman para su tarea siguiendo el ejemplo de otros pastores.
En el Antiguo Testamento, el modelo de Pastor era Jehová; en el Nuevo Testamento, el Señor Jesucristo se presenta como el Buen Pastor. Aquí, el apóstol se ofrece a sí mismo como ejemplo.
No se trata de una actitud de soberbia sino de recurrir a la propia experiencia para ayudar a otros en su aprendizaje.
A lo largo del pasaje, Pablo relata los sufrimientos y humillaciones que ha soportado con humildad. Explica cómo se ha esforzado por trasmitirles toda la enseñanza ("consejo", v. 27) de Dios. Les dice que depende totalmente del Espíritu Santo para seguir adelante. Su meta es acabar la carrera con gozo.
Esta es una meta deseable para todos nosotros. Son tantos los líderes que salen del ministerio con una nota de amargura final... Pero cuando nos retiramos con amargura nunca nos vamos libres. El resentimiento será como un fantasma que nos perseguirá toda la vida.
La descripción que hace Pablo de su propia tarea muestra que apacentó de una manera integral, total. Toda su vida formaba parte del compromiso de capacitar a otros para el liderazgo. Su entrega fue generosa: tiempo, afecto y aun dinero. Los apacentó con la totalidad de su vida.
Esta es la clase de líderes que necesitamos. El mundo se ha quedado sin modelos, pero nosotros tenemos ejemplo para imitar. El tipo de compromiso que vemos en Pablo no sólo lo llevó a cuidar del rebaño, sino a formar líderes que lo reemplazaran cuando llegó el momento. Ser pastor es cuidar de las ovejas y también formar a otros para que puedan apacentar el rebaño.
El rebaño: la iglesia del Señor
El rebaño se define aquí con el nombre de "la iglesia del Señor" (v. 28) Y se nos dice que Jesucristo la ganó por su propia sangre.
En esta breve declaración, el apóstol nos da cuatro rasgos del rebaño. En primer lugar, nos dice que su fundador es la Trinidad. La palabra Señor se traduce en algunas versiones como Dios: el Padre es el fundador de la iglesia por medio de la sangre de su Hijo Jesucristo; y es el Espíritu Santo quien ha colocado a los líderes del rebaño.
En segundo lugar, declara que el propósito de Dios fue fundar una "iglesia", con todo lo que este concepto tiene de peculiar en el contexto bíblico.
En tercer lugar, afirma que el instrumento creador de la iglesia fue la sangre de Jesucristo en la cruz. No hubo ni podría haber habido otra forma de iniciar este rebaño de Dios.
Y en cuarto lugar, el apóstol comunica en este versículo el carácter de la relación de Jesucristo con su iglesia. Al utilizar la expresión "su propia", en griego idios, el apóstol usa un término que comunica afecto. Cuando el apóstol afirma que Jesucristo ganó la iglesia por "su propia sangre", expresa que esa sangre fue vertida por afecto, por cariño.
El rebaño de Dios tiene un Dueño exclusivo; fue su propósito crearla y no ha transferido a nadie sus derechos. Como fundador, sólo Él define la identidad de su proyecto y sólo Él elige el recurso para que la iglesia se nutra y crezca: "su propia sangre".
Esta descripción de lo que es el rebaño de Dios imprime carac-terísticas peculiares a la tarea de apacentar, a la diferencia del concepto de liderazgo que impera en el mundo.
Por un lado, el concepto que nos da el apóstol determina quiénes per-tenecen al rebaño: los que pertenecen a la comunidad de Dios son aquellos que han sido lavados por la sangre de Jesucristo. Él, y no nosotros, incorpora miembros a su rebaño.
Este concepto de rebaño impone una exigencia al líder. Si reconocemos quién es el Dueño de la iglesia y entendemos que sólo Él define el proyecto que quiere llevar adelante, nuestro primer compromiso es ser fieles a ese propósito. Si lo que Dios desea es que su iglesia crezca con las características de un cuerpo, ¿cómo se logra esto? ¿Cómo hacemos, de un conjunto de personas heterogéneas, una comunidad, un cuerpo? Creo que el secreto está en el mismo versículo: es preciso dar lugar a la Trinidad.
La tarea: el cuidado mutuo
En Hechos 20.28, Pablo se refiere a dos aspectos en la tarea: "Mirad por vosotros, y por todo el rebaño."
Cuidarse a sí mismos es un aspecto importante en la tarea de los que pastorean. En esencia, esto significa que ningún día de mi vida puedo olvidar que yo mismo soy "oveja".
En una ocasión conversé con el doctor Kamaleson, de la India, quien se desempeña como vicepresidente de Visión Mundial. Parte de su tarea es coordinar los encuentros internacionales de pastores. Kamaleson me comentó que había participado en más de 1200 encuentros de pastores. ¡Qué riqueza le ha provisto esta experiencia! Le pregunté cuál es, en su opinión, el problema principal de los pastores a nivel mundial. Sin pensarlo dos veces, me res-pondió inmediatamente: "Es uno sólo: les resulta demasiado difícil ser ovejas."
Este cuidado es personal y también es mutuo; los líderes deben aprender a cuidarse y apacentarse unos a otros. Nos resulta difícil reconocer que somos "ovejas". Sin embargo, es allí donde comienza el proceso de cuidar a otros.
El otro aspecto de la función del pastor es apacentar a todo el rebaño. En el contexto de las Escrituras, se trata fundamentalmente de "conducir al rebaño a pastos fértiles". En otras palabras, ofrecerle alimentación nutritiva y apetitosa.
El que apacienta al rebaño de Dios debe aprender a ser tanto un "nutricionista" como un "chef". Es lamentable la "anorexia espiritual" que vemos hoy. Los rebaños languidecen por falta de buen ali-mento. En el proyecto de la iglesia de Jesucristo, apacentar es enseñar a "comer" de la Palabra de Dios. No se trata de proveer comida enlatada, pre-cocida; no basta que en la iglesia haya buena música, porque nadie vive sólo de música.
Apacentar es guiar a alimento fresco, fértil, nutritivo, de buen sabor; y aun si sabe amargo, el pastor sabe qué necesita su rebaño. La iglesia sólo crece si se alimenta de toda la Escritura. No es cuestión de mantener meramente contentas a las ovejas: lo importante es que estén bien nutridas.
Lamentablemente, mucho de la dieta que hoy se ofrece en las iglesias apunta a lo primero. Por eso no vemos cuerpos bien desarrollados, armoniosos y fuertes. Algunas congregaciones parecen barrigas gigantes con manos y pies diminutos. Otras son esqueletos embellecidos con el cosmético de las emociones. Otros grupos son sólo orejas o sólo ojos, constantemente estudiando la realidad; otros grupos son sólo bocas que están permanen-temente hablando, pero no saben escuchar. Quizás la mayor tristeza la producen esos organismos que lucen esbeltos y hermosos; parecen extraor-dinariamente formados, listos para un concurso de belleza, pero tienen una mente atrofiada y un corazón insensible. No piensan ni reaccionan frente a la tragedia de la humanidad.
Si lo que el Espíritu Santo nos pide es que el rebaño que apacentamos sea un cuerpo y no un fenómeno deforme, la solución es nutrir a la congregación con toda la Escritura.
Por mucho tiempo, las iglesias relegaron la lectura del Cantar de los Cantares; el tabú de la sexualidad y el concepto equivocado del cuerpo llevaron a omitir una parte de la enseñanza bíblica. El resultado: una generación con problemas en el área de la intimidad sexual y en el manejo de las relaciones románticas.
Por cada parte de las Escrituras que dejemos de lado, veremos vacíos en la espiritualidad de nuestros grupos. Hoy están quedando bastante relegados los libros de los profetas, menores y mayores. Hace unas décadas los privilegiábamos a expensas de otras partes de la Biblia; hoy, porque han variado las circunstancias políticas, suponemos que han dejado de ser necesarios.
No es esa la manera de alimentar a un rebaño. La iglesia de Jesucristo necesita de toda la Palabra inspirada por Dios, porque es la única manera en que podrá crecer hacia la plenitud.
El contexto de la tarea: el mundo
Además de alimentar al rebaño, el que apacienta debe estar atento al contexto en que se desarrollan las ovejas. En Hechos 20 el apóstol se refiere, en los versículos 29-30, a los riesgos y amenazas que rodean a la iglesia: hay "lobos rapaces" que introducen ideas ajenas y hablan de cosas perversas con el propósito de arrastrar tras de sí a las ovejas.
El rebaño es un grupo vulnerable a las sugerencias de afuera, a las corrientes de pensamiento más atrac-tivas que propone el mundo. El apóstol no ahorra palabras para describir a quienes intentan robar la fidelidad de las ovejas: son rapaces y perversos.
Por esta razón Pablo insta a los líderes a velar, a mantenerse despiertos y atentos a los peligros que acechan al rebaño.
El pastor necesita conocer el contexto en que desempeña su tarea. De esa manera podrá evitar que penetre el error y la perversión en su rebaño. Su enseñanza estará orientada a ayudar a las ovejas a reconocer y resistir las tendencias y tentaciones que reciben desde afuera.
Quisiera mencionar, y lo hago con mucho cuidado y sensibilidad, dos corrientes de pensamiento que, a mi juicio, pueden producir distorsión en América Latina cuando se las acepta con una actitud acrítica. La primera es la aceptación absoluta del neolibera-lismo por parte de la iglesia. Cuando esta corriente de pensamiento se infiltra en la iglesia, conduce a la teología de la prosperidad. Esta postura no es compatible con la enseñanza completa de las Escrituras acerca de las posesiones y la riqueza.
La segunda corriente de pensa-miento que, aceptada en forma irre-flexiva, puede producir distorsión en la iglesia, es el espíritu de la posmodernidad. Con su énfasis en la intuición y la emoción, esta corriente tiende a provocar en los creyentes una desenfrenada búsqueda de experiencias espirituales.
Insisto en que no todo el neoliberalismo ni todo el espíritu de la posmodernidad son negativos. Pero si se aceptan en forma absoluta pervierten el mensaje bíblico.
El neoliberalismo humilla la cruz porque coloca al éxito por encima del servicio. El posmodernismo distor-siona la fe si reduce el compromiso. Cuando la intuición domina, la fe se reduce a una búsqueda de sensacio-nes y experiencias personales.
En el proyecto de Dios, apacentar el rebaño es orientarlo para que mantenga vivo el mensaje de Jesucristo. En otras palabras, para que pueda nutrirse de toda la Palabra de Dios y aplicar el evangelio a la realidad que vivimos hoy.
Los fundamentos de la tarea: Dios y su Palabra
El apóstol declara que encomienda a los líderes del rebaño a Dios y a su Palabra de gracia (v. 32). ¿Sobre qué se han de sostener los pastores para realizar su tarea de apacentar el rebaño? "Encomendar" es una palabra hermosísima: significa poner algo en manos confiables. Pablo elige lo más confiable para respaldar la tarea de los pastores del rebaño: los pone en manos de Dios y de su palabra de gracia.
En otras palabras, los coloca sobre el fundamento de la Palabra y la intimidad con el Señor, sobre el cual serán edificados. Sostenidos por el Señor y su Palabra, los pastores estarán seguros y disfrutarán de las bendiciones que implica su tarea.
Si están en manos de Dios, no estarán sometidos a ninguna depen-dencia humana. Tampoco sucumbirán a una tentación que asedia a los líderes: la codicia. Pablo dice que no ha codiciado plata ni oro ni vestido de nadie. Es en la gracia de Dios donde radica la mejor herencia de los que apacientan al rebaño de la iglesia. Así estarán libres de dependencia humana y libres de toda codicia. Pablo puede irse y dejar a los líderes a cargo del rebaño; él no es indispensable, pero sí lo es este fundamento: Dios y su Palabra. Ese es el cimiento que necesitan los líderes para construir su tarea sobre un fundamento inamovible.
Los recursos para la tarea
Cuando leemos los versículos 33-35, podemos imaginarnos al apóstol hablando y mostrando: "Estas manos me han servido para cubrir mis necesidades y las de otros." El lugar de liderazgo no lo llevó a buscar privilegios ni a descuidar el sustento cotidiano.
Apacentar es también ocuparse de lo necesario, tanto de lo nuestro como de lo de otros. Sólo manteniendo bajo control la tentación de la codicia, es posible adoptar esta actitud de libertad frente a las necesidades.
En este pasaje el apóstol nos da varias pautas para el manejo del dinero. En primer lugar, no parece ser indispensable para realizar la obra de Dios. En segundo lugar, donde no hay recursos financieros es preciso generarlos y no necesariamente pe-dirlos. En tercer lugar, el manejo de los bienes debe reflejar los valores del reino. Esto implica, por ejemplo, que los que reciben el beneficio de los recursos deben ser en primer lugar las personas necesitadas y no las estructuras u organizaciones. Al res-pecto, el comentarista Justo González señala que, para recoger la ofrenda, citamos el versículo 35 de este pasaje, pero para manejarla nos olvidamos de él.
La culminación de la tarea
En los versículos finales (36-38), percibimos la intensidad emocional del momento. Pablo se puso de rodillas y oró con todos los obispos y ancianos. Luego ellos lo acompañaron al barco.
La tarea de un líder culmina cuando deja un equipo de líderes formados en la Palabra y capacitados para cuidar de otros. Culmina cuando nos vamos, cuando "zarpamos en otros barcos". Lo importante es que la partida no se deba a conflictos con el rebaño o con otros líderes, o porque anhelamos una promoción, sino por haber cumplido la tarea y porque el Espíritu Santo nos impulsa hacia nuevos compromisos.
Por dolorosa que sea la partida, y es natural que lo sea, vayámonos cuando llegue el momento. Tomemos los nuevos barcos que el Espíritu ha dispuesto para surcar otros mares en la misión. La culminación de la tarea de apacentar tiene este doble sabor agridulce. Por un lado, brinda la satisfacción de ver a un equipo de líderes que ya está en condiciones de asumir la tarea de pastorear a la iglesia. Por otro lado, implica el dolor de dejarlos y partir.
Guardo especial gratitud hacia una persona que fue pionera de la obra estudiantil en Bolivia y Chile. Delgada, sobria, sólidamente fundada en la Palabra; callada, dulce, capaz de soportar la soledad y el dolor; reflexiva; comprensiva y a la vez dispuesta a exhortar; escritora y lectora; silenciosamente dedicada a formar a otros; amante de la buena música y de la naturaleza, se reía a carcajadas; viajera incansable en cualquier tipo de transporte; vivía con sencillez casi monástica; perdonaba y pedía perdón; cultivaba la oración y compartía generosamente. Felicity Houghton dejó tras de sí dos movimientos estudiantiles en América Latina conducidos por equipos de líderes. Se fue sin pedir honores y se fue con dolor, porque dejó lo que amaba.
Como ella, y como otros, nosotros también podemos seguir el ejemplo de consagración y humildad del apóstol Pablo. Demos al rebaño todo lo que somos y tenemos. Apacentemos a las ovejas con toda la Palabra, para que el cuerpo de la iglesia crezca fuerte y completo. Sirvamos a todos.
Hagámoslo en equipo, para que podamos apacentarnos unos a otros.
El llamado a apacentar implica riesgos, conflictos, y a veces fracasos. Necesitamos toda la gracia y el poder de Dios para pastorear a otros y necesitamos, también, ser pastoreados. Con frecuencia, los que ocupan roles de liderazgo sienten nostalgia de que alguien sea pastor en su vida. Cuando existe ese vacío, en ocasiones los pastores se sienten limitados en su tarea de pastorear a otros.
Todos somos ovejas. Pidamos al Espíritu Santo que nos dé gracia para apacentar a todo el rebaño con la totalidad de nuestra vida y la totalidad de la Palabra; que nos ayude a tener presente que nosotros también somos ovejas y necesitamos ser pastoreados por otros.
Que el Príncipe de los pastores nos guíe a corrientes de agua y a pastos frescos. Que Jesús, el Buen Pastor, nos renueve y fortalezca.
El Dr. Atiencia, ecuatoriano, es pastor, psicólogo y conferencista internacional.
Secretario de Capacitación de la Comunidad Internacional de Estudiantes Evangélicos (CIEE).
Tomado y adaptado del libro Cómo pastorear y ser pastoreados
Editorial Certeza Abua 1996.

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