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viernes, 14 de septiembre de 2012

Evangélicos, Polí­tica y Sociedad (EPOS)

DOCUMENTO FINAL

Reunidos en Pacheco, Argentina, en el Centro Kairós, del 29 de agosto al 2 de setiembre de 1998, pastores, sociólogos, historiadores, teólogos, investigadores sociales y polí­ticos evangélicos de diversos paí­ses de América Latina y el Caribe, fuimos participantes de un proceso de reflexión denominado «Evangélicos, Polí­tica y Sociedad», EPOS. Durante esos dí­as reflexionamos sobre las distintas formas de presencia evangélica en la sociedad y sobre el sentido de la misión de la Iglesia en nuestro sufrido y esperanzado continente.
El tema que nos convocó, Evangélicos, Polí­tica y Sociedad, nos permitió tener una visión global de la realidad de América Latina y de la tarea pastoral que le toca cumplir a la iglesia en esta situación.
En un ambiente de compañerismo cristiano y de diálogo fraterno, pudimos reflexionar bí­blica y teológicamente sobre la relación entre el poder polí­tico y el llamado al servicio de las iglesias en la misión que Jesucristo nos encomendó. Tanto los devocionales, las exposiciones teológicas, las plenarias y hasta los diálogos de café, nos sirvieron de escenario para informarnos del quehacer de las iglesias y de su responsabilidad frente al Estado, la Sociedad Civil y frente al cuidado de la Creación.
Por esa razón, nos alegra compartir con ustedes un documento que no quiere ser normativo sino un testimonio de nuestro proceso de reflexión y de las recomendaciones pastorales a que arribamos y que llevamos de regreso a nuestras respectivas iglesias y paí­ses.
I. LOS EVANGELICOS, LA POLITICA Y LA SOCIEDAD
1. Constatamos que, desde su ingreso a América Latina y el Caribe, cuando las iglesias evangélicas han cumplido con la misión encomendada por Cristo, han tenido una presencia significativa en diversas áreas de la vida social, cultural, económica, polí­tica y religiosa de nuestros pueblos. Aunque hemos cometido errores y a veces hemos sido objeto de la crí­tica de la sociedad por nuestra pasividad o ausencia, especialmente en situaciones de crisis, reconocemos que esa actitud está siendo superada y enmendada por nuevas formas de testimonio público.
2. En este sentido constatamos con regocijo que lí­deres evangélicos de diversas denominaciones han ejercido en las diversas esferas de la sociedad un influjo importante, reconocido por la misma sociedad como testimonio de la Iglesia. Tambien miramos con regocijo, preocupación y responsabilidad el hecho de que lí­deres evangélicos asumieran cargos públicos en la vida polí­tica de nuestros paí­ses y hasta se hayan organizado para participar directamente en el poder polí­tico.
3. No obstante ese regocijo, no nos nubla para ver que frente a la vida polí­tica de nuestros paí­ses, las iglesias deben desarrollar un juicio crí­tico a partir de su discernimiento y de la comprensión bí­blica de la función del Estado y de los gobernantes.
4. Alentamos a las Iglesias a que encarnen un estilo de vida que esté de acuerdo con los presupuestos bí­blicos de una ética del Reino, que busquen la fuerza de Dios para influir en la sociedad al punto de cooperar en su transformación, y que de esta manera se constituyan en un medio de aprendizaje vivencial y directo de lo que serí­a una nueva condición de vida, según el modelo de Cristo. Entendemos que como comunidad de fe la Iglesia es un espacio de difusión y profundización de los valores de Reino de Dios y, a veces, de prácticas democráticas; por lo tanto, debe ser signo y anticipo del Reino de Dios en la Tierra.
5. Asimismo nos parece bien que las iglesias se constituyan en generadoras de opinión pública. Serí­a deseable que las iglesias asuman posturas teológicas firmes y elaboren, cuando les sea posible, propuestas y pronunciamientos frente a los temas más importantes que aquejan a la sociedad contemporánea (injusticia, corrupción, narcotráfico, etc.), como hicieran en la antiguedad los profetas en su propio contexto social.
6. Creemos igualmente que el mayor aporte social y polí­tico que pueden hacer las iglesias está en el plano de la sociedad civil, recreando condiciones para una vida plena. Pero si esta actividad requiere de una relación directa con el poder polí­tico, deben seguirse comportamientos sociales y polí­ticos éticamente compatibles con la extensión del Reino de Dios.
II. LOS ACTORES POLITICOS EVANGÉLICOS
1. Hemos constatado que en los últimos años muchos lí­deres evangélicos y aun iglesias han incursionado en la polí­tica partidaria en sus respectivos paí­ses. Frente a ello, los participantes de la consulta "Evangélicos, Polí­tica y Sociedad» creemos que son necesarios los siguientes elementos:
a. La capacitación profesional constante, en la perspectiva de una participación eficaz de la iglesia en los nuevos y cambiantes escenarios polí­ticos, sociales y económicos.
b. La necesidad de que quienes accedan al poder polí­tico realicen un trabajo comprometido, fiel al evangelio y al pueblo que representan, en diálogo permanente con sus respectivas iglesias.
c. Que el horizonte valorativo desde el cual los evangélicos ejerzan una función polí­tica sea una ética y la búsqueda de una vida inspirada en los valores del Reino: el amor, la solidaridad, la justicia, la verdad y el servicio en favor de los excluí­dos.
d. Trabajar en colaboración con otros actores de la polí­tica, en la elaboración de proyectos polí­ticos viables, inclusivos de los diversos sectores y necesidades de la sociedad: mujeres, niños, ancianos, indí­genas, negros, discapacitados, así­ como las diversas minorí­as étnicas, religiosas y culturales.
III. TIPOS DE INTERVENCION POLITICA-SOCIAL
1. Creemos que la democracia y la participación social es el camino más viable y necesario para América Latina, aunque lamentamos que se la haya reducido a un simple proceso electoral. Por tal motivo creemos que las iglesias pueden aportar a la gestión de una cultura democrática.
2. Somos crí­ticos de toda violencia como método válido de acción polí­tica o como solución de los conflictos sociales, pero valoramos y rescatamos el anhelo de justicia y la búsqueda de una sociedad en la que quepan todos, por parte de personas que dadas las situaciones lí­mite buscan caminos alternativos.
3. Será necesario inculcar en el ejercicio del poder polí­tico valores relativos al poder del amor, al poder espiritual y al poder del servicio. Pero no debemos confundir la búsqueda de una nueva sociedad, por mediación y ejercicio del poder polí­tico, con la creación de un nuevo mundo --nuevos cielos y nueva tierra-- por la acción del Espí­ritu. Éste último se irá haciendo realidad en medio de los procesos sociales, culturales y polí­ticos de nuestros pueblos, a medida que se acerque la segunda venida de Cristo y en cuanto la Iglesia cumpla con su misión de anunciar el mensaje del Reino y de ser sal y luz en un mundo sumido en la corrupción y en las tinieblas.
IV. DESAFIOS PASTORALES
1. Es necesario trabajar en la apertura de espacios de formación polí­tica, foros de discusión y debate sobre temas de interés nacional, así­ como el acompañamiento permanente a nuestros polí­ticos evangélicos.
2. Incorporar en los currí­culos académicos de seminarios, institutos bí­blicos y programas universitarios, asignaturas orientadas al estudio interdisciplinario de la relación Iglesia-Estado, Iglesia, economí­a, sociedad y polí­tica, entre otros.
3. Realizar consultas locales, nacionales e internacionales con polí­ticos evangélicos, con miembros de las iglesias, con lí­deres eclesiásticos y con nuestras comunidades locales. Consultas que amplí­en la información sobre proyectos de ley, cuestiones crí­ticas en que la iglesia tiene una responsabilidad, legislaciones concretas cuyos efectos futuros son aún desconocidos y sobre otros temas de interés nacional.
4. Promover estudios e investigaciones que refuercen nuestro entendimiento bí­blico y teológico respecto de lo polí­tico y lo social. En particular la revisión de los conceptos clásicos sobre el poder polí­tico y la profundización de los conceptos referidos al poder del espí­ritu, el poder del servicio y el poder del amor, entre otros. También son necesarios los estudios sobre la historia de la participación polí­tica de los evangélicos en América Latina y el Caribe.
5. Generar lazos de solidaridad e intercambio en los esfuerzos de cada paí­s para lograr modificaciones profundas en el marco jurí­dico legal en el que operan las iglesias, a fin de lograr la igualdad religiosa.
6. Estimular estudios e investigaciones sobre la economí­a mundial y sobre sus influencias y consecuencias para la vida de las iglesias y de los pueblos en nuestros respectivos paí­ses.
V. OBSERVACIONES ADICIONALES
1. Es necesario un análisis de la práctica polí­tica de los evangélicos en y desde América Latina, considerando etapas y perí­odos en la historia desde su inserción hasta nuestros dí­as.
2. Hay consenso en que la Iglesia debe generar opinión pública. ¿Cuál es la voluntad polí­tica y de fe y cuáles son los mecanismos que pueden crear esos espacios, partiendo de la situación de fragmentación en la que nos encontramos?
3. El mayor aporte de la Iglesia se da desde la comunidad local. Por lo tanto se hace necesario la consolidación de nuestras iglesias como comunidades de fe y testimonio, que proyecten estilos de vida distintos y que dinamicen la esperanza. Necesitamos una ética social que interrelacione el mundo subjetivo de la espiritualidad con la vida cotidiana.
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